sábado, 3 de diciembre de 2011

AVANCES DE LA MUJER EN EL PERONISMO

INTRODUCCIÓN
La mujer sufre problemas y condicionamientos propios de su género. Constituye el eslabón más débil en una sociedad, producto de un notorio atraso en todo el sistema, relegada históricamente en el ámbito político, económico y social, olvidada en sus prerrogativas, marginada y reducida en sus oportunidades.
Tanto era el menosprecio a la mujer, considerada como ser inferior o como un niño, que ni siquiera las constituciones latinoamericanas del siglo XIX especificaban que no podían votar, ya que daban por supuesto que el calificativo de ciudadano sólo correspondía a los hombres.
Las mujeres han tenido que recorrer un largo camino de luchas para conquistar los derechos más elementales de un ser humano. Para conquistar sus derechos políticos, sociales, su derecho al trabajo y a la educación. Y aún así hoy, sigue en desigualdad de condiciones respecto al hombre.
Es que la contradicción que suele darse entre una legislación de avanzada en ese sentido y las circunstancias reales del acceso de la mujer a todas las actividades de la sociedad global y sus niveles de participación y decisión, son sedimentos del arrastre en el tiempo de una discriminación secular.
Pero en un país periférico la mujer sufre una opresión adicional: la de los países centrales producto de su política imperialista. Esto hace que la lucha por la emancipación de la mujer en un país semicolonial esté íntimamente vinculada al ascenso al poder de los movimientos nacionales. En la Argentina este proceso tiene una relación directa con la llegada del Yrigoyenismo  y del Peronismo al poder.
El Yrigoyenismo se convirtió en el intérprete de los intereses nacionales, en el partido “reparador”, en el defensor de “la causa de los desposeídos”. Le disputó a la oligarquía terrateniente el monopolio de la riqueza básica del país, pretendiendo democratizarla con el control político del gobierno y se enfrentó a los intereses de Inglaterra y EE.UU.
De este modo, el yrigoyenismo, como expresión política de carácter nacional y popular; representó a la clase media urbana, al pueblo del interior, a los pequeños ganaderos y agricultores vinculados al mercado interno, a los empleados públicos, a los peones, a la pequeña burguesía urbana, los universitarios y los obreros.
Yrigoyen instaló en el país la democracia política con la ley de sufragio universal, secreto y obligatorio. A pesar de que esta norma regía solo para hombres, a las mujeres argentinas se les reconocieron los derechos civiles. Hasta esa época la incapacidad de las mujeres sostenida por el Código Vélez Sarsfield comprometía sus actos públicos (no podían efectuar ninguna diligencia judicial sin autorización del marido) y sus bienes patrimoniales (no podían disponer de sus bienes). Tampoco podía heredar, viajar, aprender un oficio o trabajar sin autorización del marido o padre.
El período 1946-1955 marca el acceso al poder de otro movimiento nacional, el Peronismo, objeto de este trabajo. Indagaremos en las razones que hicieron que las mujeres avanzaran en el camino hacia su emancipación, conquistando sus derechos, durante dicho período.
En primer lugar describiremos en el capítulo I la significación del Peronismo como movimiento nacional. En dicho gobierno, se puso fin al modelo semicolonial que había caracterizado a la década del 30’. Junto al proceso de industrialización sustitutiva de importaciones iniciado años anteriores, se dio una política distribucionista acompañada de una nueva legislación laboral que beneficiaba a la nueva clase trabajadora. La “democratización” de las oportunidades económicas y sociales integró a sectores que antes estaban postergados en la vieja estructura social.
Es indudable que las reformas económicas iniciadas durante el gobierno peronista constituyeron brotes socializantes avanzados para la época. En términos de niveles de vida, durante esta etapa se constatan progresos en los tres principales sectores del bienestar: salud, vivienda y educación. Muchas de las propuestas (sostenidas sin éxito por el socialismo) a favor de los trabajadores, los ancianos, los niños y las mujeres, se hicieron realidad.
Si bien en este primer capítulo, describiremos el carácter de movimiento nacional del peronismo sin hacer referencia a la temática de la mujer, nos permitirá demostrar luego con los capítulos siguientes la vinculación entre la emancipación de la mujer y el destino político de un país.
En el capítulo II nos dedicaremos más específicamente, a la problemática de la mujer y las conquistas logradas durante el peronismo. Dicho gobierno permitió no sólo el avance de la mujer en sus reivindicaciones de género sino también su ascenso social producto del avance de la Argentina de ese período.
Como consecuencia de la industrialización que requería de la incorporación de mayor mano de obra, muchas mujeres se incorporaron a las fábricas. Así, cambió el rol de la mujer, pasó de empleada de tiempo completo o de ama de casa a obrera. Se les reconoció el derecho al trabajo y se dictó una legislación protectora que beneficiaba a la mujer obrera y a la mujer madre.
Finalmente demostraré el papel que jugó una gran colaboradora de Perón, Evita. Un análisis exhaustivo sobre el protagonismo que adquirió resulta muy complejo, no sólo por la dimensión que alcanzó su participación en los distintos ámbitos, sino también por las diversas versiones y deformaciones que imponen los intereses, las pasiones y los prejuicios.
Así, en los diversos estudios sobre Eva Perón, encontramos una mitología peronista y otra antiperonista. La primera la exalta convirtiéndola en un culto cuasirreligioso, calificándola como una santa, como la dama de la esperanza, la jefa espiritual de la nación. Para la mitología antiperonista, Eva era una mujer ambiciosa y resentida que lo manejaba a Perón, con orígenes casi de una prostituta.
Intentaremos hacer una aproximación real a su figura para conocer el rol que jugó en su contexto histórico, como la mujer que representó la primer presencia femenina fuerte en la política argentina, y analizando su papel en la lucha por la inclusión social y política de las mujeres.
Participó en el campo gremial, transformándose en una réplica de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión; en el campo social, conduciendo la Fundación Eva Perón; y en el ámbito femenino, emprendiendo una gran campaña por la sanción de los derechos políticos de la mujer y organizando a millones de mujeres en el Partido Peronista Femenino.
Eva Duarte encajaba perfectamente en esa nueva Argentina de la industrialización, de los cabecitas negras, de una nueva clase obrera. La realidad histórica encontró su personaje adecuado, lo plasmó y el personaje plasmó a su vez esa Argentina de los años 45’. Por eso su popularidad y por eso muchos sectores se encontraron representados en ella.
La intención es que el capítulo II y III, resulten complementarios para poder apreciar los avances que se dieron durante el gobierno peronista respecto a la situación de la mujer, representando un paso gigantesco hacia adelante con respecto al período anterior a 1945.







CAPÍTULO I

EL PERONISMO COMO MOVIMIENTO NACIONAL

En el siglo XX la cuestión nacional se vincula íntimamente a la cuestión colonial y a la lucha por el derribamiento del imperialismo mundial. En los tiempos de Marx y Engels la cuestión nacional aparecía como la forma rezagada de la formación de los Estados nacionales en aquellos países que por diversas razones aún no habían logrado su cohesión estatal: Polonia, Irlanda, los checos, finlandeses, serbios, armenios y otras nacionalidades europeas.[1]
La cuestión colonial y nacional de los países atrasados no entraba en las consideraciones teóricas de la II Internacional pertenecientes a las “naciones civilizadas”. La II Internacional se había formado como resultado del crecimiento del capitalismo europeo en su hora de supremo esplendor. Los europeos gozaban de las ventajas de la cultura occidental gracias a la explotación inicua de las colonias.
El pensamiento marxista sobre la cuestión nacional en el siglo XX fue elaborado por Lenin. En su artículo titulado “El proletariado revolucionario y el derecho de las naciones a la autodeterminación” decía: “En el programa socialdemócrata el lugar central debe ocuparlo precisamente la división de las naciones en opresoras y oprimidas, división que es la esencia misma del imperialismo”.[2] Definiendo este antagonismo contribuye a elaborar la estrategia revolucionaria en los países atrasados.
En cuanto a los movimientos nacionales, Lenin ofrece esta explicación: “En todo el mundo, la época del triunfo definitivo del capitalismo sobre el feudalismo estuvo ligada a movimientos nacionales. La base económica de estos movimientos estriba en que, para la victoria completa de la producción mercantil, es necesario que territorios con población de un solo idioma adquieran cohesión estatal”.[3]
Lenin aborda el problema de la cuestión nacional cuando el capitalismo mundial está en declinación, se ha transformado en imperialismo y ha caducado su progresividad histórica. Los movimientos nacionales ya no se manifiestan en Europa, que ha cesado de crecer, sino en los países coloniales y semicoloniales, donde aparecen, no en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas internas sino por la crisis mundial del imperialismo que los oprime. En tales condiciones, los movimientos nacionales de los países atrasados ya no libran su lucha contra el feudalismo interno sino contra el imperialismo exterior. Decía Lenín: “es indudable que todo movimiento nacional puede ser sólo democrático-burgués, pues la masa fundamental de la población en los países atrasados está compuesta de campesinos, que representan las relaciones burguesas y capitalistas”.[4]
El pensamiento Leninista sobre la cuestión nacional se fundaba en que el imperialismo retrasa el desenvolvimiento del capitalismo y la lucha de clases en el país oprimido. A mayor grado de progreso capitalista, en un país semicolonial dado, mayor importancia adquieren las aspiraciones puramente socialistas del proletariado. Pero su participación en las luchas políticas nacionales, sólo puede cobrar peso decisivo si el proletariado, y necesariamente el partido revolucionario, se hacen intérpretes de las reivindicaciones de aquellas clases no proletarias que constituyen la mayoría de la Nación.
Una de las Tesis redactadas por Lenin para el II Congreso de la Internacional Comunista dice: “El imperialismo extranjero que gravita sobre los pueblos orientales, les ha obstaculizado un desarrollo social y económico, análogo al de Europa y América. En virtud de esta política imperialista, que impide el desarrollo industrial de las colonias, no ha podido nacer una clase obrera en el sentido propio de la expresión a pesar de que en los últimos tiempos han sido destruidas las artesanías nativas por la competencia de los artículos elaborados por las industrias de los países imperialistas. El resultado ha sido que la gran mayoría de la población ha sido lanzada al campo y compelida al trabajo agrícola y a la producción de materias primas para la exportación”.[5]
Lenin ya había señalado la progresividad histórica de la lucha contra el imperialismo al observar que “la dominación extranjera impide el libre desarrollo de las fuerzas económicas. Es por esto que su destrucción es el primer paso de la revolución en las colonias”.[6]
León Trotsky, quien también formuló juicios notables sobre la Revolución en los países atrasados, decía: “El imperialismo sólo puede existir porque hay naciones atrasadas en nuestro planeta, países coloniales y semi-coloniales. La lucha de estos pueblos oprimidos por la unidad y la independencia nacional tiene un doble carácter progresivo, pues, por un lado, prepara condiciones favorables de desarrollo para su propio uso, y por otro, asesta rudos golpes al imperialismo”. En su “Historia de la Revolución Rusa” escribía: “Las revoluciones crónicas de las repúblicas sudamericanas nada tienen de común con la revolución permanente; en cierto sentido, constituyen su antítesis”. De ahí la necesidad de sumergirse en la historia, la sociedad y las tradiciones de cada pueblo para conocer en ellos sus rasgos específicos y encontrar el camino hacia la revolución”.[7]
En la Argentina anterior al 4 de junio de 1943 existía una cuestión nacional a resolver. Se había transformado en una semicolonia proveedora de alimentos baratos al Imperio Británico y consumidora de sus excedentes industriales, con importante deuda externa y una gravísima deformación económica hacia el puerto de Buenos Aires, instrumentada a través de la red ferroviaria británica. Seguros, fletes, gran comercio importador y exportador, puertos, elevadores de granos, transportes, etc. eran extranjeros. Si se parte de esta caracterización de la Argentina agroexportadora, resulta claro que el peronismo es un frente nacional, que quiebra esa dependencia.
El conjunto de leyes aprobadas en la “Década infame”, la política de carnes y la creación del Banco Central, estuvo dictada por la extorsión británica de comprar las carnes argentinas sólo a cambio del control inglés de la economía nacional. Pero la crisis del 30’ marcará el fin de esta etapa y el comienzo de una nueva estrategia pensada por los sectores dominantes para hacer frente a un mercado internacional que bruscamente reduce su comercio y cambia su tendencia expansiva. Por la ausencia de divisas y el hundimiento de los precios, el gobierno oligárquico estableció el control de cambios y aumentó los derechos aduaneros. Por estas medidas comenzó a desarrollarse una industria de consideración. El nuevo modelo era, al igual que el anterior, capitalista dependiente, pero basado ahora en la industrialización sustitutiva de importaciones liderada por una alianza entre la oligarquía terrateniente y sectores industriales asociados al capital extranjero.
Con la aparición de nuevas fábricas que debían sustituir las importaciones, se requería mano de obra. Los nuevos obreros llegaron de las provincias agrarias olvidadas del Interior. Con ellos venía la tradición nacional, un nacionalismo elemental que Buenos Aires no había conocido jamás.
Este proceso de industrialización se profundiza por la Segunda Guerra Mundial, a tal punto que en 1943 por primera vez el índice de producción industrial superó al agropecuario.
Cuando Perón llega al poder, instrumenta y transforma el proceso de industrialización iniciado años anteriores enfatizando no ya la acumulación, sino la distribución. El mercado interno pasará a ser prioritario con el fin de redistribuir ingresos hacia los sectores asalariados, expandir el empleo ampliando la participación del sector público en el sistema productivo, y reduciéndose, simultáneamente, la participación del capital extranjero en la economía a través de la política de nacionalizaciones. Esta estrategia, enmarcada dentro del capitalismo, pretendía un desarrollo autónomo de la economía.

EL FRENTE ANTIIMPERIALISTA
El peronismo se manifiesta, desde su nacimiento, como la expresión política de una confluencia de sectores nacionales, entendiendo por tales aquellos sectores de la sociedad argentina que, en mayor o menor medida, resultaban sofocados por el viejo régimen agroexportador que conformaba una economía complementaria del Imperio Británico: trabajadores de una industria reciente crecida al calor de la crisis del treinta y de la Segunda Guerra Mundial, grandes grupos de la clase media de provincias vinculados al mercado interno, sectores del nuevo empresariado industrial de capital nacional, sectores de la oficialidad del Ejército con posición nacional, algunos socialistas que rompieron con su partido, restos del Yrigoyenismo e importantes sectores de la Iglesia Católica.[8]
Este frente –en el cual coexisten coincidencias y disidencias- se define nacional en tanto pugna por quebrar el sistema de dominación británica que controlaba la economía nacional. Se trata, pues, de un frente antiimperialista capaz de llevar a cabo esa ruptura de la dependencia.
El radicalismo, después de aquélla época de liderazgo yrigoyenista en la cual había mostrado pujanza y fervor antioligárquicos expresando los intereses nacionales, se había integrado al sistema de la dependencia, no solo porque el partido había caído bajo el control de una dirección conciliadora sino porque una gran parte de sus bases se había adaptado al país agrario semicolonial.
El Partido Socialista profesaba un liberalismo oligárquico de izquierda, buscaba intercambiar el líder nativo por el político puritano y las montoneras por las “masas civilizadas y educadas cívicamente”. La nueva clase obrera industrial no se reconocía en esos hombres pretendidamente cultos, sólo preocupados por la suerte de ingleses y franceses en la contienda europea.
Asimismo, el Partido Comunista tampoco representaba los problemas nacionales. Si bien había visto crecer sus filas sindicales en los años treinta, su sometimiento a las volteretas diplomáticas de la URSS - producto de la teoría stalinista del “socialismo en un solo país”- desprestigiaba a sus gremialistas y los aislaba de las bases. Así ocurrió, por ejemplo, con los obreros metalúrgicos y de los frigoríficos, cuyas huelgas fueron levantadas por decisión del Partido para no entorpecer las relaciones con empresas anglo-yanquis y no perturbar el envío de carne a los ejércitos aliados, abandonando así la defensa de los reclamos salariales. Dice Galasso: “Esa subordinación a la diplomacia soviética -por entonces del brazo de los Estados Unidos y Gran Bretaña- conduce a la agrupación, con la excusa de enfrentar al fascismo, a estrechar filas junto a los amigos del imperialismo”.[9]
A pesar del análisis que habían hecho Lenin y Trotsky respecto al rol que debían jugar los socialistas en los países atrasados cuando el frente nacional es conducido por la burguesía nativa, la izquierda no entendió la necesidad de actuar junto al peronismo en el frente antiimperialista.
Sostiene Puiggros “ya en 1936 todos los partidos políticos argentinos eran conservadores”[10], es decir, resultaban servidores o cómplices del viejo orden semicolonial.
Por estas razones, ese amplio frente social que clama por una conducción política, al no encontrar expresión en los partidos tradicionales, debió improvisarse una conducción, generar un líder capaz de expresar el común anhelo de Liberación Nacional de todos esos sectores. Ese líder fue Perón.
Ese frente, que es nacional por su composición social y su objetivo político, ratifica entonces ese carácter cuando dirime fuerzas con otro frente que se le opone: la vieja oligarquía (terratenientes, exportadores, importadores, grandes comerciantes y banqueros) enfeudada desde décadas a los ingleses, que arrastra consigo a un importante sector de clase media usufructuaria de algunas migajas del festín colonial.

LA LIBERACION NACIONAL
El frente nacional así constituido, desarrolla a partir de 1946 una política que significa la ruptura de la dependencia respecto al imperialismo británico y que por ésta razón calificamos de Liberación Nacional. Dicha ruptura se logra a través de sucesivas medidas que recuperan para la Argentina los resortes de la economía que estaban en manos del capital inglés: la nacionalización del Banco Central que pone en manos del Estado el control de los cambios, las tasas de interés y la circulación monetaria; la nacionalización de los depósitos de la banca privada que entrega al Banco Central el control del crédito, la creación del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI) que significa el control estatal del comercio exterior; la nacionalización de los ferrocarriles y de empresas de transporte automotor que permite reglar las comunicaciones terrestres según las conveniencias nacionales; el impulso dado a la flota mercante que permite lograr la suficiente independencia para manejar nuestras exportaciones sin depender, como antes, de las exigencias de la “Blue Star Line” inglesa; la implantación de un régimen estatal de reaseguros (INDER), que quebranta la subordinación al Lloyds de Londres que reducía las posibilidades de manejar autónomamente nuestro comercio exterior.[11]
Por otra parte, el recupero de la soberanía sobre nuestros puertos, así como el reemplazo de la Cía. Primitiva de Gas por Gas del Estado, de la extranjera Unión Telefónica por ENTel y de las usinas provinciales en manos de la American Foreing Power por la red de Agua y Energía constituyen otros tantos ejemplos que sientan las bases del proceso de Liberación Nacional. Por unos pocos años, la Argentina vivió sin deuda externa, al tiempo que privilegiaba convenios bilaterales para resguardar sus reservas y defendía tozudamente el precio de sus productos exportables. Es incuestionable la política que se da de Liberación Nacional por cuanto aprovecha la debilidad del imperialismo británico al concluir la Segunda Guerra para quebrantar los lazos con que nos sometía y al mismo tiempo, adopta medidas para que el imperialismo yanqui no pueda suplirlo en su función opresora (es el único país de América Latina que no ingresa al sistema del Fondo Monetario Internacional)

UN CAPITALISMO NACIONAL
Esta política antiimperialista -por lo tanto históricamente progresiva- está muy lejos de implicar la instauración del socialismo en la Argentina. Por el contrario, desarrolla un alto grado de las fuerzas productivas bajo el sistema capitalista.
La adhesión obrera al peronismo era completamente lógica: se fundaba en las experiencias políticas vitales de las grandes masas y en la necesidad de romper, a través de un nuevo caudillo, el bloqueo social impuesto al pueblo por el sistema oligárquico. Pero en un país semicolonial, con un incipiente desarrollo capitalista, esta incorporación de las masas a un movimiento nacionalista popular que se proponía impulsar el crecimiento de la industria, y la armonía de las clases sociales, exige una explicación específica para comprender la especial “actitud conformista” de la clase obrera con el capitalismo.[12]
 Los obreros peronistas procedían en su mayor parte de las regiones agrarias de la Argentina; e ingresaban a la industria, cambiando no sólo sus condiciones de aislamiento rural anterior, por las ventajas urbanas de todo orden, sino que valoraban los aspectos positivos del régimen capitalista, en relación con las condiciones de dependencia personal agraria anterior: aumentos de salarios, superior nivel de vida, organización sindical, peso político y dignidad individual. Todos estos factores suponían un ascenso histórico, tan nuevo como el capitalismo que contribuían los obreros a consolidar y tan deseable como detestable había sido para ellos el sistema pastoril o agrícola que habían abandonado.[13]
En verdad, jamás hubo en nuestro país una fisonomía capitalista tan neta como entre 1945 y 1955 si se observa desde la óptica de la inversión, la actividad productiva, la sustitución de importaciones y el apoyo estatal a la industria nacional.
En un período relativamente breve, los argentinos ingresaron a la modernidad de la cual son expresiones rotundas la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica, las bases de la industria pesada (SOMISA), la vinculación con el mundo a través de una empresa aérea nacional (Aerolíneas) y la instalación de la Televisión.
Esa modernidad -expresión del desarrollo capitalista- no es debidamente valorada por quienes olvidan o desconocen los rasgos de la vida cotidiana en la década del treinta y no perciben la importancia del cambio: de las cocinas a carbón o eléctricas a las cocinas a gas, de las barras de hielo a las heladeras eléctricas, del conventillo a los departamentos de propiedad horizontal, de “las chicas” limitadas a estudiar “corte y confección” a frecuentar las universidades, las asambleas del sindicato y votar en las elecciones nombrando a sus representantes; de los muchachos madrugando para conquistar buena posición en las colas de desocupados, a las escuelas técnicas o de orientación profesional o las diversas profesiones universitarias cuyas posibilidades se multiplican ahora por el crecimiento de las fuerzas productivas.[14]
Estos cambios de la vida argentina denotan la profunda diferencia que existe entre un capitalismo dependiente, semicolonial, donde el imperialismo opresor ahoga todo crecimiento y toda modernización, con respecto a un capitalismo nacional donde los recursos naturales y las fuerzas de la producción se movilizan intensamente dentro de una planificación general dirigida a resguardar la independencia económica y la soberanía política.
Sin embargo, cometeríamos un grave error si estableciéramos una analogía entre el capitalismo tal cual se desarrolló en los países centrales en épocas pasadas y este capitalismo nacional que vivió la Argentina del gobierno peronista.
Primero: queda demostrado que en los países semicoloniales, a diferencia  de los países imperialistas, la industria no ha surgido como la expresión final de un lento y trabado desenvolvimiento económico, desde el artesanado a la gran producción capitalista. Por el contrario, y afirmando las tesis de Lenin, las posibilidades industriales de la Argentina han sido rigurosamente limitadas por la introducción masiva de la producción extranjera. Sólo ha podido irrumpir por los golpes de las crisis (crack del 30’) o los conflictos militares del imperialismo (Segunda Guerra Mundial).
Segundo: aquél capitalismo -europeo o norteamericano-  si bien logró el apoyo del Estado, especialmente en cuanto a tarifas protectoras, giró esencialmente sobre la empresa capitalista privada y llevó a cabo la acumulación de capital mediante la superexplotación del proletariado asalariado, como lo demostró Marx, succionando enormes masas de plusvalía a sus trabajadores. Aquí, en la Argentina, tuvo dos peculiaridades. Por un lado la acumulación del capital no se basó fundamentalmente en la explotación de los asalariados, sino en la translación de ingresos desde el sector agrario al sector industrial. Por otro lado el proceso de crecimiento de las fuerzas productivas se caracterizó por una poderosísima franja de empresas estatales, a tal punto que podría hablarse más de una economía mixta que de una economía privada.

LA FRANJA DE ECONOMÍA ESTATIZADA
Como movimiento de Liberación Nacional que quiebra la dependencia y promueve el desarrollo de las fuerzas productivas, el movimiento nacional presidido por Perón no puede dejar las empresas de servicios y las industrias estratégicas en manos del imperialismo pero, dada la debilidad de la burguesía nacional, el Estado debe asumir esa tarea.
De allí la política peronista que, en pocos años, arma una estructura poderosa de empresas estatales: Agua y Energía, Gas del Estado, ENTel, AFNE, ELMA, INDER, YPF, ENCOTEL, Ferrocarriles, Aerolíneas, Bancos estatales y Banco Central convertido en receptor de los depósitos de la banca privada, IAPI, Vialidad Nacional, Elevadores, Comisión de Energía Atómica, Puertos. Además, incursiona profundamente en áreas propias de la empresa privada: desde aquellas que implican una inversión de base muy alta, como la siderurgia o la explotación del carbón (YCF) y la energía (especialmente usinas hidroeléctricas desaprovechadas durante décadas por la importación del carbón inglés), hasta en el grupo de las empresas DINIE (49 empresas, entre las cuales hay metalúrgicas, farmacéuticas, de construcción, químicas, etc., basadas en las ex-empresas alemanas Osram, Geigy, Bayer, Crisoldinie, Metaldinie, Ferrodinie) y el complejo de Fabricaciones Militares (empresas productoras de plaguicidas, funguicidas, solventes, productos químicos, etc., la fabricación de motores, autos y tractores en IAME-DINFIA alcanzando, en 1953, a destinar el 80% de su producción al consumo civil).[15]
Así, mientras la burguesía nacional desarrollaba la industria liviana, el Estado peronista la sustituía en un proceso de capitalismo nacional que ella debía protagonizar, ocupándose de  fabricar barcos, vagones ferroviarios, combustibles en YPF, automóviles en Córdoba, etc.
Lo que explica que la burguesía nacional no haya cumplido con su papel histórico se encuentra en los orígenes de su formación. La burguesía industrial argentina no había nacido desde abajo, independizándose de la sociedad “feudal”, desarrollándose autónoma e independiente. Cuando la industria comienza a surgir en Argentina en el siglo pasado, las grandes potencias ya son imperialistas y ya estaba sólidamente constituida la oligarquía terrateniente ganadera. Explica Julio Mafud: “Desde que nace la industria se entrelaza con los capitales existentes: capital de la oligarquía y capital del imperialismo. En realidad, su constitución no fue ni autónoma ni independiente. Por un lado al depender estrictamente de la tierra se siente ligada con sus usufructuarios, comienza a adquirir tierras y estancias como símbolo de prestigio social, así la burguesía se oligarquiza. Y además la unía a la oligarquía terrateniente el miedo al peronismo que traía enancados los derechos y los privilegios de la clase obrera”.[16] Por otro lado, su ligazón a capitales extranjeros la supeditaba a los intereses del imperialismo que orientaba nuestras economías hacia el exterior, impulsando ciertos “polos” en detrimento de otros, copando el proceso de industrialización para controlarlo, minimizarlo o reducirlo.
Por esta razón, el movimiento nacional acaudillado por Perón debe llevar adelante un proceso de desarrollo nacional-burgués con apenas el apoyo de algunos sectores de la burguesía nacional, y esta circunstancia determina otro rasgo singular del peronismo: él, que sustituye a la burguesía nacional en la conducción de este proyecto, tiene a la clase trabajadora como uno de sus principales baluartes, es decir reconoce a los obreros un rol que no habrían tenido seguramente en un proceso nacional burgués acaudillado por la burguesía. Además, les reconoce una serie de reivindicaciones importantísimas, como nunca antes en nuestra historia. De este modo, ese capitalismo nacional, con una gran área estatizada, ofrece una variante diferente del capitalismo clásico, en su etapa inicial, en Europa y Estados Unidos.

LA JUSTICIA SOCIAL
Mientras en los procesos capitalistas clásicos, como ya dijimos, la acumulación se basa esencialmente en la explotación de los asalariados, en el Peronismo eso hubiese significado la desintegración del frente al perder a uno de sus componentes de mayor peso específico. Por el contrario, el peronismo se convierte en intérprete de los reclamos obreros y se caracteriza por dar respuesta a los mismos: aguinaldo, tribunales de trabajo, sindicatos por rama, afiliación masiva, delegados de fábrica, vacaciones pagas, indemnización por despido y accidentes de trabajo, estatuto del peón rural, salario mínimo, convenios colectivos, turismo social, pensiones, salario real en ascenso, plena vigencia de leyes laborales de antigua data que carecían de aplicación efectiva e incluso reconocimiento constitucional a los derechos más importantes.
Dice Julio Mafud: “Al contrario del movimiento obrero sindical internacional, la constitución del proletariado peronista se caracterizó por recibir en su origen inmediatas mejoras. Esta determinación originó el surgimiento de un proletariado sin lucha, sin casi rebeldía dentro del peronismo. El peronismo contó desde su nacimiento con instituciones fuertemente integrativas: Estado, central obrera única, Secretaría de Trabajo. Desde allí neutralizó la lucha de clases dentro del sistema”.[17]
Pero.. ¿Cómo era posible redistribuir fuertemente el ingreso, imponer convenios colectivos, defender a los delegados, crear Tribunales de Trabajo favorables a los obreros, etc. sin perder el apoyo de los industriales que apoyaban a Perón?. La respuesta la encontramos en la renta agraria diferencial.
Las excepcionales condiciones de clima y suelo de nuestra zona pampeana han permitido producir carnes y cereales, a costos notablemente inferiores a los del resto del mundo. Es decir, en nuestra producción agropecuaria, además de la rentabilidad común propia de este tipo de producción, existe una utilidad excedente o superutilidad que llamamos renta agraria diferencial y que está dada por la diferencia entre el costo del mercado mundial (que se fija en función de la producción de países con clima y suelo no privilegiados) y el costo argentino. Esta ventaja comparativa ha signado el carácter de nuestra oligarquía: capitalista en tanto fabrica vacas, paga salarios a sus peones y vende en el mercado mundial, pero no burguesa en tanto sus altas ganancias no provienen principalmente de la explotación de sus peones sino fundamentalmente de la renta agraria diferencial, derivada de ese privilegio de clima y suelo.[18] Esa clase dominante está marcada por ese rasgo fundamental no burgués, parasitario y ello la lleva a derrochar sus grandes ingresos y no a reinvertirlos, manteniendo durante décadas una total indiferencia por la innovación tecnológica y el aumento de productividad. La oligarquía no se propuso desarrollar el país, fue indiferente a la gran oportunidad para echar las bases de la industria liviana y pesada, y ni siquiera se preocupó por modernizar la producción agropecuaria.
Por eso hubo “enriquecimiento” (para un sector de la sociedad) y no “crecimiento de las fuerzas productivas”. Esa renta se distribuyó hasta 1945, en parte; disminuyendo los precios de exportación, subvencionando el costo de vida de los países centrales; en parte dilapidada por el consumo suntuario de una oligarquía fastuosa. El peronismo, en cambio, se apropia parcialmente de esa renta diferencial y la convierte en el pivote de su política de crecimiento económico y justicia social. Para ello controla decididamente la exportación a través del IAPI, el control de cambios y el Banco Central, concentra además la exportación defendiendo los precios y entabla duras negociaciones con los ingleses en materia de carnes. Es decir, rescata la parte de la renta diferencial que se llevaba el imperialismo con bajos precios, pero además, fija un tipo de cambio sobrevaluado que implica la apropiación de una parte de lo que percibe el exportador por sus ventas. Esa parte de renta diferencial es transferida por el Banco Central a los industriales que –utilizando ese tipo de cambio alto- logran importar a bajo precio máquinas e insumos, mientras la combinación con tarifas aduaneras protectoras impide la competencia del producto terminado extranjero a las nacientes industrias. También les llega a los industriales créditos a bajas tasas de interés a través del Banco de Crédito Industrial.
Otras medidas conjugan este sistema: la congelación de arrendamientos rurales permite estrechar los márgenes de los terratenientes en provecho de los chacareros arrendatarios. El congelamiento de alquileres urbanos –no sólo de viviendas sino también de locales- actúa asimismo como un subsidio a los sectores comerciales e industriales reduciendo la renta parasitaria de los dueños de inmuebles.
Esto significa que el sector industrial se convierte en beneficiario de una importante redistribución del ingreso que se logra transfiriendo una buena parte de la renta diferencial desde el sector oligárquico. Aquí reside el principal factor en que la reciente burguesía industrial basa la acumulación del capital, ratificando la originalidad de este proceso.
Esa burguesía industrial que opera con créditos baratos, protección aduanera y mercado interno en expansión cede, entonces, a cambio de esos privilegios, una serie de beneficios importantísimos a favor de la clase trabajadora. La contradicción obreros-empresarios se amengua notablemente, sus relaciones se aceitan merced a la renta diferencial. En tanto los precios internacionales de los productos exportables tradicionales eran altos y permitían mantener este traslado de riqueza, había “conciliación” entre el capital y el trabajo.

REVOLUCIÓN NACIONAL INCONCLUSA
Cuando la renta diferencial a partir de 1952/1953 comienza a achicarse -por la disminución de la producción agropecuaria producto de dos sucesivas sequías, la baja de los precios agropecuarios internacionales y la tendencia al autoabastecimiento de algunos países europeos- emergerán dificultades que cuestionaran seriamente el funcionamiento de esa Argentina nacida en 1945.
Ese proceso de Liberación Nacional, que bajo la forma de desarrollo de un capitalismo autónomo, descansaba fundamentalmente sobre la renta diferencial, empezaba a mostrar sus limitaciones. La situación apremiante de muchos productores impide someter los precios de exportación a importantes quitas como en los últimos años, los industriales empiezan a encontrar dificultades para llevar adelante la acumulación del capital y se desacelera el mejoramiento del salario real de los obreros.
Frente a estas dificultades, el gobierno reorienta su política económica mejorando precios agropecuarios e intentando estabilizar salarios y precios con medidas de corte monetarista. El plan económico de 1952 va dirigido a paliar los desajustes mencionados, se hace hincapié en la austeridad, la productividad y la estabilización. Pero ya la base de sustentación se ha debilitado demasiado. Es urgente realizar una importante inversión en transportes y combustibles –retrasados respecto al crecimiento general- y al mismo tiempo, impulsar decisivamente la industria pesada.
Era necesario, para concluir la revolución nacional, cambiar la estructura social en profundidad, esto es lo que no alcanzó a hacer el peronismo. Al no hacer la reforma agraria no le quitó el poder económico a la oligarquía, y esto llevó a la supervivencia de las viejas estructuras.
Dice Julio Mafud: “El peronismo no comprendió que no hay liberación nacional o emancipación del imperialismo si no se destruye o no se elimina la estructura socio-económica oligárquica terrateniente, principal usufructuaria del latifundio y principal colaboradora del capital extranjero. No comprendió que en la medida en que se desarrollaba el industrialismo se producía una dependencia a dos puntas. Por un lado, el gobierno dependía de la oligarquía terrateniente, dueña de casi todo el capital industrial. Y por el otro, del capital imperialista extranjero si quería mantener el ritmo técnico o industrial moderno de producción”.[19]
El gobierno peronista se ha debilitado porque aquél poderoso frente nacional del 45’ ya no existe, ha entrado en disgregación. La oligarquía comprende el peligro que la acecha y la oportunidad que se le presenta. En ese escenario político, se produce el golpe militar del 55’ con el retorno oligárquico proimperialista y antipopular.
                                                     











CAPITULO II

LA MUJER EN EL PERONISMO

LA PROBLEMÁTICA DE LA MUJER

Pese a que se admite como un hecho significativo del siglo XX la irrupción creciente de la mujer en los distintos ámbitos de la vida, su ausencia como protagonista de procesos relevantes es, sin duda, una situación de hecho que no se invalida por la presencia de casos excepcionales o atípicos.
Tradicionalmente, esa ausencia ha pretendido fundarse en consideraciones biológicas, religiosas y hasta filosóficas y científicas. A la luz de esos conceptos se fue “determinando” lo que era específico a su naturaleza femenina, llevando históricamente a diferenciar y definir las funciones y roles sociales de uno y otro sexo.
Ese modelo o rol, ha sido calificado por algunos sociólogos como un “rol adscripto”, es decir como un rol dependiente del rol masculino. Tal tipo de rol significa que el papel de la mujer en la sociedad no ha sido reconocido nunca por sí mismo, sino en una relación de dependencia con el rol del hombre. La valoración de la mujer se limita exclusivamente a su rol de esposa y madre.[20]
Dice Jorge Abelardo Ramos: “La esclavitud de las mujeres no es una mera frase. Se expresa también en su resistencia a tomar conciencia de tal situación. Ninguna expresión podría abarcar todo un período histórico sin crear la actitud psicológica que contribuya a mantenerla y de la que participen sus víctimas”. Hay una especie de “derecho natural” que obliga a que la mujer lave los platos o cuide los hijos. Si parece una fatalidad biológica es exclusivamente porque su duración histórica es tan prolongada que nadie concibe su desaparición. Lo histórico, es decir, lo provisorio, se transforma en algo biológico, poco menos que en sinónimo de eterno. Pero la esclavitud integral de la mujer no es “natural” sino histórica”.[21]   
Ese rol “adscripto” o “natural” determinó que durante un larguísimo período, la mujer haya sido marginada del nivel de decisiones.

EL MUNDO CAPITALISTA:
Recién a fines del siglo XIX y principios del XX –concomitantemente con el cúmulo de cambios sociales que acompañan a la Revolución Industrial que produce el desarrollo del capitalismo en los países centrales- es cuando aparecen los primeros síntomas de un cambio.
Las libertades, los derechos y la igualdad jurídica que habían sido las grandes conquistas de las revoluciones liberales no afectaron a la mujer. Los "Derechos del Hombre y del Ciudadano" que proclamaba la revolución francesa se referían en exclusiva al "hombre" y no al conjunto de los seres humanos.
Esta gran contradicción fue el antecedente de una progresiva toma de conciencia y una cierta revalorización de la mujer, que pronto determinaron la aparición de los movimientos “sufragistas”. Estos reducían su planteo a una única reivindicación: el derecho al sufragio, a partir del cual esperaban lograr las demás conquistas como la igualdad frente al hombre en términos de derecho de propiedad, acceso a la educación e igual capacidad de obrar. Esta es la etapa que algunos autores denominan “Feminismo de  Primera Ola”.
El movimiento sufragista era de carácter interclasista ya que consideraban que todas las mujeres sufrían en cuanto mujeres, independientemente de su clase social, discriminaciones semejantes. 
Surgido al calor del desarrollo del capitalismo, se localizó en áreas centrales como Estados Unidos e Inglaterra, y se vio fuertemente influido por las pautas ideológicas del individualismo liberal. Estas feministas pusieron énfasis en el respeto a los valores democráticos y definían la situación de las mujeres como de desigualdad -y no de opresión y explotación- postulando la reforma del sistema hasta superar los obstáculos legales para poder lograr la igualdad entre los sexos.
Este movimiento se constituyó en el antecedente más relevante del movimiento feminista. Sin embargo, “evidenció un planteamiento y una concepción equivocada de la problemática en torno de la mujer, al proponer la identidad total con el hombre, partiendo de la negación de toda diferenciación, aún la biológica; y postulando sólo una igualdad legal, sin cuestionar la configuración cultural de la sociedad y las raíces de la exclusión de la mujer en los distintos ámbitos sociales”.[22]

EL MUNDO COMUNISTA:
Desde el comunismo se abordó la “cuestión femenina” y se ofreció la explicación a la opresión de las mujeres: el origen de su subordinación no estaría en causas biológicas, sino sociales. La opresión de las mujeres derivaba del capitalismo.
Por eso, las comunistas suscribían la tesis de que la emancipación de la mujer era imposible en el sistema capitalista (explotación laboral, desempleo crónico, doble jornada, etc). Así, la "cuestión femenina" no pasaba a ser central ni prioritaria para la dirección del partido. Más bien se la consideraba una mera cuestión de superestructura, que se solucionaría automáticamente con la socialización de los medios de producción.
Sin embargo, a pesar de la participación de las mujeres en la Revolución de Octubre, una vez tomado el poder, el Estado Soviético siguió practicando de alguna manera la discriminación política y laboral de la mujer. “Las mujeres no  accedieron a puestos de importancia en los niveles políticos ni en los profesionales y no se adoptaron medidas específicas para combatir los rezagos del sistema patriarcal”.[23]
En los países comunistas, entonces, no llegó a formarse un movimiento “feminista” como tal. Los sistemas comunistas tampoco dieron una respuesta válida a la problemática de la mujer. Esto, a pesar de que los clásicos del socialismo abordaron especialmente el  tema.
Fourier, el gran socialista utópico francés, hizo una crítica contra la sociedad burguesa, por las relaciones entre los sexos y la posición de la mujer vigente en ella, afirmaba: “el grado de emancipación de la mujer en una sociedad dada es el barómetro natural por el que se mide la emancipación general”.[24]
A mediados del siglo XIX, el socialismo de inspiración marxista, ofrecía “una nueva explicación del origen de la opresión de las mujeres”. Así, Friedrich Engels,  en “El origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado”, sostuvo que el origen de la sujeción de las mujeres no se basaba en causas biológicas, sino en la aparición de la propiedad privada y en la exclusión femenina de la esfera de producción social. Argumentaba que para su liberación era necesario, además de la revolución socialista, que trabajasen fuera del hogar incorporándolas a la producción.[25]
Lenin desarrolló fecundamente las ideas de Marx y Engels sobre el papel de la mujer en la sociedad. Marcó el camino hacia la liberación femenina: participar en la lucha, integrar el movimiento revolucionario de masas. Su concreción sólo sería posible con el socialismo, que eliminaría toda desigualdad social y toda explotación. La lucha por la igualdad de derechos de la mujer se aúna entonces, con la lucha general por el progreso social.
Además, Lenin decía: “Hasta incluso cuando las mujeres gozan de plenos derechos, en la práctica siguen esclavizadas porque todas las tareas domésticas pesan sobre ella”. Entonces proponía: “Para lograr la total emancipación de la mujer y su igualdad real y efectiva con el hombre, es necesario que la mujer participe en el trabajo general de producción. La mujer no debe, a diferencia del hombre, ser oprimida a causa de su posición en el hogar.”[26]
Pero sin duda, el autor que consiguió mayor influencia y popularidad en el público socialista favorable a la igualdad de la mujer fue August Bebel. Este autor, en su obra “Mujer y Socialismo”, defendió la igualdad de derechos y denunció la ceguera socialista a la subordinación femenina. Consideraba que la subordinación de las mujeres tenía características específicas que no podían subsumirse en el marco de la explotación de los trabajadores y, por eso, la lucha de las mujeres debía ser específica. Así, la cuestión de la mujer se mostraba con más complejidades de las que los marxistas clásicos habían señalado.[27]
En definitiva, desde el socialismo se analizó críticamente la problemática del género femenino, pero no se logró revertir la situación a la cual estaba sometida la mujer rusa desde hacía siglos.
EL TERCER MUNDO:
Hemos visto que, tanto las propuestas del comunismo como del capitalismo, carecían de una respuesta específica e integradora de la mujer, carencia que determinó su rechazo en los países del Tercer Mundo.
Es que además, plantear la salida a la problemática de la mujer aislada de su contexto socio-político resultaba un contrasentido.
América Latina, que a principios de siglo asistía a lo que se llamó “el despertar de la conciencia nacional” y a la toma de conciencia de que subdesarrollo y dependencia eran los ejes de su problemática, no podía receptar una teoría que, además de provenir de un centro imperial, tenía un enfoque equivocado de los procesos nacionales que nacían en los países semicoloniales del Tercer Mundo.
La conquista de un papel protagónico de la mujer, se inscribe así como un frente de lucha más dentro de los grandes movimientos nacionales y populares que en el Tercer Mundo movilizan a los pueblos. Hombres y Mujeres, contra la dependencia y la explotación de los grandes centros imperiales.
El PERONISMO:
La Argentina estaba iniciando un proceso de reconstrucción nacional luego de la escisión a que había sido sometida por la agresión cultural y la deformación económica del imperialismo. Afianzándose paulatinamente en sus propias realidades, el peronismo empezaba a totalizar el enfoque de los problemas de la nación, inscribiendo la temática relativa de la mujer en los marcos de la realidad de la injusticia y la dependencia.
El proceso iniciado en la Argentina en 1945, con el nacimiento del Movimiento peronista, permitió que el planteo de la mujer se ubicara en sus correctas dimensiones.
El proyecto de liberación nacional peronista comenzó a darse una política respecto del género femenino, con la colaboración del liderazgo concreto y firme de una mujer, Eva Perón, quien sostuvo enfáticamente la necesidad de la incorporación de la mujer a la vida política nacional. Ella personalmente, encauzó la energía política de la mujer argentina a través de una conducción eficaz, sin receptar las teorías feministas de moda en esa época, y con profundo conocimiento de la realidad nacional. Pero eso lo hizo, no para enfrentar a los hombres, sino para enfrentar y combatir al imperialismo y la injusticia. El primer paso fue la ley 13.010 de Derechos Políticos de la mujer, sancionada en 1947. Pero ese paso, el sufragio, es correctamente inscripto en un contexto más amplio de la política por Eva Perón en “La razón de mi Vida” cuando dice: “Si bien es un instrumento poderoso, el voto no es fundamental en el movimiento femenino; es solo un medio, no un fin”.[28]
El nacimiento de un gran movimiento nacional y popular, desde una doctrina nacional y totalizante, convocó a hombres y mujeres a la tarea común de lograr la Justicia social, la Independencia económica y la soberanía política. La propuesta organizativa del peronismo para la mujer, como segmento social significativo –el partido peronista femenino-  la articuló en la lucha política hacia el mismo objetivo. Esa concepción está perfectamente sintetizada por Evita en La Razón de mi Vida” cuando dice: “De nada nos valdría un movimiento femenino organizado en un mundo sin justicia social. Sería como un movimiento obrero sin trabajo. ¡No serviría de nada!”[29]
No puede haber mujeres libres en una sociedad dominada; pero no habrá liberación sin el solidario compromiso de las mujeres junto a sus compañeros. Dijo Eva Perón en 1951 “Si bien hombres y mujeres peronistas están unidos por los objetivos de la doctrina y por Perón, las mujeres tienen además un objetivo propio: redimir a la mujer. Ese objetivo está en la doctrina justicialista  de Perón, pero nos toca a nosotras, mujeres, alcanzarlo”.[30]

SITUACIÓN DE LA MUJER ANTES DEL PERONISMO

En Argentina, en la década del 30’, se estaba produciendo un proceso de industrialización  incipiente, que comenzaba a exigir, cada vez con mayor urgencia la participación de la mujer en el mercado laboral.
Según el censo, en 1946, el 61.6% de las industrias habían sido constituidas desde el quinquenio 1931-35. Este desarrollo se concentra en la Capital Federal y Gran Buenos Aires, donde se registran en 1946, el 56,5% de los establecimientos industriales y el 68,8% de los obreros.
Paralelamente, se intensifica la migración del interior hacia el Gran Buenos Aires. Entre 1943-47 ingresan anualmente a la zona 150.000 habitantes del interior. En 1947, las mujeres en la fuerza laboral representan el 31,2% del total de mujeres mayores de 14 años de la Capital. En el grupo de edades entre 18 y 29 años, esta proporción aumenta, alcanzando casi la mitad de todas las mujeres de esa edad.[31]
A pesar de la creciente importancia numérica de la mujer en la fuerza laboral, las diferencias entre los salarios femeninos y masculinos se acentúa desde 1920. La escasa legislación laboral protectora (ley 11.317/24 y 11.726/33), era poco observada y no contemplaba la desigualdad salarial, ninguno de los oficios dejaba de ser una explotación. Las mujeres atravesaban duras condiciones de trabajo, generalmente en tareas de mucho esfuerzo y escasa paga: empleadas de tienda, mucamas, modistas, planchadoras, obreras de fábricas textiles, tabaco, calzado, etc.
En el otro extremo del plano social, las mujeres de las clases altas, favorecidas por su jerarquía social, continuaron su existencia de espaldas a la realidad, alternando entre ocupaciones placenteras tales como el aprendizaje de idiomas  o de bellas artes y las recepciones en las cuales brillaban como anfitrionas: acaso dedicaban algún momento de su semana a tranquilizar sus conciencias a través de las actividades de la antigua Sociedad de Beneficencia, y de la cual era presidenta, según la tradición, la esposa del Presidente de la República.
En el acto inaugural de  la primera asamblea nacional del movimiento peronista femenino, el 26 de julio de 1949, Eva Perón caracterizó la situación de la mujer de esta manera:
“¿Cuál era la situación de la mujer en lo económico, lo político y lo social, hasta esa fecha? Madre, hija, hermana del pueblo, la mujer argentina sufrió las mismas negaciones e injusticias que caían sobre ese pueblo y sumó a ellas, la suprema injusticia de no tener derecho a elegir ni a ser elegida, como si ella, que era la garantía del hogar y de la vida y la educación de sus hijos, desde la cuna hasta la madurez, resultara un peso muerto para el perfeccionamiento político de la colectividad.
En lo económico sufríamos directamente en doble proporción la indignidad económica que pesaba sobre todo el pueblo argentino. Si recordamos los salarios de la época, lo mismo en las industrias de la ciudad que en los trabajos del agro, las cifras que las expresan resultan la mejor demostración de la diferencia que hay entre ese cercano ayer y nuestro hoy satisfactorio. Con sueldos de hambre en toda la industria nacional, con nuestros campos poblados con el peonaje anónimo, sin ninguna protección gubernamental y entregados todos a la voluntad y omnipotencia de los privilegiados de la oligarquía la vida de nuestros pueblos sólo se enriquecía de odios sociales y de esperanzas de redención. La previsión social no existía ni siquiera como mentira piadosa, porque la prepotencia de los poderosos contaba con los poderes públicos para imponer su dictadura económica sobre toda protesta popular.
Las leyes sociales, que desde principios de siglo se arrastraban por los pasillos del parlamento, sin salir jamás de la condición de proyectos, sólo servían para soldar la esclavitud de la masa porque aparecían ante sus ojos esperanzados durante cada campaña electoral y todos los partidos la desplegaban en sus banderas antes de la elección para guardarlas entre los trastos viejos después del triunfo electoral.
No había salario mínimo, convenios colectivos, vacaciones pagadas, subsidios por enfermedad, reglamentación del trabajo de los menores que fuera cumplida, ni ley de accidente de trabajo que resolviera una sola vez el problema planteado en beneficio del trabajador. Los despidos, que se hacían en masa cada vez que la voluntad patronal así lo requería o que sus intereses de casta lo recomendaban, estaban a la orden del día. Sin indemnización, sin justicia efectiva, sin garantía de trabajo permanente y sin gobernante a quien recurrir, porque todos los gobiernos de todas las épocas estuvieron social, económica y políticamente al servicio de la oligarquía, de los intereses del gran capital, de aquí y del exterior, nuestros trabajadores en muy poco se diferenciaban de los siervos de la Europa medieval.
Tal era, a grandes rasgos el panorama económico. El político se caracterizaba por el fraude y el social, por la negación sistemática a todo derecho de agremiación. Vivía nuestro pueblo una noche permanente de derechos esenciales, mientras la oligarquía trajinaba alegremente sobre toda la economía nacional para servir al capitalismo sin patria del otro lado del mar.
Si volvemos los ojos hacia el campo la situación era aún peor y más vergonzosa para el patriotismo y la conciencia nacional y social de todos los argentinos. La producción del agro estaba en su totalidad entregada al capricho de los monopolios, que fijaban su precio sin considerar para nada los derechos del productor. La tierra era un bien de renta a la que no podía aspirar el trabajador rural. Los desalojos, enfermedad endémica de los campos argentinos ponían su caravana de vergüenzas en todos los caminos del interior del país”.[32]
A esta realidad se sumaba una legislación que mantenía a la mujer en una situación de inferioridad jurídica con respecto al hombre. Ejemplo de ello son las leyes sobre el matrimonio, el divorcio, la patria potestad e hijos naturales y la imposibilidad de emitir el sufragio, que demostraban una actitud verdaderamente anacrónica  hacia la mujer. 
Dice Marisa Navarro: “La polarización que se produjo en torno a la figura de Perón arrastró a las mujeres y las obligó a tomar partido. En una primera instancia, las más activas fueron las antiperonistas, se organizaron, tomaron parte en la Marcha por la Constitución y la Libertad, asistieron a actos de la oposición, y el 12 de octubre de 1945 participaron en la manifestación en la Plaza San Martín”.[33]
Las mujeres peronistas aparecerán por primera vez el 17 de octubre. Son las que apoyan a Perón porque se ven favorecidas por las medidas que cambian las condiciones de trabajo de sus esposos o hijos o porque ellas mismas integran la fuerza de trabajo y entienden lo que él representa para ellas. Saben que desde 1944 tienen derecho a un salario mínimo y que la diferencia entre sus salarios y los de los hombres ha disminuido. Ven además que sus problemas laborales han merecido por primera vez en mucho tiempo la atención de las autoridades.
El 17 de octubre, las mujeres también abandonaron sus fábricas para ir a la Plaza de Mayo, o estuvieron presentes, acompañando a sus maridos o a sus hijos.[34]

LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER COMO UNA POLÍTICA DE ESTADO

La emancipación de la mujer pasa a ser una cuestión urgente y fundamental que debe resolver el Estado. Las mujeres, que componen la mitad de la población, representan a uno de los sectores más oprimidos de la sociedad. En un país periférico como la Argentina, constituyen el eslabón más débil de la cadena social, siendo víctimas de una triple opresión; de los países centrales, de clase y de género.
De los países centrales, en cuanto la mujer sufre la misma situación de opresión que el conjunto de la población de un país semicolonial dominado por los intereses de los países imperialistas.
La opresión de clase se explica por la división de clases sociales, lo que nos imposibilita reducir a las mujeres a un grupo homogéneo. Se deduce entonces que hombres y mujeres de una clase social explotan a hombres y mujeres de otra clase social.
Dice Abelardo Ramos: “Es preciso tener en cuenta que para las mujeres de clase alta o media intelectual el feminismo ha dejado de ser una cuestión personal. Están emancipadas por su situación económica, social y cultural. De algún modo, participan de la explotación que sus maridos y su clase ejercen sobre el conjunto de la sociedad argentina”.[35]
Agrega: “En un país semicolonial las mayorías femeninas son las mujeres más explotadas, humilladas y oprimidas: las obreras, las mujeres del campo, las empleadas de la ciudad, el servicio doméstico, las maestras, las vendedoras de tienda, las cajeras, en suma, la aplastante mayoría”.[36]
La opresión de género se explica porque la mujer también es oprimida en razón de su sexo. Por el hecho de ser mujer, ha sufrido desde los inicios de la civilización, de un trato discriminatorio en todos los ámbitos de la vida pública y privada. Discriminaciones de todo tipo; en la valoración de su trabajo, por ende en su remuneración; en sus derechos civiles; en el acceso a todos los oficios, cargos y profesiones; en su calificación; en la participación política; etc.
El peronismo surgió cuando la participación política estaba todavía reservada solamente a los hombres, integrador de sectores antes ausentes de la escena política, logró cambiar la situación de la mujer a partir de la aprobación de la ley de sufragio femenino y la creación del Partido Peronista Femenino que las incorporó masivamente a la política.[37] Esta política respecto de la mujer, representó el primer esfuerzo de movilización integral femenina a nivel nacional, que se realizó desde el Estado.
Perón sostuvo en la reunión Pro Sufragio Femenino del 26 de julio de 1945 en la Cámara de Diputados: “soy un convencido de la necesidad de otorgar a la mujer los derechos políticos y apoyo con toda la fuerza de mi convicción el propósito de hacer esto una realidad argentina. Es necesario dar a nuestra Constitución su plena aplicación dentro de las formas democráticas que practicamos y debemos una reparación a esa Constitución, mutilada en lo que se refiere a la mujer”.[38]
Llegado a la presidencia, el General Perón había ratificado su compromiso con el género femenino. En su discurso de apertura de las Sesiones Legislativas del año 1946, manifestó: “La creciente intervención de la mujer en las actividades sociales, económicas, culturales y de toda otra índole la han acreditado para ocupar un lugar destacado en la acción cívica y política del país. La incorporación de la mujer a nuestra actividad política con todos los derechos que hoy se reconocen a los varones, es insustituible factor de perfeccionamiento de las costumbres cívicas”.[39]
En su discurso del día 3 de agosto de 1951 decía el general Perón: “No puede negársele a la mujer, que ha sufrido todas las vicisitudes que han sufrido los hombres, ausentes en las horas de las decisiones pero presentes en las horas de los sacrificios; ellas, que han sido observadoras sin preconceptos y sin prejuicios de esa vida cívica argentina, que han sufrido las consecuencias de toda su deformación y que han llevado en su  vida siempre latente el dolor de la injusticia, de la ingratitud y de la venalidad, cómo no han de estar en condiciones de apreciar qué es lo que le conviene a ellas como pueblo y qué es lo que le conviene a la Patria frente a esa decisión de los tiempos que deberán enfrentar, para ser, juntamente con los hombres, los forjadores de la futura Argentina, siendo artífices comunes del destino de la Patria”.[40]
Aquí vemos que el General Perón, cuando expone la posición del justicialismo frente al rol político de la mujer, también lo dimensiona en toda su importancia y toda su grandeza, mucho más allá del voto en sí. Ese mismo día dijo: “Para los peronistas, el aporte de la mujer es indispensable. Queremos que las futuras generaciones de argentinos se eduquen en esa moral cívica, en esa moral ciudadana y en esa moral personal, y eso se lo encargamos, dentro del movimiento peronista, a la mujer. Sabemos que nadie lo va a hacer en reemplazo de ella. Queremos que los hombres y las mujeres peronistas, hermanados, vayan creando una nueva conciencia en esta Nueva Argentina, para que en el futuro, desde la cuna, vayamos inculcando a nuestros hijos y sus descendientes, el concepto de que ellos deberán defender una nación, justa, libre y soberana, o sea las tres banderas de la nacionalidad, porque no puede existir una nación que viva en paz y sea feliz si no es justa, si no es libre y si no es soberana”.[41]
Perón también reconoció la importancia de la participación de la mujer en los asuntos públicos cuando dijo: “La participación de la mujer en la política ha resuelto un gran problema, cual es el de la formación de los niños. Entre el nacimiento y los seis años de edad, los niños forman el subconsciente, esa es tarea de la madre. Nosotros queremos que se formen hombres buenos, porque pensamos que para darle armas culturales a un hombre, lo fundamental es que sea bueno. ¡Dios nos libre de un malvado con muchos medios intelectuales para poder perjudicar a sus semejantes!. Esa es la primera escuela social y política que tienen los argentinos en primer término, los hogares y, en segundo lugar, las madres”.[42]
Pero los avances en el Peronismo no se limitaron a la incorporación de la mujer a la política. Con el modelo de industrialización se ampliaron sus posibilidades laborales y era notoria la participación de la mujer en el mercado de trabajo. El censo industrial de 1948 permite cuantificar esta participación en las fábricas: la industria del tabaco contaba con un 65.4% de mujeres, la industria textil 51%, la confección de prendas 67.6% de trabajadoras y la industria del papel un 39.2%, productos químicos y caucho un 42.8% y 38.6% respectivamente.
El peronismo acompañó este proceso con una legislación que protegía a la mujer trabajadora. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión comenzó a plantearse el problema de la posición de las mujeres, en particular en la familia y en el trabajo extradoméstico. Se creó en 1944 una división dentro de la Secretaría que se transformó en División del Trabajo y Asistencia de la Mujer a cargo de Lucila Gregorio de Lavié y María Tizón. Su objetivo era alentar la participación femenina en la fuerza laboral, atender los derechos y necesidades de la trabajadora, asegurar el cumplimiento de la legislación existente y promover la igualdad de salarios. Esto último se efectivizó en sucesivas medidas adoptadas para distintas industrias.
Ramos describía esta época de la siguiente manera: “La mujer  había llegado del interior, calzaba alpargatas al llegar a la Capital y en su mano apretaba un monedero de hule. Su cara estaba lavada con jabón amarillo y las crenchas peinadas hacia abajo, marcando el pómulo reminiscente. Enseguida se conchababa “con cama adentro”. Y la patrona dominaba su vida por completo.
Pero llegó la guerra y con ella el desarrollo de la industria. Las fábricas se erigían por todas partes. Nuevas industrias reclaman mano de obra, en particular de mujeres. Ella oyó hablar vagamente del tema. Finalmente, una compañera de plaza, la invitó a entrar a su fábrica. Así, la sirvienta se transformó en obrera. Cambió servidumbre personal por la explotación impersonal del capitalista. Constituía para ella un salto a la libertad. Era una doble emancipación. La primera, era sacarse de encima a la patroncita, y en segundo lugar, ganar más dinero con menos tiempo de trabajo”.[43]
Esta incorporación de las mujeres a las fábricas constituía en esencia un fenómeno progresista.  Aquí es preciso advertir una idea que Lenin expone en su obra “La mujer y el progreso social”: “Indudablemente, la fábrica capitalista coloca a estas categorías de la población obrera en condiciones particularmente difíciles y para ellas en especial resulta necesario reducir y regular la jornada, asegurar salubridad en el trabajo, etc., pero sería reaccionaria y utópica la tendencia a prohibir por completo el trabajo industrial de las mujeres, o a mantener un régimen patriarcal de vida que excluyese ese trabajo. Al destruir el carácter cerrado patriarcal de estas categorías de la población que antes no salían del estrecho círculo de las relaciones domésticas, familiares; al atraerlas a la participación directa en la producción social, la gran industria mecanizada impulsa su desarrollo, eleva su independencia, es decir, crea condiciones de vida que están incomparablemente por encima de la inmovilidad patriarcal de las relaciones precapitalistas”.[44]
A continuación, algunas ideas expresadas por Perón en 1944 cuando inauguró la División del Trabajo y Asistencia de la Mujer:
“Dentro de nuestra inmensa tarea de poner orden en el complicado mecanismo social argentino, toca hoy el turno al trabajo de la mujer, un tanto olvidado y descuidado a pesar de su extraordinaria importancia presente. Más de novecientas mil mujeres de nuestro país intervienen en la producción, desempeñándose en los más variados oficios y profesiones. Dignificar moral y materialmente a la mujer equivale a vigorizar la familia, vigorizar la familia es fortalecer la Nación puesto que ella es su propia célula. Para imponer el verdadero orden social, ha de comenzarse por esa célula constitutiva..
No basta un frío cuerpo de legislación mecánica, sino que es menester la seguridad del ejercicio de una justicia humana y segura, de que han carecido muchos legisladores y gobernantes. Por eso es que, sin cierta afición nativa a la justicia, nadie podrá ser un buen político.
Aquí hallarán eco las sanas inquietudes y apoyo las legítimas aspiraciones de la mujer argentina de hoy, que con su colaboración honorable y destacada en las labores intelectuales o científicas, en la docencia, en el comercio y en la industria, sabe sacar energías para cooperar con el hombre en la elaboración de la grandeza de la Patria.
 La sociedad moderna no restringe el trabajo de las mujeres, pero está en la obligación de asegurarles una eficaz protección, una mejor retribución de su esfuerzo, una asistencia, un apoyo y una ayuda oportuna y constante.
Es menester persuadirse de que para que las leyes del trabajo de la mujer, dejen de ser frías enunciaciones teóricas, deben ser objeto de una eficiente aplicación, que no puede quedar librada a la voluntad de quienes están obligados a cumplirlas, sino que deben estar sometidas a un severo contralor. Todo ello debe ser debidamente contemplado en la regulación jurídica de las normas que rigen las actividades femeninas del trabajo.
EI salario inferior de la mujer puede convertirse en factor de explotación y competencia desleal para el hombre, perturbar la economía y generar una baja en los salarios generales.
El establecimiento del principio de igual salario por igual trabajo es por ello fundamental para la existencia de una verdadera justicia social y un normal desenvolvimiento del trabajo”.[45]
Asimismo, se realizó también una importante tarea de ayuda social, desde el Estado y a través de la Fundación Eva Perón, que estuvo dirigida en gran parte a satisfacer material y espiritualmente las necesidades de las mujeres. Los hogares de tránsito eran para madres con hijos y sin maridos; el Hogar de la Empleada, para muchachas solteras; en los hogares-escuelas las mujeres que trabajaban podían dejar sus hijos pupilos o medios pupilos; los cursos de capacitación en oficios (dactilografía, corte y confección, etc) también era destinado a mujeres.[46]
Todos estos cambios fueron enmarcados a nivel jurídico e institucional. Se dictó una nueva legislación coherente con la posición del gobierno peronista que venía a complementar este proceso de igualdad entre hombres y mujeres iniciado con la asunción del nuevo gobierno. Por lo que se avanzó desde distintos niveles a saber:

Nivel Constitucional: Constitución de 1949
Este texto, estuvo vigente desde el 16 de marzo de 1949 hasta el 27 de abril de 1956, fecha en la cual un decreto del gobierno de la Revolución Libertadora dispuso declarar vigente la Constitución de 1853. En él, hayamos que en el capítulo dedicado a los derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad y de la educación y de la cultura, alude implícitamente a la mujer cuando declara como derecho especial del trabajador el de la protección de su familia. También vale aclarar, aunque peque de obviedad, que las condiciones de trabajo de las mujeres mejoraron cuando lo hicieron las de los hombres, así se vieron beneficiadas por el art. 14 bis que enumera los siguientes derechos:
* Condiciones dignas y equitativas de labor
* Jornada limitada
* Descanso y vacaciones pagos
* Retribución justa
* Salario mínimo vital y móvil.
* Igual remuneración por igual tarea
* Participación en las ganancias de la empresa
* Protección contra el despido arbitrario
* Estabilidad del empleo público.
* Organización sindical libre y democrática.
* Derecho de huelga.
De forma explícita, el artículo 37, se refiere a la mujer determinando que, al consagrarse los derechos de la familia se dispone que el Estado protege al matrimonio, garantiza la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad. Asimismo, se especifica que la atención y asistencia de la madre y el niño gozarán de una privilegiada consideración por parte del Estado.

Las leyes globales: Planes Nacionales de Desarrollo:
Los planes constituyen una síntesis de las diferentes políticas que se intentan implementar desde el Estado y, permiten hacer visible la ideología que el gobierno sustenta al formular dichas políticas.
En este sentido conforman elementos claves para detectar las estrategias de desarrollo del gobierno, representando una suerte de aspiración máxima del modelo de sociedad al que se pretende llegar.
Fue el gobierno peronista el que enunció la utilización del plan como instrumento de gobierno. El Primer Plan Quinquenal (1947-1951) fue elaborado como respuesta al diagnóstico que previamente realizará el Consejo Nacional de Posguerra, creado en 1944, por decreto 23847.
Este primer intento de planificación económico-social, se encuentra enmarcado en una estrategia económica, ya descripta anteriormente, de liberación nacional. El Primer Plan Quinquenal fue en realidad un conjunto de proyectos de leyes que el Poder Ejecutivo envió al Congreso.
Con referencia a la temática de nuestro interés, el 23 de octubre de 1946 el Poder Ejecutivo presenta un proyecto de ley sobre “Derechos electorales a la Mujer”. La exposición de motivos dice:
“… el reconocimiento de los derechos políticos de la mujer constituye un acto de justicia, porque la experiencia de todos los pueblos ha demostrado que cuando en ellos se presentan circunstancias de alteración gravísimas en que corre riesgo la propia vida de las naciones, la mujer coopera con su esfuerzo y con no menor energía que el hombre a la defensa de los intereses y de los derechos colectivos muchas veces con sacrificio de su vida, de su hogar y de su tranquilidad, por lo cual resulta inconcebible que se la mantenga apartada de los mismos intereses y derechos en las épocas de normalidad”.[47]
En el Segundo Plan Quinquenal (1953-1957), en el capítulo I, referido a la organización del pueblo, se especifica como Objetivo General del Plan lograr un alto nivel de vida material y espiritual para el capital humano que compone la comunidad. Éste se crea por la familia, y dentro de ella, por la mujer. De allí que se especifican dos objetivos: uno relacionado con la familia y otro referido a la función social de la mujer.
El plan considera a la mujer agente creador fundamental de la familia y de la conciencia individual de los ciudadanos. En consecuencia, el Estado pondrá especial atención en:
-Posibilitar el desarrollo de todas sus aptitudes vocacionales y el ejercicio de las profesiones consecuentes.
-Favorecer la participación activa de la mujer en la vida social, económica y política de la Nación, dentro de las organizaciones correspondientes del Pueblo y del Estado, teniendo en cuenta el ejercicio de sus funciones familiares como fundamentales para el cumplimiento del objetivo relacionado con la familia.[48]
En el capítulo III referido al tema Previsión, se estipula como uno de los objetivos amparar a las trabajadoras en casos de maternidad. La ley de accidente de trabajo (Ley 9688) y la de protección a la maternidad (Ley 11933) serán incorporadas al Sistema de Seguridad Social con las modificaciones acordes con el Plan. En el área de la Asistencia Social la protección materno-infantil aparece tratada junto con la protección de menores, ancianos, indigentes sordomudos y no videntes, a cargo del Estado en ausencia o impedimento moral o material de la familia.
En el capítulo IV referido a Educación, el tema de la mujer aparece específicamente citado en relación con la enseñanza media técnico-profesional. En efecto, se dispone la creación de Escuelas Profesionales para Mujeres, con el fin de capacitarlas en diferentes actividades, y despertar al mismo tiempo su conciencia ciudadana.
Se puede observar que ambos planes justicialistas pretenden modificar la situación social de la mujer. El Primer Plan Quinquenal coloca el acento en su rol de ciudadana; el Segundo Plan pretende conjugar diversos aspectos: el rol de ciudadana, el de trabajadora y de sus funciones familiares. Se aprecia la igualdad del hombre y de la mujer como una característica básica del modelo de sociedad que el peronismo se propuso construir.

Leyes referidas a la mujer:
-Derechos políticos:
Como vimos anteriormente, ya en 1945 el peronismo había demostrado explícitamente su posición favorable a los derechos políticos de la mujer. En ese año, en el ámbito de la Dirección de Trabajo y Asistencia de la Mujer se formó la Comisión Pro Sufragio Femenino.
La Ley 13010 aprobada por el Congreso Nacional el 9 de septiembre de 1947 otorgó a las mujeres los mismos derechos políticos e iguales obligaciones que las leyes imponen o acuerdan a los varones. Asimismo, se declara que las mujeres extranjeras residentes en el país tienen los mismos derechos políticos que los varones extranjeros. El Poder Ejecutivo, por su parte, procederá a confeccionar el padrón electoral femenino. A partir de aquí las mujeres tienen el derecho de votar y elegir a sus representantes, como también el de ser elegidas.
El artículo 1º disponía que toda mujer mayor de 18 años, nativa o naturalizada tenía derecho a elegir y ser elegida, en iguales condiciones que los varones, debiendo estar inscripta en el padrón electoral. El artículo 22, por su parte, establecía que el Poder Ejecutivo proporcionaría a las mujeres un documento de identidad necesario para la identificación de su personalidad y para la constancia del ejercicio del derecho al sufragio.[49]
- Matrimonio:
En 1954 se dicta una norma (ley 14394) que instaura el matrimonio disoluble al permitirse el divorcio y la legalidad de las segundas nupcias.
Las bases mismas del Estado argentino (y de su primer Código Civil, de 1869) consagraban las atribuciones superiores del varón sobre la familia e imponían límites a la esfera de decisiones de la mujer. La ley de divorcio arremete contra una serie de discriminaciones que limitaban a las mujeres. Así, el gobierno con la ley de divorcio intentaba paliar situaciones reales que afectaban al matrimonio y la situación de los hijos. Los legisladores peronistas sintetizaron el sentir de quienes favorecían el divorcio para favorecer a la institución familiar: la ley se hallaba enraizada en los fundamentos del Segundo Plan Quinquenal y serviría para solucionar situaciones propias de los tiempos que transcurrían.
Esta situación duraría muy poco tiempo, pues el gobierno militar de la Revolución Libertadora prontamente lo deroga.
-Familia-filiación:
En 1950, se dicta una norma que sanciona con penas pecuniarias y privativas de la libertad el incumplimiento de los deberes de asistencia familiar. Así, se dispone que serán castigados: a) los padres que no prestaren a su hijo menor de 18 años o impedido, los medios indispensables para su subsistencia; b) los hijos respecto de sus padres impedidos; c) el adoptante y el adoptado en las mismas condiciones que al padre y al hijo; d) el cónyuge respecto del otro no separado legalmente por su culpa.[50]
En 1954 se suprimen las discriminaciones públicas y oficiales entre los hijos nacidos de personas unidas por matrimonio y de hijos nacidos de uniones no matrimoniales. Se derogan asimismo las calificaciones de hijos naturales, incestuosos o adulterinos. El reconocimiento del hijo se declara irrevocable. El Registro Civil expedirá las partidas de nacimiento de forma tal que no resalte si la persona ha sido o no concebida durante el matrimonio. Los hijos nacidos fuera del matrimonio tendrán en la sucesión del progenitor un derecho igual a la mitad del que le asigna la ley a los nacidos dentro del matrimonio. Los deberes inherentes a la patria potestad son extensivos a los progenitores de hijos extramatrimoniales.[51]
-Maternidad:
En 1947 se dicta el decreto 26942/47 que reglamentaba el régimen de licencias y vacaciones de los empleados públicos. En su artículo 8º estableció que las mujeres gozarán de una licencia especial con goce de haberes de doce semanas en dos períodos a ser posible iguales, uno anterior y otro posterior al parto, el último de los cuales no será menor de seis semanas.
En 1948 se dicta la ley 13341 por la cual se crea la Dirección Nacional de Asistencia Social. El decreto reglamentario de dicha ley establece que la “Protección a la madre desamparada” estará a cargo dicha Dirección en forma completa y sin reparos, sea cual fuere la procedencia de la asistida, su estado civil, condición social, edad, nacionalidad, religión, etc. y tiene por fin primordial evitar la disolución del binomio “madre-hijo”. La protección se iniciará antes del parto, en cualquier época de la gestación y se prolongará después del nacimiento hasta que el hijo haya creado en la madre la verdadera conciencia de su maternidad o se encuentre solucionada su situación social y económica.
La protección se realizará: a) Acción directa: por intermedio de sus institutos y hogares maternales, a los que podrá ingresar toda mujer desamparada, donde al tiempo que se le proporcione albergue cómodo, decoroso e higiénico, se le prestará la debida asistencia médica y social, hasta la completa solución de su caso. Estos institutos tienen el verdadero carácter de “Escuelas Maternales”, y la madre sólo egresará de ellas cuando ya esté suficientemente fortalecida y preparada para enfrentar con seguridad su vida y la de su propio hijo; b) Acción indirecta: cuando por circunstancias especiales no sea posible o conveniente la internación en los hogares, mediante el otorgamiento de subsidios maternales y ayudas de crianza, y el auxilio moral y práctico a cargo del Servicio Social.[52]
Posteriormente, en 1953, fue parcialmente modificado el Régimen de licencias para el personal civil del Estado. En efecto, la nueva norma establece, igual que los anteriores decretos, una licencia de doce semanas, divididas en dos períodos preferentemente iguales –uno anterior y otro posterior al parto- el último de los cuales no será inferior a seis semanas. Asimismo, en los casos anormales, se podrá aumentar el período de la licencia (licencia por corto y largo tratamiento de salud). En caso de nacimiento múltiple esta licencia podrá ampliarse a un total de 15 semanas, con un período posterior al parto no menor de 9 semanas. A petición de parte y previa certificación médica que así lo aconseje, podrá acordarse cambio de tareas a partir de la concepción hasta el comienzo de la licencia por maternidad. Toda madre de lactante podrá optar por: a) disponer de dos descansos de media hora cada uno para amamantar a su hijo en el transcurso de la jornada de trabajo; b) disminuir en una hora diaria su jornada de trabajo al comienzo o al final de la misma; c) disponer de una hora en el transcurso de la jornada de trabajo. Todo ello de acuerdo con la reglamentación que dicte cada ministerio.[53]

Competencias institucionales:
El tema de las competencias institucionales refleja de algún modo los roles en que la mujer es objetivo de políticas como: madre, obrera y desamparada.
En 1945, la Secretaría de Trabajo y Previsión creada en 1943, se transforma en Ministerio de Trabajo y Previsión, e incorpora a la Dirección de Servicio Social la División de Trabajo y Asistencia de la mujer.[54]
En 1946, la División de Trabajo y Asistencia de la Mujer (creada en 1944) pasa a depender de la Dirección General de Trabajo y Acción Social Directa.[55]
En 1947, una norma encarga al Poder Ejecutivo que realice los estudios e investigaciones de carácter sanitario, jurídico y estadístico a efectos de preparar un proyecto de Código Sanitario y de Asistencia Social, basado en los siguientes principios generales: a) organizar el gobierno de la salubridad general e higiene pública de la Nación; b) proveer a la asistencia de todos sus habitantes, promoviendo la unificación paulatina de la asistencia médica y social y su gratuidad para las clases sociales que no cuenten con los medios adecuados para satisfacer íntegramente la protección de su salud; c) concretar que la acción en todo el territorio de la República sea ejercida por el poder central; d) en lo referente a la asistencia e higiene de la maternidad y de la infancia: orientar, organizar y/o coordinar las actividades tendientes a solucionar en sus aspectos higiénicos, médicos y sociales, los problemas inherentes a la maternidad, a la niñez, a la adolescencia y a la ancianidad. A los efectos de financiar las instituciones que se incorporen al Código Sanitario de Asistencia Social se crea el Fondo Nacional de Salud y Asistencia Social.[56]
En 1948 se crea la Dirección Nacional de Asistencia Social, dependiente del Ministerio de Trabajo y Previsión, destinada a ejercitar en todo el territorio de la Nación el amparo de las personas que por causas fortuitas o accidentales se vean privadas de los medios indispensables de vida y de las que careciendo de ellos se encuentren incapacitados en forma definitiva para obtenerlos. Así, la Dirección creada ejerce: a) la protección de menor abandonado, huérfano o delincuente, y de aquellos cuyos padres o representantes legales se encuentren física, económica o legalmente imposibilitados de hacerlo; b) la protección de la madre desamparada, concurriendo por todos los medios a evitar la disolución del binomio “madre-hijo”; c) el amparo y socorro de la vejez desvalida; d) a la integración y consolidación del núcleo familiar.[57]
Un año después, un decreto reglamenta las actividades de la Dirección Nacional de Asistencia Social y especifica: a) Asistencia a la minoridad, b) Protección a la madre desamparada: esta protección podrá iniciarse antes del alumbramiento y se prolongará después del nacimiento. Comprende: i) acción directa: por intermedio de sus institutos y hogares maternales, a los que podrá ingresar toda mujer que se encuentre en las condiciones enunciadas; ii) acción indirecta: mediante el otorgamiento de subsidios maternales y ayudas de crianza y el auxilio moral y práctico a cargo del Servicio Social; c) Amparo y socorro a la vejez desvalida; d) Integración y consolidación del núcleo familiar: la acción en este aspecto ha de orientarse hacia la correcta y sólida constitución del hogar.[58]
Asimismo, en 1949, se dicta una ley que establece la nueva organización de los Ministerios nacionales y sus competencias. Al referirse al Ministerio de Trabajo y Previsión le atribuye las tareas inherentes a las relaciones entre el capital y el trabajo y la protección integral y legal del trabajador, y en particular: “..promover la defensa y goce de los derechos del trabajador, la familia, ancianidad, mujeres, menores, desvalidos e incapacitados, de acuerdo a lo dispuesto en la nueva Constitución Nacional”.[59]
En 1954, una norma transfiere la Dirección Nacional de Asistencia Social al Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública, institución que desempeñará en lo sucesivo sus funciones.[60]


CAPITULO III

EL PAPEL DE EVA PERON

La mayoría de las veces que se ha abordado a este personaje de la historia, parecería que ha interesado más ahondar otras instancias de su vida: su infancia, su situación familiar, la vida de sus padres, las circunstancias en que se alejo de su hogar, su vida privada en Buenos Aires, las condiciones de ascenso como actriz, los primeros años de su relación con Perón. Sin embargo, de no haber mediado su decisión de ser “Evita”, los argentinos ignoraríamos hoy su nombre, como ignoramos el de tantas primeras damas.
Es de suma importancia abordar el estudio de este personaje desde una óptica histórica-política. Analizar su ascendente papel protagonizado, no ya en su rol de primera dama sino en el de una dirigente política que construyó un poder impensado para una mujer a mediados del siglo XX.
A Evita hay que leerla en su contexto y así comprenderla. Porque ella es un personaje de su tiempo que hizo de su vida algo que muchas mujeres no se hubieran atrevido a hacer, y ella lo hizo teniendo un sentido de la historia.
Por ello, nos interesa hablar de su participación en el gobierno peronista, de su acción con los humildes, con los obreros, con las mujeres, entrelazadas en interminables jornadas de labor. Así entenderemos porqué es una de las personalidades que generó más controversias y pasiones, porqué fue amada y odiada con  la misma intensidad, y porqué fue mitificada y repudiada desde su muerte.
Eva comenzó abiertamente su carrera política acompañando a Perón, como su esposa, en la campaña electoral con vistas a las elecciones presidenciales del 24 de febrero de 1946. 
La participación de Eva en la campaña de Perón fue una novedad en la historia política argentina. En aquel momento las esposas de los candidatos tenían una presencia pública muy restringida y básicamente apolítica.
Por primera vez en la historia del país la esposa de un candidato lo acompañaba. Estaba junto a él en los actos, repartía escudos partidarios, tenía contacto directo con la gente. Se perfilaba otra mujer: Eva entraba decididamente en la política.
Al referirse a los primeros tiempos de Evita que se asoma a un campo social no habitual, ni propio de una primera dama, dice certeramente Marysa Navarro: “Aunque Evita ya había sorprendido a mucha gente durante la campaña electoral al acompañar a su marido en sus giras por el interior, como esposa del presidente, se esperaba de ella un comportamiento conforme con lo establecido por la tradición. Los argentinos estaban acostumbrados a que la primera dama fuera una figura relegada a un plano muy secundario, dedicada a ciertas obras de caridad, como la Sociedad de Beneficencia y alguna que otra ceremonia oficial”.[61]
Es verdad: aquello era novedoso, por no decir escandaloso. Pero también bastante natural, como lo indica la autora citada: “Cuando el presidente de la República visitaba sedes sindicales y cenaba con gremialistas en vez de reunirse con oligarcas, declaraba que el aristocrático Teatro Colón sería de ahora en adelante “el teatro del pueblo” y se sacaba el saco para hablar en público, algo totalmente prohibido para un caballero, mal podía Evita acercarse a la clase alta e imitar el modelo de Primera Dama definido por la oligarquía”.[62]
Y es la propia Evita quien se explica: “Pude ser una mujer de presidente como lo fueron otras. Es un papel sencillo y agradable: trabajo de los días de fiesta, trabajo de recibir honores, “engalanarse” para representar según un protocolo que es casi lo mismo que pude ser antes, y creo que más o menos bien, en el teatro o en el cine. En cuanto a la hostilidad oligárquica no puedo menos que sonreírme. Y me pregunto, ¿por qué hubiese podido rechazarme la oligarquía? ¿Por mi origen humilde? ¿Por mi actividad artística? ¿Pero acaso alguna vez esa clase de gente tuvo en cuenta aquí, o en cualquier parte del mundo, estas cosas, tratándose de la mujer de un presidente? Nunca la oligarquía fue hostil con nadie que pudiera serle útil”.[63]
Ya en enero de 1947, en un discurso radial que dirigió a las mujeres peronistas, Evita expresó:
“Ser la esposa del general Perón, vuestro presidente, me hizo adquirir la noción paralela de lo que significa ser la esposa del coronel Perón, el luchador social. No se podía ser la mujer del Presidente de los argentinos dejando de ser la mujer del Primer Trabajador argentino. No se podía llegar al encumbrado e inútil sitial de esposa del general Perón olvidando el puesto de tesón y de lucha de la esposa del antiguo coronel Perón, el defensor de los “descamisados”. Me lo hubieran permitido el protocolo, las costumbres de nuestro país, la línea del menor esfuerzo, la inercia, la vanidad, la satisfacción, el prurito de ignorar, estando arriba, aquello que está abajo, fuera de la pupila. Nadie me hubiera recriminado ser solamente la esposa del general Perón, confundiendo mis deberes de sociabilidad con mis deberes sociales. Pero me lo hubiera impedido mi corazón. Me lo hubiera impedido el ejemplo de una conducta inflexible. Me lo hubiese recriminado diariamente esa pasión de trabajo, esa fe iluminada y esa permanente inquietud por su pueblo que caracteriza al general Perón. Por eso estoy con vosotras. Por eso seguiré junto al que sufre, al que espera, al que desfallece, al que solicita, al que sucumbe”.[64]
Eva Perón se transformó en símbolo del potencial revolucionario de la mujer argentina, y su papel en el plano más alto de la conducción justicialista representó el derecho de todas a participar plenamente en el proceso de construcción de la nueva Argentina.
El desafío histórico lanzado a la mujer por el proyecto político del peronismo, de ser artífices comunes del destino nacional junto al hombre, fue orgánicamente recogido por Eva Perón y desde esa perspectiva planteó los problemas de la mujer “a la luz de la Doctrina Justicialista con la que Perón empezaba a construir una nueva Argentina”.
Este lugar central que la convirtió en un ícono político y social dentro de la historia argentina de la segunda mitad del siglo XX parece haber sido la causa de un largo rosario de malos entendidos, omisiones, investigaciones falaces, y a veces lisa y llanamente mentiras orquestadas, por dedicación o como fruto de una ignorancia militante. Es decir, adoradores y detractores han conspirado para urdir un mito extremo, donde la verdad histórica pocas veces aparece.
Aunque es difícil separar los distintos ámbitos de su intensa participación, ya que inevitablemente se entrelazaban y se dieron casi en forma simultánea, para hacer un análisis más exhaustivo y claro he decidido diferenciarlos en tres espacios: el gremial, el femenino y el de ayuda social. Tres ámbitos que hasta entonces estaban alejados de la política tradicional.

ACTIVIDAD GREMIAL:

A principios de 1948, era evidente que Evita ocupaba una posición relevante y a la vez insólita en el gobierno peronista, aunque no tuviera ningún cargo o título oficial.
Cuándo Perón dejó de ser el líder de los descamisados y se convirtió en presidente de los argentinos, ella fue la réplica de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Evita comenzó  a atender a las delegaciones obreras que solicitaban su intervención para obtener mejoras o su colaboración en la solución de problemas gremiales.
En septiembre de 1945 Eva instaló su despacho en la sede de la Secretaría, su lugar de trabajo principal de ahí en más. Esto significó no sólo una ganancia de espacio físico, sino también una mayor presencia política. Vale sobre este particular la observación que formula Fermín Chávez al señalar que “la presencia de Evita en la Secretaría tenía sobre todo el propósito de oficializar la práctica que se había ido estableciendo poco a poco desde las elecciones de febrero: el contacto de los trabajadores con Perón debía hacerse ahora por intermedio de Evita pues ella era su representante personal en el Ministerio”.[65]
 Teóricamente, las funciones que cumplía Evita en esa época en el Ministerio de Trabajo pueden ser claramente separadas en dos campos distintos, el gremial y el de asistencia social. Ambos parecen íntimamente unidos desde su punto de vista, ya fuera porque sus tareas gremiales y de ayuda social nacieron simultáneamente y solamente se fueron diferenciando con el tiempo, o porque desde un primer momento ella concibe lo que llamaba su “trabajo con los humildes” como un complemento de la política social de Perón.
En términos generales, el trabajo gremial de Evita consistía en recibir a delegaciones de obreros, servir de intermediaria para la obtención de servicios sociales o reivindicaciones, a veces tomar parte en las negociaciones de contratos colectivos de trabajo, sobre todo a partir de 1948, y siempre que Perón no pudiera estar presente, representarlo en actos organizados por la CGT o cualquier sindicato.
Todas las mañanas recibía delegaciones que llegaban hasta ella con diversos propósitos. Algunas, conformadas por obreros del interior de la República que estaban en la capital para un congreso sindical y simplemente venían a saludarla. En muchas ocasiones, especialmente en este período, venían a traerle pedidos para que ella actuara en su favor.
Otras delegaciones venían a invitarla para la inauguración de alguna obra construida por un sindicato y para la cual ella había prestado su apoyo o para que asistiera a una reunión de un congreso sindical. En algunos casos, las delegaciones venían a pedir ayuda para solucionar problemas como la obtención de medicamentos.
En 1948, Evita ya recibía también un gran número de delegaciones gremiales que no llegaban hasta ella con ningún pedido específico sino para entregarle donaciones de sindicatos o agrupaciones para lo que en un principio se llamó “Cruzada de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón” y luego sería la Fundación Eva Perón.[66]
En muchas ocasiones, las delegaciones eran numerosas y eso se debía a que había algún congreso sindical en Buenos Aires o que un gremio celebraba la firma de un contrato de trabajo. A partir de 1948, Evita no asistía solamente a la firma del convenio sino que a veces también tomaba parte en las negociaciones, enterada de los detalles necesarios y de los antecedentes de cada caso por los funcionarios del Ministerio y los dirigentes gremiales.
Como parte de su trabajo con delegaciones sindicales, todos los miércoles por la tarde, Evita acompañaba a los miembros del secretariado de la CGT a la Casa de Gobierno donde tenían una entrevista semanal con Perón para discutir problemas gremiales. A veces, iban también delegaciones de obreros con pedidos especiales. Los pedidos de audiencias especiales con Perón se hacían por intermedio de Evita.
Su actividad gremial se completaba con visitas a fábricas para ponerse en contacto con obreros que no tenían la oportunidad de ir al Ministerio de Trabajo. En esas ocasiones, como también durante sus frecuentes viajes al interior de la República para asistir a actos patrocinados por la CGT, Evita mantenía reuniones con grupos de obreros y conversaba con ellos como lo hacía en el Ministerio de Trabajo y Previsión.
El esquema de actividad gremial de Evita se mantiene constante hasta mediados de 1951, con la diferencia de que a partir de 1949 el número de delegaciones que viene a pedir su cooperación para solucionar conflictos disminuye, mientras aumentan las que van a ofrecerle donaciones para la Fundación Eva Perón y también el monto de las mismas.[67]
Confirmando lo que decía en muchos de sus discursos, en “La razón de mi vida” Evita describe sus funciones gremiales como la continuación de las actividades y del estilo de Perón cuando era solamente secretario de Trabajo. En el Ministerio, que ella insistirá en llamar “la secretaría”, explica que encontró “todo en marcha; un estilo y una técnica para tratar y resolver los problemas gremiales; el estilo y la técnica del coronel Perón. Yo no he hecho otra cosa que seguir sus huellas..”. El principio que guiaba sus actos era lo que describe como “el concepto justicialista del trabajo”. Lo define de la siguiente manera:
“El objeto fundamental del Justicialismo en relación con el movimiento obrero es hacer desaparecer la lucha de clases y sustituirla por la cooperación entre el capital y el trabajo”.[68]
El propósito inicial de los encuentros de Evita con delegaciones sindicales o de sus visitas a fábricas, había sido mantener el contacto de Perón con los obreros a través de su mujer, o sea, la persona que más cerca se hallaba de él. Las actividades gremiales de Evita aparecían como un ejemplo más de la preocupación de Perón por el bienestar de los descamisados, que contaban además con una legislación protectora de sus intereses de clase, mejoras económicas, un nuevo sentido de dignidad y orgullo. Pero Evita -reconoce Fermín Chávez-  demostró pronto tener un talento inusitado para sus tareas gremiales, era eficiente, no le importaba repetir una y otra vez que era necesario producir más o que el Plan Quinquenal debía cumplirse y sus auditorios respondían a sus exhortaciones con demostraciones de entusiasmo.[69] Además, su trabajo tenía resultados provechosos para Perón. A través de sus contactos diarios con los gremios, Evita iba conociendo a dirigentes intermedios que se postulaban como peronista y que ya en 1948 son los candidatos que Perón apoya para reemplazar a los líderes sindicales con tendencias autonomistas. En momentos en que subsistían todavía numerosas disensiones entre los partidarios del gobierno, Evita impedía que las divisiones se hicieran más profundas. Tanto con sus actos como con sus discursos, impulsaba la peronización de los sindicatos. Recordaba a sus auditorios que “el coronel” había emprendido la defensa de los trabajadores y que el bienestar de los mismos era su constante preocupación. El Ministerio de Trabajo seguía siendo la Secretaría “un ambiente grato para todos los trabajadores argentinos, porque desde aquí el coronel Perón encendió la luz de la justicia social, ignorada durante tantos años. Aquí fue donde un hombre tomó la bandera de la reivindicación de los humildes, para luchar porque se diera a la masa trabajadora todo aquello a lo que justamente tenía derecho y que le había sido negado sistemáticamente durante decenas de años”.[70]
En todas las circunstancias, recomendaba a los obreros que se unieran en torno a Perón:
“Cuando Perón subió al gobierno, existía un régimen sordo e inhumano y esa máquina todavía no la hemos podido desmontar del todo, pero tengan ustedes el convencimiento de que paulatinamente lo haremos y de que la justicia social que abrazara el general Perón se cumplirá inexorablemente , cueste lo que cueste y caiga quien caiga”.[71]
Los obreros veían que la actividad de Evita tenía el respaldo de Perón y, en momentos en que el movimiento obrero organizado crecía a pasos agigantados, había todavía numerosos conflictos con grupos que se oponían a la peronización de los sindicatos, subsistían las resistencias patronales ante los avances laborales y el Ministerio de Trabajo estaba en pleno proceso de organización, tendían a buscar su apoyo y su colaboración. Sabían que las burocracias, ya fueran del Ministerio de Trabajo peronista o de cualquier otra repartición, son lentas y que Evita -se lo había demostrado en numerosas oportunidades- era la que podía arrasar con cualquier impedimento, era la única que podía frenar la burocratización en momentos en que los trabajadores más necesitaban de un organismo ágil. Su presencia le facilitaba trámites, resolvía escollos y producía resultados concretos y rápidos, pues solamente ella, por ser quien era y tener el aval de Perón, tenía acceso directo a las más altas autoridades.
Desde el punto de vista de los obreros, la función de Evita en este período, como en años posteriores, consistía en facilitar la organización de nuevos gremios, agilizando el papeleo en el Ministerio de Trabajo, respaldar a los sectores peronistas en todo conflicto gremial, y asegurar que pudieran construir sus sedes sindicales, sus clínicas y proveedurías como querían hacerlo, consiguiendo para ellos subsidios, materiales o mano de obra para su construcción u operación; propulsar sus escuelas de capacitación, recomendar el nombramiento de gremialistas al parlamento; en las negociaciones previas a la firma de un convenio colectivo de trabajo, apoyar las demandas por mejores escalafones, mayores seguros contra accidentes, vacaciones, licencias extraordinarias, etc. Finalmente, por intermedio de su Obra de Ayuda Social y sobre todo una vez que organiza la Fundación Eva Perón, construir hoteles, hospitales, colonias de vacaciones y barrios de viviendas obreras para ellos y sus familias.
Por su acción desde el Ministerio de Trabajo Evita poco a poco se transformó en el reaseguro para que los trabajadores viesen sus reivindicaciones cumplidas e incrementadas.
A partir de 1948, tanto la CGT como numerosos dirigentes sindicales y sobre todo las bases, actúan como si las conquistas que obtienen se debieran fundamentalmente a la cooperación de Evita. Se sienten representados y defendidos por ella. Es su mediadora, su “plenipotenciaria” como muy pronto se llamará a sí misma. Esta relación con el gremialismo se intensificó hasta 1952 y conformó un sólido basamento de su poder político y un eficaz sostén de su obra.

LABOR SOCIAL

El gobierno encabezado por Juan Domingo Perón introdujo importantes avances en el bienestar de los argentinos: los salarios altos permitieron el acceso a consumos hasta ese momento imposibles para las clases populares, una política de vivienda que mejoró notablemente la situación habitacional de muchos argentinos, la ampliación de la red de protección social para los trabajadores y el fomento del turismo social.[72] Susana Torrado afirma: “En términos de niveles de vida, durante el gobierno peronista se constatan progresos en los tres principales sectores del bienestar: salud, vivienda y educación”.[73]
La acción de Eva Perón en el área social viene a complementar esta política que se venía llevando a cabo desde el gobierno. Ella incidió en la implementación y en la práctica del peronismo convirtiéndose en la portavoz de su política social. La Fundación Eva Perón que ella presidió tuvo un papel sobresaliente en esta materia.
Todas las instituciones de beneficencia de la Argentina preperonista practicaban la caridad tal como se entendía durante la “década infame”. Eran un anacronismo, una contradicción profunda en la sociedad que se va gestando a partir del ascenso de Perón al gobierno. Dice Marysa Navarro: “Entre esas instituciones se destaca la Sociedad de Beneficencia, la cual estuvo dirigida desde su fundación por lo más rancio de la sociedad porteña. En la nómina de sus socias y directoras se pueden encontrar los apellidos más representativos de la oligarquía: Mitre, Juárez Celman, Santamarina, Paz, etc”.[74]
En octubre de 1943, llegado el peronismo al poder, se crea la Dirección de Salud Pública y Asistencia Social dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. La decisión del gobierno se encuadra dentro de la tendencia del gobierno de modernizar, reestructurar y ampliar el aparato estatal, estableciendo un mayor control sobre algunas instituciones y también poniendo en práctica una política social esencialmente opuesta  a la que existía hasta ese momento.[75]
Siguiendo esta tendencia, a partir de 1946, la Sociedad de Beneficencia junto con otras instituciones de beneficencia dejaron de existir como tal cuando se creó la Dirección Nacional de Asistencia Social en septiembre de 1948, y sus institutos pasaron a depender de la misma. La Fundación Eva Perón surgió dos años más tarde –aclara Navarro- no con el propósito de reemplazar a la Sociedad de Beneficencia, sino como consecuencia de la amplitud que habían tomado las actividades de Evita en el campo social y de la necesidad de establecer un organismo con personería jurídica que centralizara y controlara las mismas.[76]
Evita había comenzado su labor social visitando fábricas donde conoce la realidad del trabajo femenino. Al ver tantas mujeres de edad mayor, en una visita a Alpargatas, se preocupa porque los textiles no tienen jubilación. Entonces, Evita recurre a la ayuda social y entrega subsidios. Su agenda mental va anotando las prioridades. Visita barrios obreros y comprueba las necesidades que los afligen. La política social que se estaba implementando a través del Primer Plan Quinquenal, llevaría años. Mientras tanto, la miseria, la enfermedad, el abandono de niños, ancianos y mujeres, no podía esperar. Por ellos y para ellos nacerá la ayuda social.
Las primeras ayudas, respuestas desorganizadas a los pedidos, rápidamente se convirtieron en una actividad constante. La entrega de un heterogéneo catálogo de objetos indispensables para la vida; como ropa y alimentos, subsidios para ancianos y madres, heladeras, muebles, sillas, ollas, máquinas de coser, anteojos, sillas de rueda, prótesis; sólo fue el comienzo de una ayuda social, que en los años siguientes abarcará una amplia área asistencial, descuidada hasta entonces en el país.
A  medida que actúa, se va rodeando de mujeres que la siguen y la apoyan. Ellas serán sus delegadas en la acción social y en la acción política. Desparramadas por todo el país, trabajarán en la construcción de la Fundación Eva Perón y del Partido Peronista Femenino.
El contacto diario con la gente que requería su ayuda, las visitas a lugares como el bañado de Flores y otros barrios tanto en Buenos Aires como en el interior de la República, donde la gente se amontonaba en condiciones de vida miserables, acrecentaron en ella la necesidad de remediar las premuras inmediatas de los que solicitaban su amparo. La ayuda se iba llevando a cabo sin un plan determinado, en respuesta a los problemas que le planteaban.
Esta etapa, antes de que surgiera formalmente la Fundación, corresponde a lo que la prensa peronista llamaba “Cruzada de Ayuda Social” o la “Obra de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón”, que llevaba a cabo muchas de las funciones que luego desarrollaría la Fundación. Por eso, cuando Evita decide organizar la Fundación, ya había un equipo de gente con experiencia en el área asistencial que muy pronto se convirtieron en sus colaboradores.
En “La razón de mi vida”, Evita cuenta que su programa de ayuda social comenzó poco a poco, después de las elecciones de febrero de 1946, cuando se dio cuenta de que “las esperanzas del pueblo se concretaban en peticiones lo más variadas, desde una obra de gobierno extraordinaria y aún fantástica que solicitaba toda una ciudad hasta la pelota de foot-ball que quería un ‘changuito’ del norte o la muñeca que deseaba una ‘coyita’”.[77] La miseria y el dolor que existían en la Argentina eran muy grandes, dice Evita, y Perón se había comprometido a terminar con la injusticia social. Como él no podía cumplir con su promesa “de un día para otro” y las necesidades de los descamisados apremiaban, ella decidió ponerse al servicio de los que buscaban  ayuda.
Según Evita, así comenzó: “poco a poco, no podría decir exactamente qué día fue. Lo cierto es que primero atendí personalmente todo. Luego tuve que pedir auxilio. Y por fin me vi obligada a organizar el trabajo”.[78]
La Fundación nació el 8 de julio de 1948. En esta fecha, el decreto Nº 20.564 firmado por Perón y el ministro de Justicia e Instrucción Pública, doctor Belisario Gache Pirán, le otorgó personería jurídica.[79]
Según lo establecían sus estatutos, la Fundación tenía los siguientes objetivos:
“a) La provisión de ayuda económica, o en especie, la donación de instrumentos de trabajo, la concesión de becas de estudio a las personas faltas de recursos que las soliciten y que, a juicio de la fundación las merezcan;
b) La construcción de viviendas para familias indigentes;
c) La creación y construcción de establecimientos educacionales, hospitalarios, recreativos o de descanso, hogares y cualquier otro tipo de centros que puedan servir mejor las metas de la fundación;
d) La construcción de instituciones asistenciales de todo tipo de las que pueda hacerse entrega, con cargo o sin él, a las autoridades locales, provinciales o nacionales;
e) La contribución o colaboración, por todos los medios posibles, en la creación de obras cuyo objetivo tienda a satisfacer las necesidades básicas de las clases menos privilegiadas, para una mejor calidad de vida”.[80]
En un discurso que Evita pronunció el 5 de diciembre de 1949 en el Primer Congreso Americano de Medicina del Trabajo, explicó que la Fundación fue creada “para cubrir lagunas en la organización nacional, porque en todo el país donde se realiza una obra, siempre hay lagunas que cubrir y para ello se debe estar pronto para realizar una acción rápida, directa y eficaz”.[81] Su preocupación en un primer momento fue colaborar con la política social del gobierno en aquellos terrenos donde ésta se hacía sentir con mayor dificultad o donde penetraba más lentamente, o sea en los niños, las mujeres desamparadas y los ancianos. Estos eran sectores marginales por cuanto no podían beneficiarse directamente de toda la legislación social que beneficiaba a obreros, empleados, peones de campo, etc., ya sea porque no tenían trabajo regular o porque, como en el caso de los ancianos, si bien habían trabajado toda su vida, no tenían jubilación y por lo tanto necesitaban de pensiones o subsidios para no terminar sus días en la indigencia.
Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, dijo Evita:
“..se puso punto final a una etapa de nuestra historia para dar comienzo a la nueva etapa cuyo capítulo inicial reside en la dignificación del pueblo laborioso, vanguardia creadora y reivindicadora de la nacionalidad. Aquí también se dará comienzo a lo que la Ayuda Social, que tengo el honor y el deber de presidir, ha querido crear para reparar una injusticia e incluir en su labor solidaria a un sector del pueblo, que llega al ocaso de la vida huérfano de cariños y económicamente incapacitado para proveer a su necesidad… En el cuadro de nuestra actualidad social, que podemos exhibir como ejemplo ante el mundo, los ancianos desvalidos, son, para vergüenza nuestra, como una réplica dolorosa de lo que eran la mayoría de los argentinos laboriosos hasta el día en que la Nación oyó de vuestros labios que la justicia o era social y se arrancaba la venda hipócrita de los privilegiados que la enceguecía, o no era justicia ni era nada”.[82]
Evita estaba convencida de que su programa de ayuda social era esencialmente diferente a la caridad que se practicaba antes de ascender Perón al gobierno y no hay duda alguna que lo era. A diferencia de lo que sucedía en las distintas sociedades de beneficencia (en la que además se atendía a una población muy reducida), en la Fundación no se distinguía entre merecedores y no merecedores de ayuda. Se hablaba de derechos sociales y la ayuda no se limitaba a la satisfacción de una necesidad básica. Ahora los sectores más postergados podrían acceder a bienes que hasta ese momento le eran vedados. La Fundación, por ejemplo, además de organizar vacaciones a lugares tan codiciados como Mar del Plata, repartía los fines de año sidra y pan dulce.[83]
La “Fundación Eva Perón” no se limitaba a obras de beneficencia. Su actividad  fue creciendo y diversificándose, extendiéndose su acción desde el campo social al de la salud, al educativo y al recreativo.
En el campo educacional, la Fundación construyó un total de 1.000 escuelas y dieciocho hogares-escuelas en el interior del país donde unos 3.000 niños de 4 a 10 años, de padres sin recursos, estudiaban ya fuera como internos o externos, según las necesidades de cada familia. La famosa “Ciudad Infantil Amanda Allen” y la Ciudad Estudiantil, ambas en la Capital Federal, integraban también el aspecto educacional de la Fundación. En las provincias de Córdoba y Mendoza también se crearon Ciudades Estudiantiles.
En el campo de la asistencia médica, la Fundación construyó policlínicos y hospitales. Entre ellos podemos enumerar: pabellón modelo para enfermos infecciosos en Haedo (Buenos Aires), de lactantes y epidemiología infantil (Capital Federal), de clínica y cirugía toráxica en Ramos Mejía (Buenos Aires), Regional de Basavilbaso (16 hectáreas en Entre Ríos), de Salta, de San Luis, de Niños (Mendoza), de Santiago del Estero, de Jujuy, de San Juan, de Catamarca, de Paso de los Libres (Corrientes), de Concordia (Entre Ríos), de Avellaneda (Buenos Aires), de Lanús y de San Martín (Buenos Aires), de Rosario (Santa Fe), de Recuperación Infantil, Rehabilitación y Clínica del Reumático en Termas de Reyes (Jujuy).[84]
En el año 1951 se envió un tren sanitario que recorrió durante  cuatro meses todo el país, ofreciendo servicios de rayos X y otros tipos de asistencia médica a la población totalmente gratis. Cuando ocurría algún siniestro, la Fundación enviaba inmediatamente sus ambulancias, enfermeras y también ropa, comida y medicamentos, ya fuera a cualquier rincón de la República como al exterior, Perú, Ecuador, Colombia, etc.
Cuando Perón inauguró el Séptimo Congreso Internacional de Cirugía, el 1º de agosto de 1950, rindió tributo a la acción que desarrollaba la Fundación en el campo de la medicina. A las 80.000 camas de hospitales con que contaba la Argentina en 1946, su gobierno había agregado 30.000 y la Fundación, cumpliendo con su plan hospitalario, aportaría un total de 15.000 para 1952.
En Buenos Aires, la Fundación mantenía tres Hogares de Tránsito, con una capacidad total para 1.150 personas. De acuerdo con los estatutos de la Fundación, nacieron con el fin de proteger a la mujer, que con o sin hijos, estuviera privada accidentalmente de vivienda. Un ejemplo es el de aquellas mujeres del interior del país que debían viajar a Buenos Aires y alojarse allí durante un tiempo determinado por diversos motivos: un tratamiento médico, la necesidad de realizar un trámite, de buscar trabajo o de aguardar la entrega de una vivienda. Tanto el alojamiento como la alimentación que en los hogares se dispensaba eran gratuitos y, al egresar, las mujeres recibían ayuda monetaria o en elementos como ropa, pasajes, viviendas, instrumentos de trabajo, becas de estudio, entre otras cosas.[85]
La Fundación mantenía también Hogares de Ancianos. El de Burzaco, que era un conjunto de varios edificios: talleres, dormitorios, enfermería, gallineros, establos, etc. Ocupaba 32 hectáreas y proporcionaba casa, comida, recreo y trabajo a unos 200 ancianos. Además había uno en  San Juan, otro en Córdoba, dos en Santa Fe, otro en Comodoro Rivadavia y en Tucumán.
Además de tener colonias de vacaciones para niños como la de Ezeiza, subvencionaba vacaciones de jubilados, obreros, estudiantes y niños en sus unidades de turismo de Uspallata (Mendoza), Chapadmalal (Buenos Aires), donde había trece hoteles con una capacidad total para 4.000 personas, y Embalse Río Tercero (Córdoba), un complejo de seis hoteles con capacidad para 3.000 turistas. Construyó asimismo viviendas para obreros como el barrio Presidente Perón (Saavedra) y “Ciudad Evita”, que proporcionó vivienda propia a 25.000 familias.[86]
A partir de 1948, la Fundación comenzó también a patrocinar campeonatos infantiles y juveniles de fútbol. Se comenzó con un campeonato de fútbol y luego se hicieron torneos de atletismo, competencias de natación, básquetbol, esgrima, etc. En 1949, se inscribieron en el campeonato de fútbol 100.000 niños y se formaron unos 25 equipos. En 1953, el número de inscriptos se elevó a 218.540. Todos los integrantes de los equipos recibían la ropa que necesitaban para jugar gratis y eran sometidos a una minuciosa revisación médica. A los finalistas se les daba la ropa para viajar a Buenos Aires y un equipo nuevo para jugar en los grandes estadios como el de River Plate. Los premios que ganaban eran viajes, copas, medallas, motonetas o becas de estudio.
También desde la Fundación se habilitaron las proveedurías, que funcionaban con la finalidad de proveer a la población artículos de primera necesidad de la mejor calidad y a los precios más bajos.
A todo esto se suma la Escuela de enfermeras que había formado un excelente cuerpo de 858 enfermeras, conocidas como “las enfermeras de la Fundación” ya que además de cumplir con sus funciones profesionales en los hospitales construidos por esa institución, trabajaban en los servicios de emergencia, preparaban las nuevas obras para las inauguraciones, eran sus asistentes sociales y hasta la representaban en los desfiles.
Evita dedicaba todas sus tardes, hasta altas horas de la noche, a la “ayuda social directa”. Recibía largas filas de ancianos, hombres, mujeres con niños en los brazos y jóvenes que venían a pedirle trabajo, una pensión, materiales para construir una pieza, una máquina de coser, una casa en un barrio o medicamentos.[87]
Sus enemigos, han hecho hincapié en algunos de los aspectos de su trabajo, como la distribución de los paquetes de ropa desde el último vagón de un tren, o las entrevistas personales de Evita con los que venían a pedir su ayuda en el Ministerio de Trabajo, para tacharla de paternalista y de hipócrita. Ciertamente, la imagen de Evita está lo suficientemente deformada como para desvirtuar la realidad que vivían tanto ella como los que iban a pedir su ayuda.
Para la gente que iba todas las tardes al Ministerio de Trabajo, la experiencia que representaba encontrarse con Evita tenía un sentido muy distinto al que le han  dado sus críticos. Por empezar, sabía que ahora había una persona con poder e influencia a la cual podían recurrir para resolver sus problemas y eso significaba una diferencia notable con la situación que existía antes de 1946 cuando las instituciones de caridad eran demasiado escasas y sus fondos muy reducidos. En lugar de llenar formularios ante empleados cansados o aburridos, como sucedía antes de que  ella comenzara a trabajar o como acontecía después, la gente se encontraba dialogando con la esposa del presidente de la República el tiempo que fuera necesario, sin apuros.
En verdad, la gente no veía a la esposa del presidente sentada detrás del escritorio, sino a “Evita” y todo el mundo sabía que Evita era una mujer del pueblo, igual que todas las que se amontonaban en el recinto y que era precisamente por eso que estaba allí. Cuando llegaba el momento de la despedida, le tomaban las manos, la besaban y los viejos la bendecían entre lágrimas. Ella se dejaba besar, alzaba a los niños en sus brazos y sus palabras eran siempre las mismas: nada había que agradecer, sólo recibían lo que era justo pues tenían derecho a todo lo que la Fundación podía proporcionar, ir al mejor policlínico si estaban enfermos, que sus hijos estudiasen como los de los oligarcas, que tuvieran juguetes y que todas las navidades pudieran festejar las fiestas con pan dulce y un vaso de sidra.[88]
Evita decía que  ella no podía hacer caridad, tenía que hacer justicia social.  Cumplía con su cometido en la Secretaría de Trabajo, “cuna de la justicia social”, de una forma parecida a su trabajo gremial, por lo tanto no podía ser ni filantropía, ni caridad, ni limosna, ni beneficencia. Aclaraba:
“Ni siquiera es ayuda social, aunque por darle un nombre apropiado yo le he puesto ése. Para mí, es estrictamente justicia. Lo que más me indignaba al principio de la ayuda social, era que me la calificasen de limosna o de beneficencia. Porque la limosna para mí fue siempre un placer de los ricos; el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho. Y para eso, para que la limosna fuese aún más miserable y más cruel, inventaron la beneficencia y así añadieron al placer perverso de la limosna al placer de divertirse alegremente con el pretexto del hambre de los pobres. La limosna y la beneficencia son para mí ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes”.[89]
Junto con el aspecto social de sus actos, Evita no dejaba de mencionar el propósito reivindicatorio de los mismos. En ocasión de la inauguración de la Ciudad Infantil (octubre de 1951), ya enferma, explicó:
“Durante cien años, el pueblo argentino sólo ha recibido las migajas que le caían de las mesas abundantes de la oligarquía, que primero lo explotaba y después para quedar en paz con su conciencia, le tiraba las sobras de sus fiestas. Yo he deseado y he podido felizmente realizar el acto de desagravio que los humildes de mi Patria se merecen. En cada instituto de la Fundación, he puesto todo el lujo y toda la riqueza que le fueron negados a todos los pobres descamisados argentinos durante los cien años amargos de la oligarquía vendepatria y egoísta. Me siento feliz porque hoy puedo cumplir con este acto de desagravio en todos los rincones del país donde se levanta una obra de la Fundación”.[90]
El contacto diario, prolongado e intenso con las miserias y angustias de todos los que venían a pedir su ayuda, definió en gran medida la personalidad de Evita en los últimos años de su vida, esa Evita que los peronistas venerarán como una santa durante décadas, que siente el dolor y la penuria de cada una de las personas que llegan hasta ella y lo hace suyo, que besa y se deja besar por mujeres con pústulas en la cara y que se olvida de sí misma para entregarse a una labor frenética por el enfermo, el desvalido y en quien el viejo “sentimiento de indignación ante la injusticia social” se ha transformado en una pasión que la domina incontrolablemente.
Para los antiperonistas, la acción social de Evita nada tenía que ver con el amor. Sus discursos y sus actos eran la prueba irrefutable que no pasaba de ser una “resentida”, característica que con el correr de los años casi se ha convertido en un cliché. Es interesante notar que los que llamaban a Evita resentida eran solamente sus enemigos, en particular la oligarquía, y lo hacía como un insulto. La palabra reflejaba su contenido ideológico, pues por la misma se acusaba a Evita, una persona implícitamente inferior, de querer usurpar un status que no le correspondía. Ella niega ser una resentida en el sentido que le daban a la palabra los antiperonistas: “Confundían mi sentimiento de indignación ante la injusticia social con resentimiento”.[91]
Los actos de Evita demuestran que no era una resentida en el sentido que daban a la palabra sus “supercríticos”. Siguiendo su división de la sociedad en pueblo y oligarquía, su “resentimiento” era la expresión de su conciencia de pertenecer sin reserva alguna al pueblo.
La existencia de la Fundación se justificaba para Evita por la pobreza imperante en los sectores más bajos de la sociedad –antes que subiera Perón al gobierno- y porque toda la obra que él había realizado no alcanzaba para cubrir las necesidades de todos. Era un remedio temporario cuya terminación deseaba, expresó en varias oportunidades, y su más ferviente anhelo era que la Fundación dejara de existir, que ya no fuera necesaria, porque eso significaría que los objetivos del gobierno peronista se habían cumplido y que reinaba la justicia social en la Argentina. “Quiera Dios que la ayuda social, que tengo el honor de presidir, desaparezca”, dijo en un discurso de octubre de 1948, “porque el día que desaparezca la ayuda social, ese día será porque los argentinos ya no necesitan más de un poco de esperanza y un poco de consuelo”.[92]
La oposición también acusaba la labor de Eva Perón como una farsa demagógica que practicaba la limosna con fondos del Estado. Mucho se ha escrito sobre la forma en que la Fundación adquirió sus cuantiosos haberes. Cuando Evita creó la Fundación, lo hizo con un capital inicial de 10.000 pesos. Caído el peronismo, cuando el gobierno del general Lonardi se incautó de sus bienes, tenía un activo de 3.408.196.550,96 pesos. Pero sus adversarios se habían equivocado al acusarla de usar fondos estatales. Cuando se investigaron los fondos de la Fundación, se comprobó que su mayoría provino de donaciones particulares de empresas, agrupaciones, aportes de los sindicatos y de los propios trabajadores. En segundo término, figuraban los fondos provenientes de Loterías y Casinos, tradicionalmente destinados a fines asistenciales.[93]
En varias oportunidades el Poder Legislativo colaboró generosamente con la Fundación para adjudicarle recursos, pero la mayor fuente de recursos provenía de donaciones.
Como dijimos, gran parte de las donaciones en efectivo provenían de sindicatos. Estos hacían contribuciones individualmente, donando un porcentaje de los aumentos consignados en los convenios colectivos de trabajo. Ellos aportaban y a su vez recibían, ya que gran parte de la actividad de la Fundación estuvo dirigida a complementar la política social del gobierno hacia los trabajadores. Así, por ejemplo, se construyeron viviendas para obreros, hoteles donde pudieran pasar unas vacaciones baratas con sus familias, sus hijos participaban de los planes de turismo infantil y de los campeonatos deportivos, y la Fundación aportaba ayuda financiera a los sindicatos para ampliar sus obras sociales o adquirir sus sedes.
El impacto de la Fundación sobre amplios sectores de la población de toda la República fue enorme, pues era una institución nacional con ramificaciones en todas las provincias y mecanismos que llegaban hasta los pueblos más aislados. En estos lugares, las unidades básicas del Partido Peronista Femenino cumplían funciones sociales en la medida en que recogían la información necesaria para transmitirla a la Fundación. Por otra parte, sus “células sociales” o sea grupos de asistentes sociales, recorrían el país con los mismos fines y examinaban si los pedidos que Evita recibía por carta debían ser satisfechos. Los barrios de viviendas obreras, los hospitales, los hogares- escuelas, etc., se extendían por toda la República y los niños que participaban en los campeonatos de deportes y pasaban temporadas en Chapadmalal o en Córdoba provenían de todas las provincias. Para ellos, la existencia de la ayuda social como sustituto de la caridad tal como se practicaba hasta 1946, representó un cambio profundo.
Sin embargo, vemos que se ha generado y se sigue generando una frondosa literatura que se ha encargado de denigrar, distorsionar y juzgar directamente el accionar social de Eva Perón. Encontramos algunas críticas de tipo formal como la de Karina Ramacciotti: La Fundación Eva Perón competía jurisdiccional y presupuestariamente con otros organismos formales del Estado, provocando superposición de funciones”.[94] Otras por lo que no se alcanzó a hacer como: “Los varones no contaron con un sistema de protección equivalente al de los hogares de tránsito femeninos, lo que produjo como consecuencia una discriminación por sexos, por necesidades sociales y sobre quiénes era perentorio asistir”.[95] Y otras que son claramente antiperonistas con el claro objetivo de disminuir o juzgar su obra: “Varias obras de ayuda social derivaban de la buena voluntad de Eva Perón, pero también de cierto grado de improvisación”.[96] O la que hace Adriana Valobra, con tono de advertencia: “No podemos dejar de tener en cuenta que estas políticas se aplicaban mientras se movilizaba a la mitad de la ciudadanía en pos de un fin electoral”.[97]
No queda duda de que Evita, más allá de las críticas, legítimas o no, desarrolló un trabajo infatigable para resolver las carencias del sector más postergado de la sociedad. Muchas mujeres antes de Eva actuaron en ese ámbito, pero ella puso en ese espacio un espíritu tan diferente y lo imbricó de tal manera con los otros dos (gremial y femenino), que como vemos, fue precisamente allí donde más resentimiento despertó. Sobre ese resentimiento belicoso de la oposición, Ana María Giacosa, quien fue candidata a gobernadora de Jujuy por el Frente de Izquierda Nacional en las elecciones de 1973 dice: “la descarnada hostilidad al peronismo de ciertos sectores se expresaba a través de las incalificables y torpes agresiones contra la persona de Evita. Chistes equívocos, alusiones despectivas a su pasado de actriz, todo era lícito para combatir y descalificar a esta joven mujer que parecía imbatible. Pero no dudamos de que su actuación política la hubiera convertido en blanco de los ataques de esos mismos sectores así hubiera provenido de un convento”.[98]
Las acciones de la Fundación Eva Perón fueron parte del proceso de democratización del bienestar que se vivió con el gobierno peronista. Por eso Evita sabía que en el rechazo que generaba anidaba en realidad la resistencia a la transformación peronista.

PARTICIPACIÓN EN EL ÁMBITO FEMENINO:

Desde principios de siglo, la participación de las mujeres en la política tradicional había sido baja, a pesar de las actividades de las anarquistas, las socialistas, comunistas y de las sindicalistas.
En la primera mitad del siglo XX, sectores conservadores habían desatado una campaña contra la participación de la mujer fuera de la casa. Había tomado forma un discurso moral que convertía a las mujeres en indignas cuando salían a trabajar a las nuevas fábricas, cuando invadían el espacio público del trabajo, de la plaza, del comité o del gobierno. Ellas iban a ser las responsables de la desarticulación de la familia, del socavo a la autoridad paterna, de la disminución del número de hijos y de la rebaja de la moral femenina.[99] La politización masiva de la mujer se inició recién a partir de 1943.
En esta época, en la cual las mujeres, como dijimos, no tenían mayor protagonismo en la vida política, la presencia de Eva Perón las puso en la escena pública de una manera inédita hasta este momento.
Evita las identificó como sus compañeras desde el primer momento. En su primer mensaje radial, del 24 de julio de 1946, pidió la colaboración de todas las mujeres “en la campaña de sesenta días por el abaratamiento de la vida” pero especialmente la de aquellas que ven en el gobierno el defensor “de la tranquilidad y del bienestar de nuestros hogares, que aparecían sojuzgados por las maniobras bastardas de los antipatrias”.[100]
En su discurso radial ante la proximidad del primer aniversario del 17 de octubre decía: “me dirijo a todas las mujeres de mi país que trabajan y luchan rudamente por su hogar. A las que la fortuna adversa o el humilde destino, han llevado allí, al pequeño refugio del taller, de la fábrica, de la oficina. Hablo de mis hermanas del campo, del quebrachal y del ingenio…”.[101] “Las unía el 17 de octubre, porque en esa fecha ellas esperaban al líder de la redención obrera… y yo, por rara coincidencia, también al líder de mis convicciones de hija del pueblo, y también al esposo con quien el destino me ha ligado”.[102]
El 6 de diciembre de 1946, durante una ceremonia que tuvo lugar en el Ministerio de Trabajo para celebrar la firma de un contrato de trabajo que favorecía a 20.000 obreras textiles, Evita improvisó un discurso dirigido a las mujeres que colmaban el recinto. Así como Perón había ayudado a los obreros, les dijo, “a las mujeres también les llegará la oportunidad de hacerse oír y no ser explotadas como lo han sido hasta ahora…”.[103] Esta fue la primera oportunidad en que Evita se refirió a las condiciones de las mujeres en la sociedad argentina. En el mes de enero de 1947, volvería sobre el tema en un discurso que pronunció en Rosario. Estaba “en las filas del peronismo”, explicó, “luchando también para que las mujeres formemos una gran legión que habrá de defender nuestros derechos y de defender también a nuestro querido jefe. Las mujeres, que siempre hemos sido relegadas a segundo plano, que hemos sabido ganarnos el sustento de nuestros hogares, tenemos derecho a que se nos escuche”.[104]
También Eva Perón tuvo la osadía de reclamar por la valoración económica y social del trabajo de las mujeres en el hogar, pidiendo que se le otorgase a cada mujer una asignación mensual, un sueldo que provenga de los ingresos de todos los que trabajan en el país. El trabajo de las mujeres en el espacio doméstico comienza a ser valorado como nunca antes y debía ser estimado incluso a la hora de las recompensas.
Eva Perón describió con gran penetración la opresión de la mujer en el trabajo doméstico:
“En las puertas del hogar termina la nación entera y comienzan otras leyes y otros derechos... la ley y el derecho del hombre.. que muchas veces sólo es un amo y a veces también.. dictador. La madre de familia está al margen de todas las previsiones. Es el único trabajador del mundo que no conoce salario, ni garantía de respeto, ni límite de jornadas, ni domingo, ni vacaciones, ni descanso alguno, ni indemnización por despido, ni huelgas de ninguna clase.. Todo eso –así lo hemos aprendido desde chicas- pertenece a la esfera del amor… ¡Y lo malo es que el amor muchas veces desaparece pronto en el hogar… y entonces, todo pasa a ser ‘trabajo forzado’… obligaciones sin ningún derecho…! ¡Servicio gratuito a cambio de dolor y sacrificios!”.[105]
El 27 de enero de 1947, pronunció otro discurso por radio, esta vez transmitido a todo el país. Habló otra vez a sus “compañeras”, las mujeres trabajadoras. “Conozco a todas mis compañeras, sí. Yo misma soy pueblo. Los latidos de esa masa que sufre, trabaja y sueña, son los míos. La mujer argentina debe ser escuchada porque supo ser aceptada en la acción. Se está en deuda con ella. La descamisada no puede ser olvidada y se le debe conceder el voto que será el arma que hará de nuestros hogares el recaudo supremo e inviolable de una conducta pública. El voto femenino será primera apelación y la última…En los hogares argentinos de mañana, la mujer, con su agudo sentido intuitivo, estará velando por su país, al velar por su familia. Su voto será el escudo de su fe. Su voto será el testimonio vivo de su esperanza en un futuro mejor”.[106]
Los primeros meses de 1947 emprende una activa campaña por el voto femenino, los discursos de Evita la convierten en la portavoz de un movimiento de mujeres, de origen social muy diferente al de las primeras feministas, que reclaman por su derecho a participar en el proceso político. Eva explica el voto como una medida que forma parte del programa de justicia social de Perón, buscando movilizar a las mujeres en ese marco. Por otra parte, trata de demostrar también que la mujer está preparada para votar y de convencer a aquellos hombres dentro del peronismo que aún guardan prejuicios contra la participación de la mujer en política que deben deponerlos.
 Eva Perón decía:
“Ha llegado la hora de la mujer que comparte una causa pública y ha muerto la hora de la mujer como valor inerte y numérico de la sociedad. Ha llegado la hora de la mujer que piensa y juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste atada e impotente a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país. Ha llegado la hora de la mujer argentina en el goce de deberes y derechos comunes a todo ser humano que trabaja y ha muerto la hora de la mujer compañera ocasional y colaboradora ínfima. Ha llegado, en síntesis, la hora de la mujer argentina redimida del tutelaje social, y ha muerto la hora de la mujer relegada a la tangencia más íntima con el mundo moderno”.[107]
El comienzo de esa “nueva hora” estaba marcado por la sanción del derecho femenino al voto en septiembre de 1947. Pero, Evita señalaba: “Lo que yo creo que no debemos olvidar jamás es una cosa que siempre repite Perón a los hombres: …que el voto, es decir la política, no es un fin sino un medio. La expresión electoral es insuficiente para asegurar la integración plena e igualitaria de la mujer a todas las actividades y niveles de decisión. Valores, actitudes y tabúes tradicionales respecto de la mujer como ser subordinado, son compartidos, tanto por los hombres, como por las mismas mujeres. Los sedimentos de una larga discriminación previenen  a la mujer común de la iniciativa, seguridad y experiencia  necesarias para su participación activa. La incorporación integral de la mujer exige el desarrollo de su potencial humano y político; el análisis de los medios para su capacitación técnica y profesional y la solución de las condiciones de su vida cotidiana”.[108] Evita propuso que las mujeres se organicen y movilicen a otras mujeres para cumplir con esta tarea revolucionaria, porque así como “solamente los humildes salvarán a los humildes… también pienso que únicamente las mujeres serán la salvación de las mujeres”.[109] Afirmaba que los hombres y mujeres peronistas están unidos por los objetivos de la doctrina y la figura de Perón, pero las mujeres tienen un objetivo propio: redimir a la mujer. “Ese objetivo está en la doctrina justicialista de Perón, pero nos toca a nosotras, mujeres, alcanzarlo”.
Como para Eva Perón la posibilidad del sufragio no alcanzaba para la integración plena de la mujer, creó el Partido Peronista Femenino, un partido de mujeres líderes con unidades de base, algo que no existía en ningún otro lugar del mundo. Decía que las mujeres no sólo tienen que votar, sino que tienen que votar a mujeres. Dice Marysa Navarro: “Cuando uno piensa el mundo de esa época, la opresión hacia las mujeres, es extraordinario lo que ella hizo. Empadronó a todas las mujeres, las organizó en un partido y las incitó a votar”.[110]

SUFRAGIO FEMENINO
El reconocimiento de los derechos cívicos a la mujer

Numerosas agrupaciones de mujeres conformaron el movimiento feminista argentino. Las feministas argentinas buscaban cambiar las leyes existentes con petitorios que durante años fueron cortésmente recibidos por las Cámaras, para luego ser prolijamente archivados.
Los antecedentes más tempranos en las luchas por la ampliación de la ciudadanía política a las mujeres se remontan a la acción del Partido Socialista, sector que levantó sistemáticamente la demanda del sufragio universal sin exclusión de sexo en su declaración de principios y en los sucesivos programas partidarios. También el movimiento anarquista defendía a las mujeres, pero en tanto repudiaba la lucha política por burguesa, no levantó la demanda del sufragio ni para el hombre ni para la mujer. Otras organizaciones de mujeres, a su vez, fueron permanentemente fracturadas por la discusión interna acerca de la pertinencia del voto femenino. Así sucedió con el pionero Consejo de Mujeres, creado en 1900 por Cecilia Grierson, quien es expulsada del mismo a los pocos años por defender una postura sufragista.[111]
Con el fin de organizar políticamente a las mujeres, en el año 1902 los socialistas promovieron la creación del Centro Feminista Socialista cuyo objetivo era no sólo la obtención de los derechos políticos sino también de los derechos civiles así como una legislación laboral que protegiera adecuadamente a las trabajadoras.
En este centro surgieron y se formaron figuras de gran importancia para la historia de la mujer argentina como Gabriela L. de Coni, Carolina Muzzilli, Fenia Chertkoff, entre otras.[112]
Otras agrupaciones sufragistas en la primera década del siglo fueron el Centro Feminista, fundado por la doctora Elvira Rawson de Dellepiani y el Primer Centro Feminista del Libre Pensamiento, cuya animadora principal fue la doctora Julieta Lanteri.[113]
En la segunda década del siglo, la promulgación de la Ley Sáenz Peña que concedió el sufragio para los hombres, constituyó un importante estímulo para las luchas sufragistas, que surgía de la misma exclusión de que eran objeto las mujeres.
En 1918, los socialistas decidieron centralizar las luchas sufragistas en una sola organización denominada Unión Feminista Nacional. En coincidencia con las elecciones nacionales de 1920, llevaron a cabo los denominados “simulacros” de voto femenino, realizados con éxito en la Capital y el Gran Buenos Aires.[114]
Estos intentos, obviamente de carácter propagandístico, se proponían concitar la atención de la prensa y el interés popular hacia la causa de las mujeres.
Pero, sin duda, el hecho más importante de la década del 20’ se produjo en la provincia de San Juan en 1927, cuando se le concedió el sufragio a las mujeres, primero en el orden municipal y, posteriormente, para las elecciones provinciales. En ese momento, la provincia de San Juan se convierte en una solitaria excepción en el panorama reinante en toda América del sur.
Después del golpe del 30’ se destacaron la Asociación de Damas Radicales y la Asociación Argentina del Sufragio Femenino, dirigida por Camila Horne de Burmeister.  A mediados de esta década se constituyó también la Unión de Mujeres Argentinas, integrada por destacadas intelectuales, entre ellas Victoria Ocampo.[115]
Legisladores que simpatizaban con la causa feminista, presentaron una y otra vez, proyectos en el Congreso de la Nación y en algunos provinciales. Fueron  alrededor de treinta proyectos, pero la gran mayoría ni siquiera se los consideraba en las comisiones respectivas.
Las feministas argentinas no lograron elaborar una acción conjunta durante toda la década del treinta por sus divisiones ideológicas. Sus prejuicios de clase y los planteos esencialmente reformistas que las dominaban quedaban desenmascarados en sus petitorios dirigidos al parlamento. Así, por ejemplo, la Asociación Argentina para el Sufragio, quizás el grupo sufragista más importante en la década del treinta, explicaba que quería el voto solamente para las mujeres que supieran leer y escribir. Decían:
“Creemos que el voto debe darse a las capaces y no a las incapaces, pedimos que al dictarse la ley otorgando el voto a la mujer, sea para la alfabeta mayor de edad y argentina nativa, porque para extenderlo a las demás hay tiempo, mientras dándolo a las incapaces y extranjeras significaría incurrir en un error irreparable”.[116]
De los otros proyectos presentados, algunos estaban a favor de otorgar el derecho a voto sólo en el orden municipal; para otras feministas sólo debía corresponderle ese derecho a las que tuvieran libre administración de sus bienes y diploma habilitante para ejercer una profesión liberal; en otro proyecto se la equiparaba con los varones extranjeros, o sea, debía tener una profesión y pagar impuestos.
A pesar del poco éxito que tenían sus tácticas, las feministas no las modificaron. En la segunda mitad de la década del treinta, sus esfuerzos por cambiar la legislación decaen sensiblemente. Al igual que los partidos políticos, las feministas sintieron los efectos de la situación internacional, especialmente después del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Poco a poco, la conquista del voto pasó a un segundo plano pues el objetivo principal fue la lucha contra el fascismo, formándose nuevas agrupaciones para apoyar a los aliados, siendo quizás la más famosa, la Junta de la Victoria.
La revolución del 4 de junio y la irrupción de Perón en el escenario político incidieron profundamente en el movimiento feminista. La figura de Perón tuvo sobre él un efecto catalizador, pues la gran mayoría olvidó sus diferencias, dejó de lado su feminismo y se reagrupó en torno de los partidos políticos, entrando a formar parte integral de la oposición.
Las agrupaciones feministas emitieron declaraciones en contra, pidiendo el retorno a la normalidad constitucional y la transferencia inmediata del gobierno a la Corte Suprema. Así, la lucha por el sufragio se subsumía a la lucha por la democracia.
Ya instalado Perón en el gobierno, los proyectos sobre el voto femenino recomienzan su ronda. Se presenta uno en Diputados, otro en el Senado, y al mismo tiempo, el Poder Ejecutivo, al exponer su plan de gobierno ante el Congreso, solicita la concesión de los derechos cívicos femeninos.
En 1944, en el ámbito de la Dirección de Trabajo y Asistencia de la Mujer que había creado Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, se formó la Comisión de Pro-Sufragio Femenino.
Decía Juan Domingo Perón:
“La incorporación de la mujer a nuestra actividad política, con todos los derechos que hoy sólo se le reconocen a los varones, será un indiscutible factor de perfeccionamiento de las costumbres cívicas”.[117]
La vieja cuestión va adquiriendo nuevos bríos. Era la primera vez que el Ejecutivo daba su patrocinio:
“el reconocimiento de los derechos políticos de la mujer constituye un acto de justicia, porque la experiencia de todos los pueblos ha demostrado que cuando en ellos se presentan circunstancias de alteración gravísima en que corre riesgo la propia vida de las naciones, la mujer coopera con su esfuerzo y con no menor energía que el hombre, a la defensa de los intereses y los derechos colectivos, muchas veces con sacrificio de su vida, de su hogar y de su tranquilidad, por lo cual resulta inconcebible que se la mantenga apartada de la defensa de esos mismos intereses y derechos en las épocas de normalidad”.[118]
Indudablemente, la llamada caja de resonancia resonaba, pero ya llegando a 1946 no se concretaba la esperada ley nacional. Al año siguiente, 1947, vuelven a aparecer proyectos en abril, en junio, en setiembre, y también varias mociones requiriendo el tratamiento del voto femenino.
Evita decide emprender la campaña por el sufragio persuadiendo a los legisladores y creando conciencia en las mujeres que empezaban a ver en el Peronismo un canal nuevo de participación. Llevó a cabo una campaña radial muy importante y planteó una intensa tarea en los diferentes medios de comunicación para que el interés por el tema pasara a ser patrimonio de las mujeres de todas las clases sociales y de todo el país. Del 27 de enero al 19 de marzo, les dedica seis mensajes memorables donde: a) es la primera vez que se apela políticamente a la mujer; b) es la primera vez que se habla a la mujer nombrándola por sus trabajos (ama de casa, docente, empleada, obrera fabril, chacarera); y c) es la primera vez que se dice que “la mujer puede y debe votar”, dándose razones a las mismas mujeres.
El mensaje de Eva iba dirigido a un conglomerado femenino extenso, se instaló en las mujeres y ellas empezaron a desempeñar un papel activo: se realizaron mitines, se publicaron manifiestos, grupos de obreras salieron a las calles a pegar carteles en reclamo por la ley y los centros e instituciones femeninas emitieron declaraciones de adhesión. Eva Perón se había transformado en un símbolo del potencial revolucionario de mujer.
En su primer discurso oficial, Evita se refirió a la mujer con estas palabras:
"La mujer del Presidente de la República, no es más que una argentina más, la compañera Evita, que está luchando por la reivindicación de millones de mujeres injustamente pospuestas en aquello de mayor valor en toda conciencia: la voluntad de elegir, la voluntad de vigilar, desde el sagrado recinto del hogar, la marcha maravillosa de su propio país".[119]
Eva Perón sostenía el 27 de febrero de 1946:
“la mujer argentina ha superado el período de las tutorías civiles…la mujer debe afirmar su acción. La mujer debe votar. La mujer, resorte moral de su hogar, debe ocupar el sitio en el complejo engranaje social del pueblo. Lo pide una necesidad nueva de organizarse en grupos más extendidos y remozados. Lo exige, en suma, la transformación del concepto de mujer, que ha ido aumentando sacrificadamente el número de sus deberes sin pedir el mínimo de sus derechos”.[120]
Merced a la prédica constante, el Pueblo argentino estaba adquiriendo conciencia de la injusticia que significaba negar a la mujer el ejercicio de los derechos políticos. En efecto, si ella contribuía con su esfuerzo a realizar la grandeza de la Nación, también le asistía el derecho de participar en la conducción del país, interviniendo activamente en la acción política.
Uno a uno, fueron desechándose los argumentos de quienes consciente o inconscientemente, se oponían a la evolución social e intentaban demostrar la incapacidad de la mujer para intervenir en los problemas políticos.
Se fundamentó perfectamente el derecho que le asistía a la mujer a intervenir en la vida política de la Nación al expresar: "se ha dicho que la mujer argentina no está preparada para la lucha cívica. A una mujer para estarlo, le basta con hacer de sus hijos hombres honrados".[121] No solo que la mujer está capacitada para actuar en la vida cívica de la Nación, sino que la vida cívica de la Nación puede torcer el cuerpo de la historia argentina para bien, con la intervención de la mujer en la acción cívica.
 Proceso hasta su aprobación:
El Partido Peronista tenía la mayoría parlamentaria, pero eso no solucionaba la cuestión; apenas la facilitaba. En el peronismo, conformado por hombres de diferentes extracciones políticas que se estaban formando en un nuevo ideario, también había resistencia a la aprobación de la ley de sufragio femenino. En agosto de 1946, el Senado aprobó un proyecto, tras revisar los antecedentes que existían en el país sobre el voto de la mujer. Y se mostraron cifras interesantes de la única provincia en donde las mujeres habían votado: San Juan. Ya en 1862 hubo en la capital sanjuanina voto calificado femenino en el orden municipal.
A partir de 1914 votaron sin calificación, siempre en municipalidades, y en 1927 se les otorgaron los mismos derechos electorales que a los varones, por el artículo 140, inciso 4º de la Constitución provincial. En abril de 1928, también tuvieron ocasión de votar y lo hizo el 97% de las inscriptas en el padrón frente al 90% de los varones. Los sanjuaninos, además, eligieron una legisladora en 1934.[122]
En septiembre de 1946, Eva Perón va al parlamento para interesar al presidente de la Cámara de Diputados en el pronto tratamiento del proyecto ya aprobado por el Senado. Sin embargo, ni los antecedentes tan claros sobre la voluntad femenina de votar, ni la decidida acción  de Evita, ni las charlas que por radio pronunciaban, entre otras mujeres, Edelmira Giúdici, Victoria de Palacio y Julia de León, ni los artículos periodísticos de varias militantes, parecían motivos suficientes para sacar a los diputados de su parsimonia. Evita vuelve a solicitar el apoyo de Ricardo Guardo y de Eduardo Colom. El 3 de septiembre de 1947 se presentan dos mociones. Por una se pide el tratamiento inmediato del proyecto del Senado. No prosperó. Por la otra se pide una sesión extraordinaria para tratar la ley del voto femenino, como único asunto, el 9 de septiembre. Se vota afirmativamente.
Con el traslado de fecha se burlaron las expectativas de los grupos de mujeres reunidas ante el Congreso que, con carteles y estribillos, reclamaban la sanción inmediata de la ley. El diputado Colom tuvo que salir a la calle para explicarles que había fracasado en su intento, que la culpa la tenían los opositores. Y era verdad. Explica Dos Santos: “cuando Colom solicitó que se tratara el voto femenino, tras un homenaje a Alberdi y a Sarmiento, la bancada radical dejó acallar los aplausos que las mujeres que llenaban los palcos le prodigaron, para plantear una cuestión de privilegio por una agresión sufrida en un mitin partidario en Plaza Italia. La Cámara votó el pase a comisión. Volvió a tomar la palabra Eduardo Colom, pidiendo que se atendiera el reclamo de ‘cincuenta mil mujeres’ que esperaban en la plaza. Oscar Albrieu lo apoyó en nombre del bloque peronista, pero el diputado Baulina negó el apoyo radical, proponiendo en cambio, el día 9 para tratar el tema ‘con mayor profundidad’. Lo apoyó su correligionario Balbín y cuando se votó, no se consiguieron los dos tercios, por lo que se pasó a otro tema. Tras las explicaciones del atribulado Colom, las mujeres plegaron sus carteles y banderas y se marcharon a sus casas, a la espera del día 9 de septiembre que pintaba memorable”.[123]
El tema estaba en la calle. La Nación editorializaba sobre él, pidiendo tiempo y libertad para tratar “en profundidad la participación política femenina”, pues, decía: “no es uniforme en el inmenso territorio nacional la aptitud de la mujer para el ejercicio de sus deberes cívicos”.[124]
El día 9 los palcos están otra vez repletos de mujeres. En unos de ellos, Eva Perón. En la calle, miles, la mayoría con guardapolvos y overoles, pues venían directamente de sus lugares de trabajo. Pero los diputados no tenían apuro y si habían acordado una sesión extraordinaria era para tratar el asunto “en profundidad” como pedía La Nación, o quizá, para lucir sus galas oratorias, ya que se anotaron cincuenta y seis para participar del debate. A las 16:10 el presidente Guardo abre la sesión especial y se lee el proyecto enviado por el Senado y los despachos por mayoría y por minoría de la Comisión de Asuntos Constitucionales.
Intervienen once diputados y el ministro del Interior en nombre del Poder Ejecutivo. El diputado Decker mociona el cierre del debate para que la ley salga ese día y los opositores protestan airadamente. Se vota en general, por unanimidad de 117 presentes y luego en particular, artículo por artículo, en medio de tumultuosas protestas de diversos diputados que querían introducir modificaciones. Ya eran las once menos diez de la noche cuando el proyecto quedó convertido en ley.
Un día después, La Nación vuelve a dedicar su editorial al tema, lamentando que no se profundizara. Suponía que si se hubiera profundizado, habría triunfado la propuesta de que el voto fuera optativo, pues la obligatoriedad “no contemplaba las condiciones de la realidad argentina”.[125]
Seguramente no se profundiza más cuando varias decenas de señores repiten iguales argumentos con diferente tono de voz. Nos cansaríamos tanto como las entusiastas mujeres que esperaron la sanción en la calle, si repasáramos los razonamientos de algunos intervinientes. Sólo con observar la votación en particular, se pueden apreciar las artimañas para demorar su sanción.[126]
Al leer el texto de la ley nos preguntamos a qué se oponían luego de haberla votado favorablemente por unanimidad. Vean su sencillez:
Ley 13010:
Artículo 1. – Las mujeres argentinas tendrán los mismos derechos políticos y estarán sujetas a las mismas obligaciones que les acuerdan o imponen las Leyes a los varones argentinos.
Artículo 2. – Las mujeres extranjeras residentes en el país tendrán los mismos derechos políticos y estarán sujetas a las mismas obligaciones que les acuerdan o les imponen las Leyes a los varones extranjeros, en caso que éstos tuvieren tales derechos políticos.
Artículo 3. – Para la mujer regirá la misma Ley electoral que para el hombre, debiéndosele dar su libreta cívica correspondiente como documento de identidad indispensable para todos los actos civiles y electorales.
Artículo 4. – El Poder Ejecutivo, dentro de los 18 meses de promulgada la presente Ley, procederá a empadronar, confeccionar e imprimir el padrón electoral femenino de la Nación, en la misma forma que se ha hecho el padrón de varones, con la sola excepción de que en el padrón femenino no se consignará el año de nacimiento.
El Poder Ejecutivo podrá ampliar este plazo en seis meses más.
Artículo 5. – No se aplicarán a las mujeres ni las disposiciones ni las sanciones de carácter militar contenidas en la Ley 11.386.
A la mujer que no cumpla con la obligación de enrolarse en los plazos establecidos se le impondrá una multa de mil a diez mil pesos.
La acción penal se extinguirá si, en cualquier estado del proceso anterior a la sentencia definitiva de primera instancia, se pagare voluntariamente una multa de dos mil pesos.
En todos los supuestos, la causa no obstará a la inscripción en el registro respectivo.
Artículo 6. – El gasto que ocasione el cumplimiento de la presente Ley se hará de rentas generales, con imputación a la misma.
Artículo 7. – Comuníquese al Poder Ejecutivo.[127]
Llovía, pero la gente se mantuvo a pie firme, con cánticos y estribillos. Eva Perón no había podido hablar en el Congreso, pero sí pudo hacerlo el 23 de septiembre de 1947, cuando el poder ejecutivo promulgó la ley en un acto multitudinario:
“Recibo en este instante de manos del Gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos y la recibo, ante vosotras, con la certeza que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria”.
“Aquí está, hermanas mías, resumida en la letra apretada de pocos artículos, una larga historia de luchas, tropiezos y esperanzas. Por eso hay en ella crispaciones de indignación, sombras de ocaso, pero también alegre despertar de auroras triunfales. Y esto -que traduce la victoria de la mujer sobre las incomprensiones, las negaciones y los intereses creados- solo ha sido posible en el ambiente de justicia y de recuperación de la patria que estimula e inspira la obra del general Perón”.
“El cambio ha sido largo y penoso, pero para gloria de la mujer –reivindicadora infatigable de sus derechos esenciales- los obstáculos opuestos no la acobardan: por el contrario, le servirán de estímulo y acicate para seguir la lucha con la fe puesta en Dios, en el porvenir de la Patria y en el General Perón”.
“Tenemos para conquistar y merecer lo nuestro tres bases insobornables, inconmovibles: ilimitada confianza en Dios y en su infinita justicia: una patria incomparable a la cual amar con pasión y un Líder al que el destino modeló para enfrentar victoriosamente los problemas de la época: el General Perón”.
“…El voto femenino significa una responsabilidad que nos alcanza a nosotras. Las mujeres peronistas, en la misma proporción que a los hombres. Casi me atrevería a decir que nos alcanza doblemente: por un lado en nuestra condición de ciudadanos, y por otro lado, en razón de que somos nosotras las mujeres la columna básica del hogar, la garantía de su permanencia y las inspiradoras de su fe…”
Al dirigirse a las mujeres, también Eva Perón se referirá a la paz, decía: “Tenemos hermanas mías, una alta misión que cumplir en los años que se avecinan. Luchar por la paz. Pero la lucha por la paz es también una guerra. Una guerra declarada y sin cuartel contra los que avergonzaron, en un pasado próximo, nuestra condición nacional. Una guerra sin cuartel contra los que quieren volver a lanzar sobre nuestro pueblo la injusticia y la sujeción” Y más adelante afirmará: “El voto que hemos conquistado es una herramienta nueva en nuestras manos. Pero nuestras manos no son nuevas en las luchas, en el trabajo y en el milagro perpetuo de la creación”.[128]
Las elecciones de 1951 fueron las primeras en las que las mujeres tuvieron derecho no sólo a votar sino también a ser votadas. Esto se constituyó en un avance fundamental para las mujeres,  teniendo en cuenta que su participación en el espacio público es absolutamente esencial para la democratización de cualquier sociedad.
Ese año, las mujeres constituían el 48,9% de la ciudadanía. Sobre un total de 8.623.646 votantes, 4.225.467 eran mujeres. Votó un 90,32% de las ciudadanas inscriptas.[129]

PARTIDO PERONISTA FEMENINO
La irrupción de las mujeres en la política

Cuando se produjo la movilización masiva del 17 de octubre de 1945 las mujeres habían participado activamente apoyando al líder preso. Cuando se convocó a nuevas elecciones nacionales las mujeres comenzaron a organizarse en centros cívicos femeninos o ateneos y en las secretarías femeninas de las distintas fuerzas del peronismo. Desde octubre de 1945 hasta mediados de 1949, las mujeres habían aumentado considerablemente el nivel de participación.
A mediados de 1949, las funciones que Evita desempeñaba en el gobierno peronista ya estaban claramente delineadas: ya se había convertido en la representante de las mujeres en la lucha por el sufragio, era la delegada y la intérprete de Perón ante los descamisados, “la plenipotenciaria” de éstos ante el líder, “la abanderada de los humildes” por su obra social y ese año se convertiría en la presidenta del Partido Peronista Femenino.
El 26 de julio, las mujeres se trasladaron al Teatro Nacional Cervantes, escenario de la primera asamblea nacional del Partido Peronista Femenino. El discurso que Evita pronunció, en esta ocasión, tenía el propósito de explicar las razones por las cuales las mujeres debían formar un movimiento político, cuál sería su contenido ideológico, los principios que guiarían su acción y qué objetivos tendría. Según Evita, las mujeres debían organizarse políticamente porque ellas también formaban parte de los sectores que habían sido explotados durante muchos años, más precisamente hasta la revolución del 4 de junio. Después de describir los males que aquejaban a los trabajadores en ese período en que reinaba la injusticia social, subrayó que la mujer era “doblemente víctima en todas las injusticias”. “En el hogar sufría más que los suyos, porque toda la miseria, toda la desolación, todos los sacrificios los monopolizaba ella para evitárselos a sus hijos. Llevada a la fábrica, sufrió toda la prepotencia patronal…Y como si fuera poco, el destino le deparaba un sufrimiento más. Descubierta por el industrial como fuerza de trabajo, transforma la mujer laboriosa en la competidora de su propio hermano, realizando, por la imposición de las circunstancias y las necesidades de llevar el sustento al hogar, los mismos trabajos, pero con salario menor”.[130]
En el discurso Evita explica las razones por las cuales Perón debe ser reconocido y aceptado como el único líder del movimiento peronista. La sociedad, según Evita, está dividida en dos categorías antagónicas, pueblo y oligarquía. Antes del 14 de junio de 1943, dominaba la oligarquía y el pueblo era explotado. “Y esa tragedia que es obra directa del capitalismo deshumanizado, fue posible por el libertinaje del liberalismo, el que intenta pasar de contrabando disfrazándolo de libertad”. En esta situación, ‘de tintas sombrías y desesperantes’ apareció ‘el entonces Coronel’. Con la fundación de la Secretaría de Trabajo y Previsión, ‘cuna de la justicia social argentina’, se inició inspirada por Perón, conducida por Perón e impuesta por los descamisados de Perón, la reforma social y la reforma económica que había de transformar, impulsándola hacia el futuro, toda la vida de la Nación y todos los derechos del pueblo”.[131]
“La situación solamente comenzó a cambiar cuando el coronel Perón emprendió una lucha sin cuartel contra los privilegios oligárquicos. El triunfo de la justicia social trajo aparejado el bienestar de la mujer y el reconocimiento de sus derechos políticos, tan injustamente negados hasta ese momento. Siendo como es ‘la fuerza moral del pueblo’, la mujer tiene la obligación de integrarse a la lucha por la defensa de un gobierno que tantos beneficios ha dado a los argentinos. Para cumplir con este cometido, la mujer debe organizarse, pero ello no quiere decir que deba elegir un camino propio, separado del que ha trazado Perón para el país. Su organización debe enmarcarse dentro de los objetivos señalados por él. El justicialismo y la Tercera posición, solución para el país y ‘para el mundo entero’, deben serlo también para el movimiento femenino”.[132]
“Ha finalizado la explotación de los trabajadores, y aunque los enemigos permanecen al acecho, la Argentina ya es una Nación justa, libre y soberana. Para poder soslayar los peligros y excesos del absolutismo estatal (o sea, el comunismo) y del individualismo absoluto (o sea, la democracia liberal), la Argentina tiene una nueva doctrina: la Tercera Posición”. [133]
Evita explica esta doctrina con una cita de Perón:
“Sería una combinación armónica y equilibrada de las fuerzas que representan al Estado moderno, para evitar la lucha y el aniquilamiento de una de esas fuerzas, tratando de conciliarlas, de unirlas y de ponerlas en marcha paralela para poder conformar un Estado en el cual, armónicamente, el Estado, las fuerzas del capital y del trabajo, combinadas inteligentemente y armoniosamente, se pusieran a construir  el destino común, con beneficio de las tres fuerzas y sin perjuicio para ninguna de ellas”.[134]
En la descripción del proceso, emergen sus fundamentos ideológicos: el ataque al liberalismo y al capitalismo o a los partidos políticos de izquierda y de derecha.
El principio fundamental del Partido Peronista Femenino debe ser unidad en torno a la doctrina y la persona de Perón, aclaró Evita:
“Porque nuestro movimiento se inspira teórica y doctrinariamente en la palabra de Perón y se alimenta prácticamente de su obra de gobernante”.
“Nuestro Líder único es el General Perón, espíritu y brazo de un pueblo que ha reiterado su voluntad de ser económicamente libre, socialmente justo y políticamente soberano. El objetivo único es la felicidad de todos los que trabajan, condición esencialísima para la grandeza de la Patria, porque no hay patria grande donde no alienta un pueblo feliz. Y el camino único que se ofrece a las mujeres peronistas, en la plenitud del goce de sus derechos políticos, es la organización y la unidad del movimiento femenino peronista, al servicio del Líder y de la nación”.[135]
Las mujeres están perfectamente capacitadas para emprender la lucha política”, recalcó enfáticamente, “reclaman su puesto en la misma, no como un honor, sino como un deber que se ganaron el 17 de octubre de 1945”.[136]
El discurso de Evita, que fue recibido con gran entusiasmo por las delegadas, no dejaba lugar a dudas: el Partido Peronista Femenino tendría un solo líder, Perón, y una sola doctrina, el peronismo, pero también tendría una única dirección: la de Evita. Con ello dejaba asentado que debían unificarse todos los grupos que se habían ido formando como el Centro Femenino María Eva Duarte de Perón, la Unión Femenina Peronista, la Asociación Peronista pro-Derechos Políticos de la Mujer y Protección del Niño, etc.
Las propuestas de la Asamblea fueron: encuadrar a las mujeres bajo el liderazgo y doctrina de Perón, proponer a Eva Perón como presidente de la organización femenina, apoyar la reelección de Perón, efectuar un censo de mujeres peronistas en todo el país y unificar todos los centros femeninos existentes hasta ese momento. También se acordó que el Partido Peronista Femenino se desarrollaría autónomamente dentro del movimiento peronista, actuaría de manera independiente del partido que integraban los hombres aunque trabajaría de común acuerdo en acción coordinada a nivel del Consejo Superior, del cual Evita formaba parte.
Perón concurrió al cierre de la asamblea femenina que finalizó el 29 de julio, ocasión en que dio un discurso remarcando la importancia de una sociedad libre de prejuicios en la que no estuviera ausente la mitad de la población argentina. Haciendo un paralelismo con la mujer espartana, señaló que era auspicioso que las mujeres comenzaran a sentir como propias las inquietudes de los hombres, es decir, la política. El discurso dejaba entrever que para Perón la mujer no iba a ocuparse sólo de los temas considerados como propios a su naturaleza, es decir, el hogar y la familia, sino que entraría en el ámbito de la problemática de lo público, la política, la cultura, la razón, la justicia. De ahora en más, los varones contarían con la ayuda de la mujer que sin dejar el ámbito privado, cooperaría con ellos en la solución de los “grandes” problemas.
La decisión de organizar un partido político compuesto solamente por mujeres como estructura paralela de otro partido integrado por hombres no tenía antecedentes en la Argentina.
Eva Perón concebía la organización del Partido Peronista Femenino como una particular forma de tratar de combinar las reivindicaciones feministas con las tareas revolucionarias que se propuso el peronismo: “Así como los obreros sólo pueden salvarse a sí mismos… también pienso que únicamente las mujeres serán la salvación de las mujeres. Allí está la causa de mi decisión de organizar el partido femenino fuera de la organización política de los hombres peronistas”.[137] También hay que  considerar que el conflictivo escenario que presentaba el Partido Peronista en sus años iniciales hacía casi impensable integrarlas en dicha estructura.
Al convertir Evita la causa de Perón en el sentido de su propia vida, no sólo se rebeló contra las restricciones que le imponía la sociedad, como mujer, en cuanto pasó a ocupar un lugar tradicionalmente negado al género femenino sino que también se reveló contra el modelo político anterior a 1943. Por eso las mujeres más humildes, las que tenían un trabajo asalariado, ya sea en el campo o en la ciudad, las obreras de las fábricas o las empleadas la miraron con orgullo y como ejemplo de emulación. Pero la vieron sobre todo como un paradigma en el que se sintieron plenamente realizadas. En cambio, las  mujeres mejor posicionadas económicamente la negaron con furia y la atacaron despiadadamente, no sólo por lo que representaba política y socialmente, sino también porque se había rebelado contra el molde que la sociedad le había impuesto y que ellas a su vez rehusaban cuestionar.
La rebelión implícita en el ejemplo de Evita no pasó desapercibida, y desde el momento en que irrumpió en el escenario político, pocas deben haber sido las argentinas que permanecieron indiferente ante ella. Era imposible no reconocerse en ella y no reaccionar, ya fuera identificándose con su persona o rechazándola violentamente.
Poco después de la reunión del Teatro Cervantes, Evita comenzó a seleccionar personalmente un grupo de veintitrés mujeres a las que llamó delegadas censistas porque su función era ostensiblemente levantar en todo el país un censo de mujeres peronistas susceptibles de ingresar al partido. Su cometido era organizar unidades básicas y ponerlas en funcionamiento. Cada una de ellas era responsable por una provincia, pero las había también para los territorios y una para la capital.
El núcleo inicial de delegadas censistas y las subdelegadas que se pusieron a recorrer el país para echar las bases del Partido Peronista Femenino, no tenía en su mayoría ninguna experiencia política.
En contraste con la rama masculina, el Partido Peronista Femenino tuvo un proceso de organización muy rápido, atribuible quizás a la energía de Evita y al acierto que tuvo al seleccionar a las censistas, pero ciertamente a los esfuerzos de éstas. En febrero de 1951, ya habían logrado organizar a más de la mitad del electorado y el Partido Peronista Femenino ya contaba con 3.600 unidades básicas y 500.000 mujeres afiliadas aproximadamente.[138]
Durante los años 1950 y 1951, las delegadas organizaron unidades básicas hasta en los más remotos rincones del país. Las unidades básicas eran, como se había decidido en la Asamblea, estrictamente femeninas, y desde un primer momento cumplieron funciones ligeramente distintas a las del Partido Peronista Masculino. Se les enseñaba a coser, a bordar, se les enseñaba a hacer cosas útiles, inclusive también para las oficinistas, tenían clases de inglés, de francés, de dactilografía y también se dictaban clases de alfabetización. Además  actuaban como núcleos de acción comunitaria pues recaudaban información que era luego transmitida a la Fundación Eva Perón. “Pero al mismo tiempo, dice Carolina Barry, estas mujeres también daban vuelta los tapados, como ellas decían, y se iban a hacer pintadas callejeras, organizaban reuniones de adoctrinamiento y de difusión cultural y fueron elementos de choque en la campaña electoral de 1951”.[139]
Este fenómeno puede explicarse entre otras cosas, por el tipo orgánico de la “Rama” del Movimiento y por la propuesta política totalizante del Justicialismo, que rompe los marcos formales de lo político electoral. La característica orgánica de Movimiento y no de Partido, generaron cauces de militancia menos formalizados que facilitaron la participación femenina.
Por otro lado, en una época en la que en todos los sectores sociales las implicancias morales que tenía cualquier actividad que hiciera la mujer eran muy fuertes, esta idea de que las mujeres salieran de sus casas a hacer política no estaba bien vista. Teniendo en cuenta que el PPF implicó una movilización masiva de mujeres, era necesario darle una connotación diferente. Dice Carolina Barry: “Yo creo que eso fue lo que consideró el peronismo y al mismo tiempo lo que hizo que esa movilización masiva de mujeres fuera exitosa: darse cuenta de cuáles eran los mecanismos que necesitaban articular para que este paso del hogar hacia afuera, a la vida pública, a la vida política, fuera algo interesante, importante, que no fuera una pérdida de tiempo, y al mismo tiempo que moralmente no estuviera mal visto. Por eso, por ejemplo, las restricciones eran tan exhaustivas sobre el ingreso de los hombres a las Unidades Básicas”.[140]
Dice Carolina Barry que a partir de la Asamblea, entró a tallar un estilo discursivo que ella lo llama discurso artificioso. Pese al tinte aparentemente negativo que sugiere el término artificioso, su cometido no necesariamente tenía un fin malintencionado. Este tipo de discurso, que a través de la sutileza generaba cautela, se aplicó cuando las prácticas políticas así lo ameritaban, intentado bajar las ansiedades que generaba el ingreso de las mujeres en el partido.
El discurso artificioso sugirió que las mujeres no estaban en un partido sino en un movimiento, que no hacían política sino acción social, que no afiliaban sino que censaban. Evita cuando se dirigía a las mujeres y al referirse a su organización aludía al “Movimiento Peronista Femenino”. Este cambio en las denominaciones no eran caprichosas, el término “partido” podría generar algún tipo de reparo, en cambio el “movimiento” daba una impresión más desdibujada e imprecisa.[141]
La Unidad Básica era como una prolongación del hogar, no era una entidad política, Eva misma decía “yo no soy una politiquera más”, “la mujer no tiene que tener ambiciones políticas”. Aclara Carolina Barry: “tampoco se trata de un doble discurso, sino que es un discurso que busca aplacar las percepciones tanto de mujeres como de varones y los sustos que podía implicar la salida del hogar de estas mujeres. Pero no creo que haya estado pensado deliberadamente, sino que fue surgiendo”.[142] Así, se convocaba a las mujeres a partir de su rol de madres y amas de casa, pero a su vez se las habilitaba en lugares totalmente novedosos desde una perspectiva de género, salían de sus casas e ingresaban al espacio público.
El efecto de que se potenciara a la mujer utilizando su mismo ámbito de acción pero dándole un sentido diferente, se vio clarísimo con el Plan de Austeridad y con el Segundo Plan Quinquenal. Se trataba de una serie de medidas para superar una crítica coyuntura, donde era necesario el aumento de la producción y la austeridad en el consumo. Las mujeres se movilizaron enormemente como promotoras del ahorro y la economía doméstica. Las amas de casa amparadas en la acción de las unidades básicas femeninas actuaron como consejeras y promotoras de las medidas a tomar, desde cursos de cocina con productos alternativos hasta la fiscalización de los comercios que no cumplieran con los precios máximos oficiales.
El sentido del discurso artificioso puede ayudarnos también a entender el sentido de la crítica o la negación que hace Eva Perón en sus discursos respecto a la política. Por otro lado era un concepto que conllevaba una carga negativa por la forma de hacer política en el período anterior a 1943, decía Evita: “primaban los intereses particulares sobre los generales”. Por eso remarcaba: “las mujeres no están en el partido por ambiciones personales sino para cumplir con un cometido social”, insistía: “Más que una acción política, el movimiento femenino tiene que desenvolver una acción social”.[143] Sin embargo vemos que las mujeres netamente hacían política, aunque no se planteara de esa manera.
Aclara Barry: “En el alto nivel de participación femenina que se logró en esta etapa, también juega un rol muy importante el factor Evita. Es imposible pensar todo esto sin tener en cuenta su carisma y capacidad de liderazgo. Ella tampoco era vista como una líder política. Estas mujeres seguían a Eva en tanto una misión cuasi religiosa que estaba llevando a cabo a favor de los pobres, de los humildes, de las mujeres, de los niños”.[144] Por eso el tema del carisma pasa a ser determinante, pero más que como una característica personal, como una característica de relación política de un líder con un grupo.
En ese momento era un cambio muy importante pensar en que la mujer saliera de la casa, y sobre todo visibilizarla como un factor importante dentro de la sociedad y dentro del ámbito político. Carolina Barry advierte la importancia  de haber creado los espacios dentro de la política para las mujeres, el visibilizarla desde otro lugar, hecho que se convirtió en radical para la época. Salvo el comunismo y el socialismo, en los que ya tenían militancia las mujeres, el peronismo es el único partido que crea un lugar específico y propio para las mujeres, que es el Partido Peronista Femenino.
El 24 de agosto de 1949 Evita se dirige a las mujeres de América en el acto de clausura de la Asamblea Extraordinaria de la Comisión Interamericana de Mujeres, que reunió en Buenos Aires a un conjunto de figuras representativas de diversos países. “América, aquí reunida-dijo esa vez- celebra el esfuerzo de voluntades de todas sus mujeres para encontrar soluciones que arriben a hechos concretos y tangibles en los derechos civiles, políticos, económicos y sociales de la mujer”, y agregó: “El ejemplo argentino servirá de modelo al mundo porque el justicialismo no es un movimiento limitado a sí mismo, sino abierto al infinito para que otros se sumen a la lucha reivindicatoria y tercermundista, que deberá contar, fundamentalmente, con la participación activa y lúcida de la mujer”.[145]
La acción de Evita destruyó muchos de los prejuicios –en ambos sexos- que impedían la participación de la mujer en la vida política. Su impacto se hizo sentir particularmente en el movimiento peronista pues aseguró a la rama femenina un lugar dentro del mismo, junto con la CGT y el Partido Peronista Masculino. Al pedir que un porcentaje de las bancas parlamentarias fuera ocupado por mujeres, estableció un precedente que de una forma u otra se mantuvo a través de los años. Para la elección del 51’ las mujeres estaban altamente movilizadas, una elección que el peronismo ganó exitosamente, en todos los sentidos: más mujeres votaron por el peronismo que hombres y muchas mujeres ingresaron al Parlamento, algo que era totalmente novedoso.
Es indudable, con lo expuesto, que la presencia de Evita y su acción contribuyeron poderosamente a la incorporación masiva de la mujer a la vida política argentina. Sin embargo vale aclarar que, hay autores/as que han hecho erróneas interpretaciones sobre el papel que Eva Perón le asignaba a la mujer, provocando confusiones o distorsionando los planteos de sus discursos.
Así, por ejemplo, Jorge Halperín la ha criticado por su visión conservadora al relegarla a su “rol natural” o a las tareas que les eran propias circunscriptas al ámbito doméstico, dice: “La verdadera dama peronista funcionaba como guardiana del hogar”. Agrega Halperín: “El Estado propició muchas políticas que podían leerse como un avance respecto del lugar que históricamente se había dado a la mujer, pero también como refuerzo de la mirada conservadora sobre ese lugar, en tanto se hicieron campañas de protección a la mujer embarazada y a favor de la natalidad. Las mujeres peronistas eran, desde esa configuración, reproductoras biológicas”.[146]
Vale aclarar en este punto que la valoración de la mujer en tanto madre, no era nueva ni exclusiva del peronismo. La familia y el hogar ocuparon siempre un lugar preferencial en el amplio abanico social e ideológico. Lo que hizo el peronismo fue revalorizar el rol de madre y darle protección social a la mujer en tanto implicaba indirectamente proteger a la familia en conjunto.[147] Por otra parte, si la mujer es la única que por su naturaleza biológica puede tener hijos y los tenía ¿no había que darle protección? o ¿el hecho de ser madres era un impedimento para su participación en la política o para trabajar fuera de la casa?.
Dice Dora Barrancos: “la construcción de Eva Perón en torno de la habilitación de las mujeres en la vida pública, no deja de tener contrariedades. Su movimiento de mujeres es complejo, porque presenta como dos sentidos muy fuertes dentro del peronismo: el sentido de la familia que no se abandona; el sentido del cuidado maternal, por un lado, y, por otro lado, una fuerte habilitación de las mujeres para que salgan de sus casas”.[148]
Es necesario aclarar que este es un hecho absolutamente complejo pero no contradictorio. Evita revalorizaba la presencia de la mujer en el hogar como madre porque eran las “primeras maestras de sus hijos”. Pero también llamaba a la movilización y la participación de las mujeres, las impulsaba permanentemente a que realizaran tareas fuera del hogar.
Eva le concedió a la mujer una doble responsabilidad: debía conciliar la actividad política con las tareas del hogar. Decía: “la mujer, columna básica del hogar, tiene la tarea de moldear hombres dignos del momento histórico que vivimos los argentinos, de forjar las generaciones que nos han de seguir en el esfuerzo y la tarea de hacer una Patria mayor, una sociedad más justa, más unida y más fraterna”.[149]
Por otro lado se convocó a las mujeres, como un factor indispensable para la implementación del Plan Económico de Austeridad y del Segundo Plan Quinquenal, reconociendo su capacidad para cumplir con una política de ahorro y restricción en el consumo. Pues decía Eva Perón: “ellas son las que en definitiva llevan adelante el presupuesto familiar, cuidan la economía doméstica y la previsión en el hogar”.[150] En este sentido también se criticó al peronismo por relegarlas al ámbito doméstico.
Si bien, en el rol asignado a la mujer dentro del Plan Económico se le asignaban funciones propias de su tarea de ama de casa, el mismo hecho de incorporarla como factor insustituible, articulaba su función con un nuevo significado, legitimaba y redefinía su identidad en tanto mujer-ama de casa y bastión del Plan Económico del plan económico del gobierno. Las mujeres fueron incorporadas así a las políticas estatales en su carácter de organizadoras del consumo doméstico. El hecho de que se pusiera énfasis en ellas las colocaba como potenciales operadoras del cambio en el hogar y como promotoras dinámicas de transformaciones sociales.
Muchas son las mujeres que salieron de sus casas para seguir al peronismo, que participaron activamente en las unidades básicas del partido y, de hecho, hay una notable circunstancia en Argentina que se debe al peronismo: se habilitó la participación de las mujeres incluyéndolas en todas sus listas para legisladores nacionales y provinciales. Se logró ganar en el Congreso de la Nación, 24 bancas para Diputados y 9 para el Senado.
En total, en 1952, entre las legislaturas nacionales y provinciales ingresaron 109 mujeres. A partir de esa fecha en la Argentina se inició una tradición peculiar de mujeres en el parlamento, con tasas que son notablemente diferentes respecto de América Latina.

RELACIÓN CON LAS FEMINISTAS

En la segunda mitad de la década del treinta, los esfuerzos de las feministas argentinas por cambiar la legislación, como vimos, decaen sensiblemente. La lucha por la conquista del voto había pasado a segundo plano, priorizando la lucha contra el fascismo.
Las contradicciones que siempre aquejaron al movimiento sufragista, curiosamente, iban a hacer eclosión  en el momento en que se encontraban más próximas al triunfo. En el año 1945, y ante las manifestaciones del Coronel Perón que daban cuenta de su voluntad de otorgar el sufragio femenino mediante un decreto, las feministas históricas manifestaron expresamente su voluntad de subordinar la obtención del mismo a la normalización institucional del país. En su mayoría aliadófilas, su temor era que el voto femenino se constituyera en el arma electoral de Perón.
El 3 de septiembre de 1945, en contestación y saliendo al cruce de la terrible posibilidad de que “ese” coronel les “regalara” el voto, las feministas, anticipando la Unión Democrática que se formaría para enfrentar a Perón en las elecciones del 11 de febrero de 1946, realizaron una Asamblea Nacional de Mujeres, “para examinar la posición de la mujer frente a la situación institucional por la que atraviesa el país y frente al voto femenino”.[151] El lema de la asamblea “Sufragio femenino pero sancionado por un Congreso elegido en comicios honestos” reflejaba el verdadero propósito de la misma, o sea reafirmar que el sufragio solamente podía ser concedido por el Parlamento y no por el gobierno militar.
Las luchas que emprendieron las feministas en esta época se canalizaron fundamentalmente en dos vertientes influidas por los feminismos en boga a nivel mundial: un feminismo de tipo intelectual liberal oligárquico representado por Victoria Ocampo y un feminismo de tipo socialista liberal representado por Alicia Moreau de Justo.
Victoria Ocampo era una intelectual perteneciente a la alta clase de la oligarquía porteña. Educada por institutrices francesas e inglesas, pasaba mucho tiempo en Europa donde se trasladaba periódicamente con toda su familia.
Participó en diversos movimientos intelectuales y antifascistas. Fundó en 1936 una agrupación que luego va a tener una orientación filo-comunista que es la Unión de Mujeres Argentina, grupo más importante de resistencia feminista durante los años del peronismo.
Victoria fue elegida presidenta de dicha organización feminista, junto a María Rosa Oliver y Susana Larguía, pero el desacuerdo con las comunistas va a determinar su dimisión renunciando en 1938. Mientras que éstas afirmaban que la causa de las mujeres debía estar articulada con la lucha de clases, Victoria aseguraba que la política debe estar al servicio de la lucha feminista, y no al revés.
Victoria es, entre las escritoras argentinas, la más ortodoxa en su feminismo. Es una transgresora a sabiendas: se muestra libre en su vida amorosa y funda la más importante revista literaria argentina “Sur” en 1931. Amparada por la pertenencia a una clase acomodada, podía permitirse la aventura de escribir. Así, ella se va convirtiendo en un referente inevitable de la mujer “liberada”, ella decía:
“Para encontrarnos a nosotras mismas y ocupar el lugar que nos pertenece no debemos esperar la ayuda de los hombres. No puede ocurrírseles la idea de reivindicar para nosotros los derechos de que no se sienten privados. Nunca son los opresores quienes se rebelan contra los oprimidos. No sólo no podemos lógicamente esperar por el momento la ayuda de los hombres o mejor su iniciativa en esas cuestiones, sino que también debemos estar preparadas para encontrar resistencia o indiferencia (lo que descorazona aún más) de parte de gran número de mujeres”.[152]
Este feminismo aceptaba todas las consecuencias del orden vigente, menos las que se oponían a las reivindicaciones de la mujer. Sostenían tácitamente la tesis absurda de que la sola reforma que la sociedad necesita es la reforma feminista. Queda claro entonces que, la lucha de Victoria Ocampo y de las mujeres de su círculo, se encontraba acotada por la pertenencia a una clase social que les permitía llevar una vida ostentosa y viajar por Europa. Su único problema era la inferioridad de ellas respecto de los hombres. Menos acuciadas por la explotación económica pero más coartadas en sus aspiraciones de realización autónoma, centraron su protesta en el reclamo de sus derechos políticos y en la igualdad con los hombres en cuanto a la capacidad para obrar. Por eso, Victoria Ocampo, por ejemplo, quería ser actriz, escribía obras de teatro, montaba a caballo, bailaba tangos, fumaba, manejaba autos y se declaraba atea.
Ocampo se declaró enemiga acérrima de Eva Perón y criticó duramente al peronismo, militando activamente en su oposición y definiendo a este gobierno como “antidemocrático”.  
En la Asamblea Nacional de Mujeres, ante la posible aprobación de la ley de sufragio femenino,  Victoria Ocampo expresó: “Creo que la mujer argentina consciente, al no aceptar dócilmente ni siquiera la idea del voto por decreto, del voto recibido de manos del gobierno de facto, ha votado por primera vez en la vida política argentina”.[153]
Dice acertadamente Sebreli: “al igual que Eva Perón, también Victoria Ocampo fue una rebelde, pero no contra una clase opresora, sino apenas contra su familia; no contra un sistema económico sino apenas contra alguna de sus caducas expresiones morales y culturales; no contra los privilegios y las injusticias que impone una clase dominante sobre otra, sino apenas contra las que impone una sociedad masculina contra la mujer. Su ejemplo no sirvió para liberar a las mujeres argentinas. ¿Podía acaso identificarse con ella una obrera, una vendedora de tienda, una costurera, una dactilógrafa?”.[154]
El otro feminismo es representado por Alicia Moreau de Justo, la figura política femenina más relevante de la campaña contra el gobierno en este período. Nació en Londres el 11 de octubre de 1885. Cinco años más tarde, sus padres se trasladaron a la Argentina. Después de completar sus estudios primarios, ingresó a uno de los institutos normales donde se podían educar “señoritas” y se recibió de maestra. Decidió continuar sus estudios en la Facultad de Medicina, recibiéndose de médica en 1914.
Se inició a la vida política en 1906, en ocasión del Primer Congreso Internacional del Libre Pensamiento, desde entonces se comprometió con las dos causas que serían su preocupación fundamental hasta el fin de su larga vida, el feminismo y el socialismo.
Casada con el fundador del Partido Socialista, Juan B. Justo, encontró la manera de fundar organizaciones sufragistas, dar conferencias, escribir artículos y folletos, estar al frente de órganos tales como “Revista Socialista Internacional”, “Humanidad Nueva” y “La Causa”, además de dirigir los destinos del partido.
En agosto de 1945 Moreau de Justo publicó su último libro sobre feminismo, “La mujer en la democracia”, un alegato con el doble propósito de demostrar a sus compatriotas la necesidad de defender la democracia y sus principios, atacando toda forma de autoritarismo y también convencerlos de que para que la democracia fuera verdadera tenía que incluir a las mujeres.[155] 
Con la aparición del peronismo a partir de 1943, y durante los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón, ella manifestó una clara posición opositora centrándose en la lucha por la democracia. Vale aclarar que, el partido al que ella pertenecía era socialista librecambista, y se había aliado al sistema de dominación imperialista que controlaba la economía nacional antes de la irrupción del peronismo. De ahí que Moreau de Justo no se ocupó por alentar explícitamente el frente feminista, sino de contrariar al régimen peronista.
Muchas de las propuestas a favor de las mujeres, que se hicieron realidad durante el gobierno de Perón, habían sido sostenidas sin éxito a lo largo de décadas por el socialismo. Por ese motivo, resulta altamente sugestivo el hecho de que Alicia Moreau de Justo, una de las más esclarecidas luchadoras políticas del siglo, infatigable batalladora desde las filas del socialismo por los derechos de la mujer, se haya opuesto a la sanción de la ley 13.010.
En 1919, la Dra. Moreau de Justo había redactado los objetivos de la Unión Feminista Nacional, sintetizándolos en cinco puntos: “1) Cooperar en todo lo que signifique perfeccionamiento físico, intelectual y moral de la mujer; apoyar toda obra que tienda a capacitarla en su acción social; 2) Trabajar por la emancipación de la mujer en la familia y en la sociedad; 3) Cooperar en toda obra que contribuya a facilitar y mejorar el trabajo femenino; por lo tanto se preocupará en la reglamentación del trabajo en la industria y en el comercio y de elevación de los salarios del trabajo femenino, basándose en el principio “ a igual trabajo, igual remuneración”; 4) Tender a centralizar los esfuerzos hechos a favor de la emancipación femenina; 5) Propender a la formación de comités en el interior de la República que respondan a los mismos fines”.[156]
Pese a todos estos antecedentes, la ley no contó con su apoyo, ya que había sido votada por un gobierno que ella consideraba “autoritario”, y además, consideraba que era un medio que le serviría a Perón para aumentar su caudal electoral. La sanción de la ley del voto femenino en 1947, ella la calificó como una maniobra política y no como una conquista social.
Vemos que ambos feminismos, habiendo venido bregando públicamente por obtener el voto, se levantaron contra la ley sancionada. Alicia Moreau de Justo, Victoria Ocampo e integrantes de la Federación Universitaria de Mujeres reclamaron que el tema del sufragio femenino debía plantearse en los marcos de un gobierno constitucional.  
Dice Barrancos: “El problema central de las feministas era en ese momento el problema de la democracia en el mundo. Cuando adviene el peronismo para estas mujeres se trataba de un síntoma más del totalitarismo, un síntoma de que no habrá democracia”.[157]
En Argentina se estaba gestando un proceso de democratización social, pero las feministas de la época, no pensaban los problemas de la mujer desde una perspectiva nacional sino europea.
Coherentes con su militancia minoritaria, las agrupaciones feministas se aliaron, en una posición reaccionaria, con los legisladores que no querían tratar el tema, ocultando su oposición en la postergación.
La campaña por el voto se mezcló con la movilización a favor y en contra de Perón y en el seno de la Unión Democrática las demandas del movimiento feminista fueron soslayadas por la coalición que priorizó la oposición a Perón. Las mujeres que reclamaban la igualdad política se subordinaron a los intereses generales del movimiento de oposición.
Con la participación en las actividades de la Unión Democrática, las agrupaciones feministas dictaron su propia sentencia de muerte. Después de las elecciones de febrero de 1946, las condiciones políticas habían cambiado de tal forma que ya no podrían jugar ningún papel. 
Barrancos llama la atención sobre el papel de figuras feministas activas de los años 1950, como Alicia Moreau de Justo o Victoria Ocampo. En relación a estas figuras, Barrancos introduce una idea de “viejo feminismo”. El “viejo feminismo” le sirve a la autora para mostrar su visión sobre las contrariedades y paradojas entre el activismo de las mujeres por esos años y el papel secundario del feminismo en dos sentidos. En primer lugar, la no aceptación del sujeto que se nombra sujeto feminista, en segundo lugar, el papel secundario del feminismo, en cuanto a su función principal: la búsqueda de derechos políticos.[158]
El feminismo no podía reconocer que el sufragio femenino le haya sido dado por un gobierno al que consideraban poco republicano. Estas mujeres absolutamente preocupadas por la “vida republicana” quedaron contrariadas por esta decisión, al pensarla como maniobra política del peronismo.
Decía Victoria Ocampo: “Nuestra reacción frente al voto en 1947, no respondía a antagonismos políticos, sino a las razones por las que fue otorgado: se lo consagraba de antemano a un partido y no a la defensa de nuestra causa: la de todas las mujeres en bloque”.[159] El voto femenino otorgado por el peronismo fue visto por Ocampo mucho más como una maniobra masculina, como la adhesión a un partido político, que como el resultado de sed reivindicatoria, de sed de justicia, de parte de la mujer.
No importaba para estas agrupaciones que Eva Perón, como vimos, en su discurso de la primera asamblea del Partido Peronista Femenino, hubiese hablado especialmente de esa sed de justicia, cuando dijo de las mujeres: “En el hogar sufría más que los suyos, porque toda la miseria, toda la desolación, todos los sacrificios los monopolizaba ella para evitárselos a sus hijos. Llevada a la fábrica, sufrió toda la prepotencia patronal..”[160]
Eva Perón no trataba de satisfacer a las vanguardias feministas. Lo que para éstas era una meta, para Evita era un instrumento al servicio de un movimiento revolucionario cuyos fines eran la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación.
Evita se definió a sí misma diciendo: “Como abanderada del movimiento peronista femenino, yo no puedo llevar, yo me niego a llevar otra bandera que no sea la bandera del pueblo. El día que me sienta incapaz de interpretar a mi pueblo, como lo interpreto fervorosa y fanáticamente, renunciaría antes de defraudarlo”.[161]
Eva Perón abrió el camino para la participación política de las mujeres, pero no lo hizo desde un discurso feminista, sino de subordinación a un proyecto político. Se transformó en la mujer que dio el salto histórico más alto en la Argentina, logrando movilizar masivamente a las mujeres y desarrollando una base popular que no tuvieron las feministas.
Las mujeres peronistas lideradas por Evita no tenían lo que se llama conciencia de género. En realidad las mujeres habían adquirido un grado de conciencia no sólo en sus rol de mujeres sino como potenciales protagonistas de transformaciones sociales. Producto, no sólo del reconocimiento de sus derechos políticos, sino también de la mejora en sus condiciones de vida por parte del Peronismo, las mujeres habían adquirido conciencia nacional pasando a formar parte activa del proyecto nacional.
Las mujeres que se movilizaron junto a Eva Perón por el sufragio femenino  muy poco tenían que ver con las feministas cuyos planteos desconocían, pues, por lo general no se habían dirigido a ellas. Las separaban profundas diferencias de clase y sobre todo la figura de Perón. Es que mientras el feminismo argentino se diluía en la lucha contra Perón y desaparecía con el fracaso de la Unión Democrática, se estaba gestando un nuevo fenómeno, la incorporación masiva de las mujeres de las clases populares en el movimiento que gradualmente desembocaría en el peronismo.
Se revirtió lo que las militantes feministas habían hecho y dicho durante medio siglo. Ellas se dirigían a los hombres, a los dueños de las instituciones, pidiéndoles que les concedieran el derecho del voto, si no a todas, por lo menos a las que tenían “conciencia política”, a las que querían votar. Eva Perón no les hablaba a los hombres. Se dirigía a las mujeres. No a las diplomadas ni a las “preparadas” sino a todas las mujeres del país. Las convence de que tienen capacidad para votar y para participar en la política general de la nación, las impulsa a actuar junto con los hombres, en la construcción de la revolución, uniéndose a ella, la compañera Evita. Es más, les dice que tienen que asumirlo como un deber. Y en cada mensaje repite el concepto de unidad entre ella y las mujeres.
La relación de Evita con el feminismo era de adversidad, de contrariedad. Eva Perón afirmaba sobre las agrupaciones feministas:
“Confieso que el día que me vi ante la posibilidad del camino “feminista” me dio un poco de miedo. ¿Qué podía hacer yo, humilde mujer del pueblo, allí donde otras mujeres, más preparadas que yo, habían fracasado rotundamente? ¿Caer en el ridículo? ¿Integrar el núcleo de mujeres resentidas con la mujer y con el hombre, como ha ocurrido con innumerables líderes feministas? Ni era soltera entrada en años, ni era tan fea por otra parte como para ocupar un puesto así… por lo general, en el mundo, desde las feministas inglesas hasta aquí, el feminismo pertenece, casi con exclusivo derecho, a las mujeres de ese tipo, mujeres cuya primera vocación debió ser indudablemente la de hombres.
¡Y así orientaron los movimientos que ellas condujeron! Parecían estar dominadas por el despecho de no haber nacido hombres, más que por el orgullo de ser mujeres. Creían incluso que era una desgracia ser mujeres. Resentidas con las mujeres porque no querían dejar de serlo y resentidas con los hombres porque no las dejaban ser como ellos, las “feministas”, la inmensa mayoría de las feministas del mundo en cuanto me es conocido, constituían una rara especie de mujer… ¡que no me pareció nunca del todo mujer!. Y yo no me sentía muy dispuesta a parecerme a ellas.
Un día el General me dio la explicación que yo necesitaba:
-¿No ves que ellas han errado el camino? Quieren ser hombres. Es como si para salvar a los obreros yo los hubiese querido hacer oligarcas. Me hubiese quedado sin obreros. Y creo que no hubiese conseguido mejorar en nada a la oligarquía. No ves que esa clase de “feministas” reniega de la mujer. Algunas ni siquiera se pintan…porque eso, según ellas, es propio de mujeres. ¿No ves que quieren ser hombres? Y si lo que necesita el mundo es un movimiento político y social de mujeres.. ¡que poco va a ganar el mundo si las mujeres quieren salvarlo imitándolos a los hombres! Nosotros ya hemos hecho solos demasiadas cosas raras y hemos embrollado todo, de tal manera, que no sé si se podrá arreglar de nuevo el mundo. Tal vez la mujer pueda salvarnos a condición de que no nos imite.
Yo recuerdo bien aquella lección del General. Nunca me pareció tan claro y tan luminoso su pensamiento. Eso era lo que yo sentía.
Sentía que el movimiento femenino en mi país y en todo el mundo tenía que cumplir una misión sublime y todo cuanto yo conocía del feminismo me parecía ridículo. Es que no conducido por mujeres sino por “eso” que aspirando a ser hombre dejaba de ser mujer ¡y no era nada!. El feminismo había dado el paso que va de lo sublime a lo ridículo”.[162]
Como vemos, el concepto feminista que el movimiento propone se apartaba radicalmente de los postulados de las agrupaciones feministas de la época. Dichos postulados llevaban a la mujer a tener que repudiar su rol de ama de casa y entablar con el hombre una competencia que se desarrollaría en un mismo plano.
El nuevo feminismo peronista aceptaba las responsabilidades tradicionales de la mujer, pero les asignaba un nuevo rol. Debían organizarse para bregar por los derechos cívicos y para que sean una fuerza más que apoye a Perón en su causa. Se rompió con la tradición de pasividad de las mujeres argentinas logrando despertar masivamente las conciencias de las mujeres y crear en ellas el concepto de lucha organizada por sus derechos y los del pueblo argentino.









CONCLUSIÓN

Vimos que durante las décadas de 1920 y 1930 los grupos feministas centraron su lucha en la conquista del derecho al voto. Aunque también se preocuparon por el mejoramiento de la situación de las mujeres de condición más humilde, nunca llegaron a acercarse a ellas.
A la exclusión social y económica que sufrían las mayorías de las mujeres se sumaba la política por la negación de su derecho al voto. Estaban compelidas al trabajo doméstico o al trabajo rural, con las consecuencias de atraso y aislamiento que esto conllevaba. Cuando ingresó a la fábrica fue víctima de la explotación, con bajos salarios y sin ningún tipo de protección laboral. Era, al igual que los hombres, explotada y oprimida por un modelo económico que sólo dejaba grandes ganancias a  la oligarquía terrateniente, a los sectores industriales asociados al capital extranjero y al gobierno usufructuario y cómplice del modelo semicolonial.
Posteriormente, ciento de miles de hombres y mujeres que migraron del campo a la ciudad sin tradición política ni sindical, dieron su apoyo a un nuevo movimiento nacional que emergía con Juan Domingo Perón.
Con el acceso al poder de este movimiento nacional al gobierno, la Argentina asistía a un período de avance. La política de liberación nacional del peronismo significó la ruptura de la dependencia respecto al imperialismo británico. Se pasó de un capitalismo dependiente semicolonial a un capitalismo nacional, poniendo énfasis en la distribución de ingresos hacia los sectores asalariados, en la expansión del empleo y en la participación del sector público en el sistema productivo.
Este modelo permitió, con una política de justicia distributiva, elevar el nivel de vida de los argentinos, democratizando las oportunidades económicas y sociales.
Se produjo un notable ascenso social de la mujer, más incorporada a la producción, con capacidad política a través del voto y acceso a las actividades profesionales. Se les otorgó derechos políticos, derechos laborales, derechos sociales, el reconocimiento de los hijos extramatrimoniales, la ley de divorcio, la patria potestad compartida, etc. Ellas habían logrado con el peronismo conquistas históricas.
Las mujeres se vieron representadas, en el marco del acceso al poder de un movimiento nacional que modificó su situación. La mujer no sólo logró  reivindicaciones propias de su género sino que avanzó socialmente junto al avance que se dio de la sociedad producto de un modelo económico liberador  e independiente.
La incorporación de la mujer a la producción fue la vía para su independencia económica, para su despertar político, para su lucha contra la explotación, la injusticia y la humillación.
Así fue como muchas se movilizaron para defender y sostener el gobierno peronista, que se había dado una política destinada especialmente a ellas, había transformado su realidad y además las había hecho protagonistas de ese cambio.
Perón, con Eva Duarte a su lado, logró ganar a las mujeres para su causa, poniéndolas en la escena pública de una manera inédita. Fue notable y revolucionario para la época el elevado nivel de participación de las mujeres.
Se movilizaron el 17 de octubre pidiendo la liberación de Perón, luego se organizaron en los barrios formando centros cívicos y ateneos. Muchas fueron las voluntarias que colaboraron en la tarea social de la Fundación Eva Perón. Cuando se las convocó para formar el Partido Peronista Femenino llegaron a formar 3600 unidades básicas en todo el país. Pero esta participación se daba, como se había decidido en la primera asamblea del Partido, en torno al liderazgo y la doctrina de Perón.
La conquista de un papel protagónico de la mujer, se inscribió así como un frente de lucha más dentro del movimiento nacional, contra la dependencia y la explotación de los grandes centros imperiales. Así, el peronismo enmarcó la lucha de la mujer en la lucha por la liberación nacional.
Es de vital importancia entonces, la organización y unidad de las grandes masas femeninas en la lucha por sus derechos, por sus más diversas reivindicaciones, en vinculación con el proceso de liberación nacional.
La mujer no puede alcanzar su igualdad si se aísla de los demás sectores de la población que luchan por la liberación nacional. A la vez, las aspiraciones de esos sectores no pueden materializarse sin la contribución activa de la mujer.
Decía Eva Perón:
“No puede haber mujeres libres en una sociedad dominada, pero no habrá liberación sin el solidario compromiso de las mujeres junto a sus compañeros.. …Si en muchos lugares del mundo hemos creado juntos hogares felices, ¿por qué no podemos hacer juntos una humanidad feliz? Ese debe ser nuestro objetivo. Nada más que ganar el derecho de crear, junto al hombre una humanidad mejor”. Eva Perón
APÉNDICE A

CONFLICTOS IRRESUELTOS DE LA ACTUALIDAD
En la actualidad nos encontramos con un feminismo que está dividido en diversas vertientes, cada una de las cuales plantean de manera directa demandas singulares. Así, por ejemplo, nos encontramos con las feministas aborteras, las católicas, las indigenistas, las discapacitadas, las homosexuales, etc.
En este caso, la defensa de lo singular atenta contra el interés general. Muchas mujeres se vuelcan a las luchas feministas haciendo reclamos de tipo individualistas o representando a minorías, y se olvidan de los problemas de las mayorías femeninas de nuestro país, que son por ejemplo, el trabajo en negro, la explotación laboral, la pobreza, la desocupación, la diferencia de salarios por el mismo trabajo entre hombres y mujeres, la violencia física y psicológica, la ausencia de mujeres en los niveles decisionales, etc.
La cuestión del género, así, se trata desde una perspectiva individualista, unilateral y esquemática, limitándose a discutir “género” al margen de toda consideración social, cultural y política. Encarnan un discurso de emancipación relacionado a la liberación sexual, al aborto, a la superioridad sobre el hombre, a los derechos de las homosexuales, etc., enmascarando en realidad las causas de fondo de los problemas más acuciantes de la gran mayoría de las mujeres.
Estos planteos son impuestos o legitimados por los usufructuarios del modelo de dependencia establecido en la Argentina. A los países centrales; sus aliados locales, como los grupos económicos de carácter concentrado y oligopólicos; y  sus partidos políticos; les conviene que se discuta “el aborto”, “la igualdad de derechos para las homosexuales”, “el derecho a decidir su capacidad reproductiva y su sexualidad”, “la separación de la Iglesia del Estado”, por ejemplo, que son los asuntos que preocupan hoy a las feministas. Mientras no se ponga en tela de juicio el reparto de la renta, la desigualdad económica, el régimen tributario, el sistema financiero, la propiedad de la tierra, el monopolio de los medios de comunicación, etc. van a apoyar cualquier debate en nombre de la emancipación femenina.
Aún más, les conviene que las mujeres sean apolíticas, desinteresadas y frívolas, y que formen con esos mismos criterios a sus hijos. Con esto se consigue que gran parte de la sociedad no ponga en tela de juicio lo establecido en nombre del interés nacional.
De aquí la importancia de la participación de las mujeres en la política. Para que, junto a los hombres, sean artífices de un proyecto de país más inclusivo, más igualitario, y más justo. Acaso, ¿la mujer puede liberarse si no se libera el conjunto de la sociedad?
En este sentido, la mujer ha avanzado en las últimas décadas, sin embargo aún hoy cuando la presencia de la mujer argentina se da en el primer nivel de la magistratura nacional con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la mujer sigue siendo la “gran ausente” de la que hablaba Evita.
Con toda seguridad, el cambio más significativo de las últimas décadas es la incorporación de las mujeres a las actividades de las que tradicionalmente estaban marginadas. Hoy las mujeres trabajan, votan, pueden ser electas, pueden acceder a la universidad, etc. Sin embargo, esa incorporación, en los niveles de decisión y participación política sigue siendo minoría.
La autora de “El cerebro femenino” de Louann Brizendine, explica que a medida que la mujer crece va desarrollando circuitos diseñados específicamente para el sexo femenino. Por ejemplo la capacidad de observación (pudiendo ver en otras personas gestos casi imperceptibles), la empatía (la cual permite saber cómo sienten los demás), la aptitud superior para el lenguaje (en cuanto a la comunicación y a la facilidad de palabra), la capacidad auditiva (pudiendo oír una gama más amplia de frecuencias y tonos de la voz humana que el hombre), etc.
Helen Fisher, en su obra “El primer sexo” también se refiere a las aptitudes femeninas: “Las mujeres tienen facultades excepcionales: habilidad verbal; capacidad para interpretar posturas, gestos, expresiones faciales y otros signos no verbales; sensibilidad emocional; empatía; excelente sentido del tacto, del olfato y del oído; paciencia; capacidad para pensar y hacer varias cosas simultáneamente; una amplia visión contextual de las cuestiones; afición a hacer planes a largo plazo; talento para crear redes de contacto y para negociar; impulso maternal; y preferencia para cooperar, llegar a consensos y liderar sirviéndose de equipos igualitarios”. (Helen Fisher: El primer sexo. Las capacidades innatas de las mujeres y cómo están cambiando el mundo, Madrid, Taurus, 2000, p. 15.)
Sin embargo; a pesar de estas aptitudes, que se pueden considerar virtudes para la actividad política; un conjunto de causas históricas, sociales y culturales, han impedido el protagonismo de la mujer en la actividad política. Y, como vimos, las agrupaciones feministas no han colaborado con esta causa, por el contrario, no hacen otra cosa que fragmentar la sociedad, alejándonos de la resolución conjunta de los problemas que aquejan a los argentinos.
La emancipación femenina no tiene que ver con un feminismo ultra que termina degenerando en un machismo cambiado de signo. Tiene que ver con lograr la complementariedad entre ambos en la sociedad, para poder en conjunto luchar por una sociedad más justa.
Debemos comprender que el problema de las mayorías femeninas es un problema colectivo y se soluciona desde lo colectivo, o sea desde la política. Las mujeres somos capaces de luchar, junto a los hombres (y no enfrentándonos a ellos) por la igualdad de oportunidades, somos capaces de tomar grandes decisiones y somos capaces de llevar un país adelante, entre otras tantas cosas.




















APÉNDICE B

DISCURSO DEL GRAL. PERÓN AL INAUGURAR LA DIVISION DE TRABAJO Y ASISTENCIA DE LA MUJER (03 de octubre de 1944).  
Dentro de nuestra inmensa tarea de poner orden en el complicado mecanismo social argentino, toca hoy el turno al trabajo de la mujer, un tanto olvidado y descuidado a pesar de su extraordinaria importancia presente. Más de novecientas mil mujeres de nuestro país intervienen en la producción, desempeñándose en los más variados oficios y profesiones.
Dignificar moral y materialmente a la mujer, equivale a vigorizar la familia. Vigorizar la familia es fortalecer la Nación, puesto que ella es su propia célula.
Para imponer el verdadero orden social ha de comenzarse por esa cédula constitutiva, base cristiana y racional de toda agrupación humana. Hablamos de una organización superior que imponga un orden que no sea una presión ejercida desde fuera de la sociedad, sino un perfecto equilibrio que se suscite en su interior.
Para suscitar ese equilibrio interno, no basta un frío cuerpo de legislación mecánica, sino que es menester la seguridad del ejercicio de una justicia humana y segura, de que han carecido muchos legisladores y gobernantes. Por eso es que, sin cierta afición nativa a la justicia, nadie podrá ser un buen político.
La División del Trabajo y Asistencia de la Mujer, cuya creación celebramos hoy, es una necesidad social y la conciencia del deber de resolverlo, ha movido a esta Secretaría a concretar tal obra.
Aquí hallarán eco las sanas inquietudes y apoyo las legítimas aspiraciones de la mujer argentina de hoy, que con su colaboración honorable y destacada en las labores intelectuales o científicas, en la docencia, en el comercio y en la industria, sabe sacar energías de su propia debilidad, para cooperar con el hombre en la elaboración de la grandeza de la Patria.
La sociedad moderna no restringe el trabajo de las mujeres, pero está en la obligación de asegurarles una eficaz protección, una mejor retribución de su esfuerzo, una asistencia, un apoyo y una ayuda oportuna y constante.
A esa alta finalidad ha de dedicarse por entero el nuevo organismo que hoy indica su labor.
La Secretaría de Trabajo y Previsión ha querido poner al frente de esta nueva División a una distinguida mujer, la doctora Lucila De Gregorio Lavié y la señorita profesora e inspectora del Consejo Nacional de Educación, María Tizón, quienes con talento, virtud y entusiasmo, representan la máxima garantía a que puede expirar el Estado.
Dentro de nuestro sistema institucional, la asistencia y la tutela jurídica que el Estado debe prestar a la mujer, se manifestará principalmente en una legislación apropiada y humana.
La forma de salvaguardar sus justos derechos y de satisfacer sus verdaderas necesidades, está en ampliar y perfeccionar la legislación que la protege y ampara. Las particularidades propias del trabajo femenino deben determinar en el país la existencia de una legislación especial; pero en nuestro caso adolece del defecto de que la integran leyes que son a menudo confusas y que no abarcan la totalidad del problema. Requieren una articulación nacional y una recopilación en cuerpo único, que constituyan el estatuto de la mujer que trabaja. En la preparación del mismo, la División del Trabajo y Asistencia de la Mujer, en manos auspiciosas, ha de asegurar los elementos para llegar a una base sólida y segura.
Es menester persuadirse de que para que las leyes del trabajo de la mujer, dejen de ser frías enunciaciones teóricas, deben ser objeto de una eficiente aplicación, que no puede quedar librada a la voluntad de quienes están obligados a cumplirlas, sino que deben estar sometidas a un severo contralor. Todo ello debe ser debidamente contemplado en la regulación jurídica de las normas que rigen las actividades femeninas del trabajo.
Siendo así, tarea de coordinar, de ampliación y de perfeccionamiento de la legislación vigente, el proyecto de Estatuto del Trabajo Femenino, será el instrumento legal para la defensa y dignificación moral y material de la mujer que trabaja.
Poco será todo cuanto se haga para evitar la explotación del trabajo de las mujeres, pues ellas contribuyen a ampliar con su esfuerzo meritorio el campo de la producción, aseguran la vida honesta y digna de sus hogares y contribuyen de manera efectiva al engrandecimiento del país.
EI salario inferior de la mujer puede convertirse en factor de explotación y competencia desleal para el hombre, perturbar la economía y generar una baja en los salarios generales.
El establecimiento del principio de igual salario por igual trabajo es por ello fundamental para la existencia de una verdadera justicia social y un normal desenvolvimiento del trabajo.
Si la organización moderna de la sociedad exige a las mujeres el doble esfuerzo en funciones dentro y fuera del hogar la retribución adecuada a su labor pasa a ser un imperativo elemental de esa justicia. Aparte de que los salarios femeninos por debajo del nivel de vida y del salario vital individual, traen consecuencias graves de índole física y moral, que el Estado está en la obligación de evitar.
Si he de confesar la verdad, os diré que de todas las tareas emprendidas aquí, ninguna es para mí tan grata como ésta. No solo porque se trate de la mujer, que respeto y venero como la mejor creación del Supremo Hacedor, sino también porque reconozco lo que la mujer representa en la historia de la Patria y en su grandeza presente, que hace que la Argentina no tenga que recurrir a la legendaria Esparta para encontrar ejemplos de la grandeza heroica de sus mujeres.
Pertenezco a un grupo de hombres que ha hecho de los valores morales el escudo contra todas las debilidades humanas y el baluarte de los magnánimos contra la vacuidad de los pusilánimes.
Pensamos que el hombre tiene una misión creadora, vivir y ser, es producir grandes obras; no existir, conservarse, andar entre las cosas que ya están hechas por otros.
Nuestras mujeres empiezan a sentir nuestras inquietudes porque comienzan a comprenderlas y porque en último análisis, ellas son tan sensibles como nosotros.
Dichosos los pueblos donde sus mujeres se interesan en los problemas de los hombres, desgraciados los países donde las mujeres desertan de la austeridad de sus hogares para refugiarse en la esterilidad de frívolas distracciones intrascendentes y secundarias.

JUAN DOMINGO PERÓN








APÉNDICE C

DEBATE POR LA LEY DE SUFRAGIO:
Como resumen de los argumentos expuestos por quienes dilataron la sesión y querían continuar  “profundizando”, copiaré partes de un discurso que, en su ejemplaridad, reúne todas las objeciones. Pertenece al diputado Reynaldo Postor, representante de San Luis por el Partido Demócrata Nacional: “Deseo tocar a fondo la realidad argentina para que esta ley salga con el respaldo de una opinión consciente y serenamente meditada, que no sea el fruto de una improvisación ni la expresión de un anhelo circunstancial convertido en ley, en un momento dado de la política argentina. Es que, señores diputados, nunca y menos hoy, puede sostenerse que haya razones que permitan creer que la mujer se encuentra en condiciones de inferioridad con relación al hombre para intervenir en los asuntos políticos del país y para ejercer los derechos políticos. La diferencia no está en eso, sino en la forma en que esos derechos pueden ser ejercitados. La diferencia está en esclarecer con toda claridad hasta dónde una legislación  puede crear derechos de tipo obligatorio que, precisamente, es la negación de todo derecho”.
“El diputado Pastor olvidaba que la experiencia hecha con los varones había sido terminante. Desde 1853 hasta 1912, el voto había sido voluntario y lo usaron muy pocos. Al dictarse la ley 8.871, que establece el voto obligatorio, la masividad de la participación popular cambió la fisonomía política y social del país”.
Y continuaba Pastor: “La masa de mujeres que habita en toda la inconmensurable extensión de nuestro territorio nacional se divide en forma bien definida, en lo referente a esta materia, en tres categorías. Están las mujeres que desean vehementemente el ejercicio del derecho del voto, que sienten la pasión por el combate político, que siguen permanentemente todos los movimientos de nuestros partidos, todas sus manifestaciones. Es decir que están las mujeres que quieren conquistar lo más inmediatamente posible el derecho de actuar activamente en política, el de inscribirse en los padrones cívicos, el derecho de votar en los comicios, el de elegir y ser elegidos. No son las más”.
“No resistimos preguntarnos: ¿Con qué estadística se manejaría, si el único antecedente nacional, el de las sanjuaninas, había demostrado todo lo contrario?” (nota al pie: las mujeres peronistas estela dos santos pag 18)
Y sigue el diputado Pastor: “Están las mujeres que repudian en lo íntimo de su ser toda actividad política, que creen y tienen conciencia de que ese género de actividad les va a traer una preocupación perturbadora para su vida diaria y para su tranquilidad y algunas hasta vislumbran peligros graves para la unidad de la familia y para la paz del hogar. Esas son las mujeres –y son muchas- que no reclaman el derecho del ejercicio del voto, que no quieren ejercer ese derecho y que desean que si se sanciona una ley para satisfacer las aspiraciones, muy legítimas, de las que quieren el derecho del voto, no se lo sancione con carácter obligatorio, es decir, obligándolas a ejercer un derecho  que no reclaman y que no quieren. Y está también un sector ponderable de mujeres que son el material plástico para el futuro, que son las mujeres que constituyen la masa susceptible de una evolución futura. En ese sentido, a ellas
también les puede satisfacer una ley que no haga obligatorio el ejercicio del derecho del voto, pero sí, que en el momento que evolucionen o dejen de pensar eso, les permita incorporarse a una u otra de las corrientes que he señalado”.
“Es muy ilustrativo el paternalismo del diputado Pastor; su defensa de la minoridad mental femenina aludía, sin duda alguna, a las mujeres que no tenían “conciencia”, aquellas que se contraponían a las “conscientes” del discurso de Victoria Ocampo”.
Y todavía sigue la disertación, mientras la tarde declina: “Si nosotros tratamos de reconocer como muy legítima, muy justa y muy necesaria la aspiración de las mujeres que quieren ejercer derechos políticos, concurrir a comicios e incorporarse al aluvión de las agitaciones y de las pasiones políticas, en cuanto a las mujeres que no quieren incorporarse a ese aluvión, que prefieren la tranquilidad y la paz de la vida hogareña, que prefieren conservar el sello de femineidad que es necesaria para su espíritu y para su vida, ¿con qué derecho les vamos a impedir que puedan realizar sus aspiraciones, sobre todo cuando podemos satisfacer sus anhelos sin herir ni perjudicar las aspiraciones de las que apoyan la ley del voto femenino?”
“A partir de ahí, el diputado conservador se dedicará a demostrar cuán profundamente desconocía la realidad argentina”.
“Conozco la vida de nuestro medio social en toda la inconmensurable extensión de sus cuatro rumbos cardinales. Yo sé  que hay muchas mujeres aisladas en la campaña argentina, a muchas leguas de los lugares de población, que son los lugares de realización de los comicios; que hay mucha mujer que vive incorporada a una vida de lucha y de sacrificio, a la par que su compañero, a veces con hijos pequeños que también participan desde muy chicos del trabajo rural. Yo sé que a toda esa mujer, a la que se va a obligar a concurrir a inscribirse en el respectivo padrón cívico y que en cada proceso electoral deberá abandonar su hogar en las mismas condiciones que el hombre, se le van a crear situaciones que difícilmente va a poder resolverlas y que a veces se van a traducir en tragedias. Yo pregunto a los señores diputados, cuando en plena campaña argentina, en un pequeño rancho que azotan todos los días los vientos, con un pequeño capital creado, en el cual, mientras el hombre maneja la mancera del arado o campea sus animales en plena selva, la mujer atiende a sus pequeñuelos, contribuye a tareas como la de dar agua al pequeño rebaño, preparar la comida para todos, cuidar de sus chicos para que no corran ningún riesgo, qué hacemos nosotros cuando obligamos a que esa mujer se traslade junto con su marido a una cantidad de leguas para dar su voto, qué hace cuando no puede trasladarse durante dos, tres o cuatro días, como ocurre en muchas partes del país, porque tienen que hacerlo la víspera de un comicio, quedarse el día del comicio, regresar al día siguiente sin tener un lugar donde alojarse o teniendo que dormir al raso como el hombre. Todo eso haciendo abstracción absoluta de los fenómenos fisiológicos a que está sometida la mujer y a los que no está sometido el hombre”.
“Se puede apreciar la preocupación del diputado conservador para impedir que votaran, precisamente, las mujeres que debían votar para transformar un país en el que vivían tan sacrificadamente. Por otra parte, no se le ocurría que a esa estoica mujer y esforzado varón se los podía ayudar facilitándoles el traslado, el alojamiento y los servicios sanitarios adecuados para sus necesidades”.
Y continuaba discurseando el diputado, ya de noche cerrada: “Por otra parte, el régimen que vamos a establecer del voto femenino es el primer ensayo integral que va a hacer el país y debemos darle el carácter de ensayo integral. Estamos sancionando una ley de voto femenino sin tener un sólo antecedente, ni una información sobre las consecuencias y la gravitación que este hecho va a tener en la vida nacional. No sabemos ni aproximadamente en número de mujeres que están en condiciones de inscribirse obligatoriamente en los padrones, no sabemos en qué forma se distribuyen esas mujeres, ni en qué medida pueden cambiar la organización y composición de este propio cuerpo, y si no se trata de una ley destinada a producir fenómenos que ya hemos palpado en la vida nacional, y que han traído consecuencias desagradables en la solución de problemas fundamentales de la nación”.
“¡Ay! El diputado Pastor descubría su terror al cambio y tenía razón, pues la transformación de ese “propio cuerpo”, como reflejo de los cambios operados en el país, lo dejaría a él afuera del Congreso para siempre”.
Pero todavía, dice Estela dos Santos, le restaba un último argumento, esta vez de índole psicológica: “Los señores diputados podrán calificar de sentimental su preocupación pero a mi juicio es fundamental para el mantenimiento de la unidad de la familia argentina. El ejercicio de la actividad política, las pasiones que agitan en cada una de las campañas a todos los que participan de ellas, los enconos que se provocan y que perduran largamente, ¿todo eso no es, acaso, un factor desintegrante de un hogar, cuando por razones temperamentales del hombre o de la mujer se hace peligrosa la decisión de esos problemas dentro de la vida hogareña? ¿Es, acaso, el pensamiento del Estado superior a la conciencia que tiene una mujer de que ese peligro la amenaza si ella entra en actividades políticas y si debe ejercer por obligación de una ley el ejercicio del voto? ¿Qué juez más superior, qué juez más consciente y más sincero puede haber en este caso que la propia mujer para defender la integridad y la paz de su hogar, el porvenir de sus hijos? ¿O, acaso, los señores diputados creen que es una parábola que se rompe la unidad de muchos hogares, se deshacen los vínculos matrimoniales y los hijos quedan viviendo una eterna tragedia, o aún, la tragedia de que se discuta si tuvo razón el padre o la madre, al lanzarlos a ese conflicto? ¿Quién puede ser juez más superior que la propia mujer que conoce mejor su carácter y la sensibilidad de su compañero? ¿Quién tiene más obligación y más derecho a resguardar eso? ¿Qué derecho tenemos nosotros a imponer una ley que pueda poner en peligro esa paz y esa tranquilidad?”  
Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Diario de Sesiones, 9 de septiembre de 1947.

BIBLIOGRAFÍA

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[1] Jorge Abelardo Ramos. Historia de la Nación Latinoamericana. Buenos Aires: Peña Lillo, 1968. p. 495
[2] Lenin. Obras Completas. Tomo XXI. Buenos Aires: Ed. Cartago, 1960. P. 413
[3] Lenin. Obras Completas, op.cit. Tomo XX. P. 392
[4] Lenin, op. cit. Tomo XXXI. p. 231
[5] Nota: extraído de Jorge Abelardo Ramos, op. cit. p. 507
[6] Ibídem
[7] Nota: extraído de Jorge Abelardo Ramos, op. cit. p. 509
[8] Norberto Galasso. Peronismo y Liberación Nacional: 1945-1955. Buenos Aires: Discépolo, 2003. p. 3
[9] Norberto Galasso, op. cit. p. 4
[10] Ibídem
[11] Nota: datos extraídos de Norberto Galasso. Peronismo y Liberación Nacional: 1945-1955. Buenos Aires: ed. Discépolo, 2003. p. 5
[12] Jorge Abelardo Ramos, op.cit. p. 462
[13] Jorge Abelardo Ramos, op.cit. p. 463
[14] Norberto Galasso, op.cit. p. 6
[15] Norberto Galasso, op.cit. p. 7
[16] Julio Mafud. Sociología del Peronismo. Buenos Aires: Américalee, 1972. pp. 148-149
[17] Julio Mafud, op.cit. pp. 84-85
[18] Nota: extraído de Norberto Galasso, op.cit. pp. 8-9
[19] Julio Mafud, op.cit. p. 168
[20] Cuadernos del Senado. La Mujer en la Reconstrucción Nacional. Mendoza: Senado de Mendoza, 1974. p. 14
[21] Jorge Abelardo Ramos. Feminismo y Lucha política. Documento presentado como material para la discusión interna en el Partido Frente de Izquierda Popular (FIP). Buenos Aires, 1976. www.izquierdanacional.org
[22] Cuadernos del Senado, op.cit. p. 15
[23] Nota: extraído de Cuadernos del Senado, op.cit. p. 16
[24] Lenin. La mujer y el progreso social. Buenos Aires: Polémica, 1975. P. 9
[25] Cecilia Castaño. Género y Economía. www.generoyeconomia.wordpress.com
[26] Lenin, op.cit. p. 55
[27] Nota: extraído de Cecilia Castaño, op.cit
[28] Cuadernos del Senado, op.cit. p. 20
[29] Ibídem
[30] Nota: extraído Cuadernos del Senado, op.cit. p. 54
[31] Nota: datos extraídos de Colección Bicentenario. Eva Duarte de Perón. El mito eterno. Buenos Aires: Planeta, 2009. p. 79
[32] Discursos completos. Eva Perón. Tomo II: 1949-1952. Buenos Aires: Carlos Hurst, 2004. Pp. 74-75
[33] Marysa Navarro. Evita. Buenos Aires: Edhasa, 2011. pp. 191-192
[34] Ibídem
[35] Jorge Abelardo Ramos. Feminismo y Lucha política, op.cit
[36] Ibídem
[37] Carolina Barry. El Partido Peronista Femenino. La gestación política y legal. Buenos Aires: Debates, 2007. p. 121
[38] Estela Dos Santos. Las Mujeres Peronistas. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1983. p. 11
[39] Ibídem
[40] Cuadernos del Senado, op.cit. pp. 20-21
[41] Cuadernos del Senado, op.cit. pp. 54-55
[42] Ibídem
[43] Jorge Abelardo Ramos. Revolución y contrarrevolución en la Argentina. Tomo II: 1922-1976. Buenos Aires: Distal, 1999. pp. 305-306
[44] Lenin, op.cit. p. 30
[45] Fermín Chávez. Eva Perón en la historia. Buenos Aires: Editorial Oriente, 1986. pp. 77-78
[46] Marysa Navarro, op.cit. p. 229
[47] Nota: extraído de Susana Novick. Mujer, Estado y políticas sociales. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1993. p. 13
[48] Susana Novick, op.cit. p. 14
[49] Susana Novick, op.cit. p. 19
[50] Texto de Ley 13944
[51] Texto de Ley 14367
[52] Decreto 20492/49
[53] Decreto 12720/53
[54] Resolución 31/45
[55] Decreto 1594/46
[56] Texto de Ley 13012
[57] Texto de Ley 13341
[58] Decreto 20492/49
[59] Texto de Ley 13529
[60] Decreto 13255/54 y 15023/54
[61] Marysa Navarro, op.cit. pp. 135-136
[62] Ibídem
[63] Fermín Chávez, op.cit. p. 87
[64] Marysa Navarro, op.cit. p. 141
[65] Fermín Chávez, op.cit. p. 89
[66] Marysa Navarro, op.cit. pp. 203-204
[67] Marysa Navarro, op.cit. p. 208
[68] Eva Perón. La razón de mi vida. Buenos Aires: Planeta, 1996. p. 43
[69] Fermín Chávez, op.cit. p. 142
[70] Diario Democracia, 27 de mayo de 1948. Extraído de Escritos completos de Eva Perón. Tomo III. Buenos Aires: Carlos Hurst, 2004. p. 215
[71] Diario Democracia, 1 de junio de 1947. Extraído de Escritos completos de Eva Perón, op.cit. p. 197
[72] Carolina Barry y otros. La Fundación Eva Perón y las mujeres. Entre la provocación y la inclusión. Buenos Aires: Biblos, 2008. pp. 24-25
[73] Susana Torrado. Estructura social de la Argentina. 1945-1983. Buenos Aires: Ediciones de la flor, 1992. P. 129
[74] Marysa Navarro, op.cit. p. 237
[75] Marysa Navarro, op.cit. p. 235
[76] Marysa Navarro, op.cit. p. 239
[77] Eva Perón, op.cit. p. 83
[78] Eva Perón, op.cit. p. 166
[79] Marysa Navarro, op.cit. p. 239
[80] Fundación Eva Perón. Estatutos. Buenos Aires. 1955. pp. 1-2
[81] Diario Democracia, 6 de diciembre de 1949. Extraído de Escritos completos de Eva Perón, op.cit. p. 211
[82] Diario Democracia, 27 de agosto de 1948. Extraído de Escritos completos de Eva Perón, op.cit. p. 221
[83] Carolina Barry y otros. La Fundación Eva Perón y las mujeres, op.cit. p. 25
[84] Nota: datos extraídos de Estela Dos Santos, op.cit. pp. 36-37
[85] Carolina Barry y otros. La Fundación Eva Perón y las mujeres, op.cit. p. 80
[86] Nota: datos extraídos de Estela Dos Santos, op.cit. pp. 38-39
[87] Marysa Navarro, op.cit. p. 248
[88] Marysa Navarro, op.cit. pp. 250-251
[89] Eva Perón, op.cit. p. 182
[90] Diario Democracia, 28 de octubre de 1951. Extraído de Escritos completos de Eva Perón, op.cit. p. 199
[91] Marysa Navarro, op.cit. p. 254
[92] Eva Perón, op.cit. p. 238
[93] Colección Bicentenario. Eva Duarte de Perón, op.cit. p. 15
[94] Nota: extraído de Carolina Barry y otros. La Fundación Eva Perón y las mujeres, op.cit. p. 51
[95] Carolina Barry y otros. La Fundación Eva Perón y las mujeres, op.cit. pp. 82-83
[96] Ibídem
[97] Carolina Barry y otros. La Fundación Eva Perón, op.cit. p. 79
[98] Giacosa, Ana María. Viaje alrededor de mí misma. Buenos Aires: Ediciones del Mar Dulce, 1982. P. 70
[99] Mirta Zaida Lobato. ¿Tienen derechos las mujeres?. Buenos Aires: Capital intelectual, 2008. P. 87
[100] Diario Democracia, 26 de julio de 1946. Extraído de Escritos completos de Eva Perón, op.cit. p. 220
[101] Nota: extraído de Marysa Navarro, op.cit. p. 192
[102] Ibídem
[103] Ibídem
[104] Nota: extraído de Marysa Navarro, op.cit. p. 193
[105] Eva Perón, op.cit. p. 263
[106] Diario Democracia, 28 de enero de 1947. Extraído de Escritos completos de Eva Perón, op.cit. p. 200
[107] Discursos Completos. Eva Perón. Tomo I: 1946-1948. Buenos Aires: Carlos Hurst, 2004. p. 66
[108] Discursos Completos. Eva Perón. Tomo I: 1946-1948. Buenos Aires: Carlos Hurst, 2004. p. 51
[109] Discursos Completos. Eva Perón. Tomo II: 1949-1952. Buenos Aires: Carlos Hurst, 2004. P. 72
[110] Diario Página 12. Entrevista a Marysa Navarro, 17 de julio de 2005
[111] Formación Política para la democracia. Buenos Aires: Ed. Redacción, 1983. p. 242
[112] Ibídem
[113] Ibídem
[114] Formación Política para la democracia, op.cit. p. 243
[115] Ibídem
[116] Nota: extraído de Marysa Navarro, op.cit. pp. 186-187
[117] Discursos Completos. Eva Perón. Tomo I, op.cit, p. 122
[118] Estela Dos Santos, op.cit. p. 11
[119] Discursos Completos. Tomo I, op.cit. p. 34
[120] Discursos Completos. Tomo I, op.cit. p. 33
[121] Discursos Completos. Tomo I, op.cit. p. 53
[122] Estela Dos Santos, op.cit. p. 13
[123] Estela Dos Santos, op.cit. p. 14
[124] Diario La Nación, 5 de septiembre de 1947. Extraído de Estela Dos Santos, op.cit. p. 15
[125] Diario La Nación, 10 de septiembre de 1947. Extraído de Estela Dos Santos, op.cit. p. 16
[126] Véase apéndice C. Debate por la ley de sufragio
[127] Nota: texto de ley 13010, extraído de Estela Dos Santos, op.cit. pp. 16-17
[128] Discursos Completos. Tomo I, op.cit. pp. 121-123
[129] Nota: datos extraídos de Marysa Navarro, op.cit. p. 222
[130] Marysa Navarro, op.cit. p. 216
[131] Discursos Completos. Tomo II, op.cit. pp. 68-70
[132]Ibídem
[133] Discursos Completos. Tomo II, op.cit. pp. 81-82
[134] Ibídem
[135] Discursos Completos. Tomo II, op.cit. p. 71
[136] Discursos Completos. Tomo II, op.cit. p. 73
[137] Nota: extraído de Marysa Navarro, op.cit. p. 218
[138] Marysa Navarro, op.cit. p. 221
[139] Carolina Barry. El Partido Peronista Femenino, op.cit. p. 205
[140] Diario Página 12. Entrevista a Carolina Barry, 15 de febrero de 2010
[141] Ibídem
[142] Ibídem
[143] Nota: extraído de Marysa Navarro, op.cit. p. 216
[144] Diario Página 12. Entrevista a Carolina Barry, op.cit.
[145] Extraído de Fermín Chávez, op.cit. p. 140
[146] Jorge Halperín. Las muchachas peronistas. Eva, Isabel y Cristina. Buenos Aires: Aguilar, 2009. p. 42
[147] Carolina Barry. La Fundación Eva Perón y las mujeres, op.cit. p. 85
[148] Entrevista a Dora Barrancos, 13 de junio de 2005. Página web: Mujeres y Género en América Latina
[149] Discursos Completos. Eva Perón. Tomo I, op.cit. p. 110
[150] Discursos Completos. Eva Perón. Tomo II, op.cit. p. 78
[151] Nota: extraído de Marysa Navarro, op.cit. 188
[152] Nota: extraído de José Fuster. “El cambio de rol de la mujer en la sociedad argentina a partir de la obtención del voto femenino” Buenos Aires: ponencia Congreso de Hispanoamérica, año 2000, p. 4
[153] Nota: extraído de Estela Dos Santos, op.cit. p. 13
[154] Nota: extraído de Fermín Chávez, op.cit. p. 141
[155] Marysa Navarro, op.cit. p. 189
[156] Nota: extraído de José Fuster, op.cit. p. 6
[157] Entrevista a Dora Barrancos, op.cit.
[158] Ibídem
[159] Nota: extraído de Fermín Chávez, op.cit. p. 138
[160] Ibídem
[161] Nota: extraído de Fermín Chávez, op.cit. p. 143
[162] Eva Perón, op.cit. pp. 200-202